«La primera vez que vi porno tenía 10 años. A los 12 ya es normal»

Reducir el consumo de pornografía entre los jóvenes es un reto para el Gobierno y un desafío para las familias. Adolescentes hablan con el ‘Diari’ y corroboran los datos que ofrecen los estudios sobre el tema

«La primera vez que vi pornografía tenía diez años. Me lo enseñó en su móvil un amigo de mi prima, de 14. ‘Mira, chaval, y aprende’, me dijo, burlón. Me quedé impresionado y se rieron de mí. Luego, ya en el instituto, con 12 años, solía verlo con los amigos en el patio. Es normal, lo hacen todos».

Son frases de un alumno de segundo de Bachillerato de un instituto de Tarragona, que asegura que en el centro «es raro el que no haya visto nunca algún vídeo porno». El tema sale a colación a causa de la investigación abierta por los Mossos ante una denuncia por tenencia y distribución de pornografía entre jóvenes de un instituto de la ciudad y en unos momentos en que el Gobierno ha puesto el foco sobre el acceso juvenil a la pornografía y pretende combatir este fenómeno.

Un grupo de chavales accede a hablar con el Diari siempre que se mantenga su anonimato. Dicen que «solíamos verlo en grupo, entre los amigos. Acceder es muy fácil. Basta con hacer un simple clic en la pestaña en la que aseguras ser mayor de edad y ya tienes vía libre».

Todos coinciden en señalar que «los vídeos son muy machistas, suele haber violencia contra las mujeres y parece que ellas solo están para dar placer a los hombres».

Cuando se les pregunta si el consumo del porno les ha influido en sus relaciones, dicen que «la vida real es más complicada que las películas; allí las chicas lo consienten todo, pero en la realidad no es así. Y menos mal», cierra uno de los chicos, mientras otro confiesa que «alguna vez he intentado replicar alguna escena con mi chica, pero no ha salido bien y eso te lleva a la frustración».

A unos metros de estos chicos se halla un grupo de chicas de la misma edad. Dicen que ellas no suelen ver porno, «pero entre los chicos sí es normal». Una de ellas admite que «he visto alguna vez algún vídeo con mi novio, y luego él quería que reprodujéramos algunas escenas. Para que no se enfadara, accedí, pero no me sentí bien y lo dejamos enseguida». Las demás asienten.

Unos y otras, tanto el grupo de chicos como el de chicas, ven bien que se quiera poner coto a este fenómeno, admiten que «la visión tan jóvenes de esos vídeos puede estar detrás de muchas violaciones y abusos cometidos por menores» y consideran que el acceso a este tipo de páginas «debería estar más controlado. Para chavales con diez o doce años es demasiado fuerte, porque a esa edad aún no sabes nada y puedes creerte que la vida funciona así; otra cosa es ya a partir de los 16», reflexionan.

«Educar y hablar es fundamental»

La opinión de los chavales coincide con la de los expertos, que afirman que desde el momento en el que un menor tiene acceso a un teléfono móvil, las posibilidades de que de forma accidental o premeditada acceda a pornografía son infinitas, y es prácticamente imposible evitarlo. La clave, resaltan, está en prepararles para que entiendan lo que están viendo y desarrollen un pensamiento crítico.

«Todos los niños y niñas necesitan una información básica para comprender su cuerpo, sus sensaciones, sentimientos y emociones que tienen que ver con el sexo, pero ni en casa ni en la escuela se suele dar respuestas a estas preguntas, así que las buscan fuera», explica el doctor en Psicología Clínica y Sexología y autor del programa educativo Tus hijos ven porno, José Luis García. Y entonces van a internet y buscan palabras como ‘tetas’, ‘sexo’, ‘follar’ y de ahí van directos a una página con contenido pornográfico.

La pediatra Inés Merino, experta en educación emocional, indica que generalmente el primer contacto con el porno ocurre por accidente. «En un primer momento lo que tienen es curiosidad. Quieren saber de sexualidad, un tema que, en general, es tabú y del que da mucha vergüenza hablar. Nuestros niños se hacen múltiples preguntas y no saben ni tienen con quién hablar. Internet les da las respuestas de forma fácil y rápida. Son respuestas inadecuadas, pero ellos no lo saben».

«Educamos con lo que hacemos y con lo que no hacemos, porque si lo convertimos en un tabú, no será un tema que genere confianza entre los adultos de referencia del niño o de la niña para que en el día de mañana se pueda hablar de ese tema en casa», explica Cristina Sanjuan, especialista en protección a la infancia de Save the Children.

Esta experta apunta un dato: según la encuesta realizada por la ONG, los menores que cenaban en familia veían menos pornografía que los que lo hacían solos. «No es tanto la educación afectivo sexual como generar esos diálogos o espacios de confianza y acompañamiento para que los niños y niñas puedan hablar de estas cuestiones en el hogar», comenta.

Uno de los grandes problemas –dice García– es que el porno envía un mensaje perverso, que es que a las mujeres les gusta que las fuercen, que las agredan, que las humillen, y ofrece un modelo sexual puramente de descarga en el que no hay comunicación, besos ni caricias. Esto, a su vez, provoca en los chicos y chicas unas frustraciones terribles, indica este experto que ha trabajado durante 36 años en el gobierno navarro, donde fue coordinador de los centros de Orientación Familiar y Educación Sexual.

«Hay que prepararles para que sepan que aquello que están viendo no es la realidad y que existe otro tipo de sexualidad y de afectividad mucho más sana y deseable», insiste García.

Para Merino, que imparte talleres y cursos de acompañamiento a familias, colegios y centros de salud, la prevención pasa por la educación afectivo sexual desde que son pequeños y no esperar a la adolescencia para hablar de estos temas. «A esa edad ya llegamos tarde y no querrán hablar con nosotros».

El reto –apunta– es llegar a hablar de sexualidad con tanta naturalidad como hablamos de las estaciones o de los colores. «Aprovechar las oportunidades que el día nos ofrece para sacar el tema en todas sus dimensiones y generar un clima de confianza y seguridad para que el canal de comunicación con nuestros hijos esté bien abierto y nos tengan como figuras de referencia con las que poder hablar en caso de duda, problema o preocupación».

«No podemos evitar que el porno entre en sus vidas, lo que sí podemos es acompañarles en la creación de un pensamiento crítico, tal que cuando estas imágenes impacten en su cerebro, ellos sepan que esto no es real, que la sexualidad es otra cosa completamente distinta», dice.

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