«La globalización es el mayor error de la humanidad»
El explorador Eudald Carbonell, a punto de jubilarse tras una larga intensa y exitosa trayectoria, habla de la evolución y del colapso de la especie humana
Eudald Carbonell (Ribes de Freser, 1953) es uno de los arqueólogos de más prestigio y proyección internacional. Codirector del Proyecto Atapuerca, que le hizo acreedor al prestigioso Premio Príncipe de Asturias en 1997, ocupa desde 1999 la cátedra de Prehistoria de la Universitat Rovira i Virgili y es investigador del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES). La conversación tiene lugar por Teams –Eudald está estos días en Burgos– y se conecta puntual, con su típico sombrero marrón y sin rehuir ningún tema.
¿Cuándo se dio cuenta de que quería ser explorador y arqueólogo?
La equivocación más grande de mi vida comenzó antes de cumplir cinco años. Ya entonces recogía fósiles en los alrededores de la casa de mi abuelo, en Santa Maria de Besora, y con cuatro años y medio monté mi primera colección de fósiles.
¿La equivocación más grande de su vida? ¿Se arrepiente?
Sí, toda mi vida ha sido un error, pero como no soy creyente no puedo arrepentirme. Ha sido una vida de mucho sufrimiento y responsabilidad. Hay un 90% de marrones y un 10% de disfrute.
También habrá vivido grandes momentos. ¿Qué se siente cuando se es consciente de que se ha hecho un gran descubrimiento?
Hay un sentimiento científico de haber hallado algo importante y la sensación personal de saber que estás ante algo excepcional. Me siento orgulloso por haber contribuido a socializar el conocimiento.
¿Cuál es el hallazgo que le ha hecho más feliz?
El más importante puede ser el de este mismo año, un fósil de la mandíbula del humano más antiguo que se ha hallado en Europa. Es de hace un millón y medio de años y tiene una cara muy parecida a la mía.
Y después de tantos descubrimientos importantes, de tantos premios y una vida tan dura, ¿qué le empuja a seguir?
A pesar de todo uno mantiene la ilusión y se ha capacitado para hacerlo bien y ayudar a implementar la ciencia y el conocimiento en el país. Y luego está el retorno en modo de satisfacción que uno recibe por la cantidad de gente que ha formado y por cómo ellos me han formado a mí.
¿De qué sirve conocer a nuestros antepasados?
Es la gran pregunta. Te sirve para saber qué es un ser humano, para estudiarnos a nosotros mismos, para conocer el pasado y proyectar el futuro. Saber qué pasó nos explica el proceso por el cual nosotros estamos aquí. En definitiva, investigo para saber qué soy como ser humano.
¿Y en qué consiste ser humano?
La respuesta a esto aún no está acabada, aún no somos humanos. Los humanos son unos organismos sociales y tecnológicos. Ser humano implica sociabilidad, cooperativismo, empatía con todos los seres del planeta.
Pues no vamos bien. Seguimos resolviendo los problemas a porrazos, con guerras...
Hay cosas en las que no hemos evolucionado ni involucionado. Somos primates en estado de humanización, nuestro cerebro no se ha abierto. Tratar de solucionar los problemas con una guerra es un mecanismo animal.
Guerras, pandemias, cambio climático... ¿Vamos directos hacia el colapso?
Sí, ya estamos colapsando, hace tiempo. Si miramos la guerra en Ucrania y sus consecuencias, vemos que la no salida del grano y del cereal puede provocar la muerte de 500 millones de personas en África. ¡500 millones de personas! Si esto no es el colapso, que venga dios y lo vea.
Pasamos por una pandemia mundial muy dura y todos esperábamos que saliéramos mejores de aquella experiencia. ¿Ha sido así?
En absoluto. La pandemia nos ha hecho mucho peores como especie, ha sido el último aviso de que la especie va hacia el colapso. Tras una primera etapa en la que vimos cierta solidaridad, nos hemos vuelto más egoístas. Aquí vimos cómo cada autonomía tomaba medidas sin entender que se trataba de un problema universal, y que merecía una respuesta global y ordenada.
¿Qué es lo que falla?
La humanidad no está bien socializada, algo no funciona. Somos primates poco evolucionados, jerárquicos y gobernados por líderes. Esto no está bien.
¿Los liderazgos son malos?
Si hubiéramos evolucionado no harían falta los líderes. Los liderazgos son lo peor de la humanidad, sobre todo si, como pasa ahora, son incompetentes. Debemos ser capaces de crear autoconocimiento y autoorganización, romper con las jerarquías y conseguir unos sistemas de cooperación y de organización más horizontales.
¿Los avances tecnológicos pueden ser una solución? Ya se habla de insertar chips en personas. ¿Nos cambiará esto como especie?
Yo estoy encantado con eso, sería genial que me implantaran un chip y tuviera toda la sabiduría y la memoria en mi cerebro. Es un salto bestial. Al final del siglo XXI habrá cuatro o cinco especies humanas, algunas con modificaciones tecnológicas y genéticas, con prótesis, y otros conservacionistas que no se habrán dejado modificar. Habrá una gran diversidad conviviendo.
¿Y tanta diversidad es positiva?
La diversidad es fantástica. Yo siempre digo que me gustaría vivir en el bar de La Guerra de las Galaxias. La diversidad es fundamental, hay que mantenerla e incrementarla. Si la eliminamos, uniformamos nuestra especie. Eso es lo que está pasando con la globalización, que es el peor error de la especie humana.
¿La globalización es nuestro mayor error?
Sí, desde el punto de vista evolutivo, la globalización es el error más grande de la historia humana porque tiende a uniformizar el sistema en lugar de mantener la diversidad. En caso de crisis, como no hay diversidad, no hay alternativas, lo que lleva al colapso del sistema. Este es el punto en el que estamos ahora.
Pero también tiene aspectos positivos. Ha contribuido a la extensión del conocimiento.
La extensión del conocimiento se puede hacer de otras maneras. Estamos controlados por el pensamiento impuesto por una serie de gente que se ve multiplicado por los intereses económicos. La diversidad no se admite, todo lo que es distinto choca y genera conflicto. Esto es una prueba de que la humanización está todavía por hacer.
Usted ha sido siempre un hombre comprometido ideológicamente. ¿No le ha tentado el terreno de la política?
Sí, y de hecho me involucré desde joven, siempre en la izquierda, desde una perspectiva antifranquista. Fui a un colegio del Opus donde no nos dejaban hablar en catalán, y ya luché contra ello. Soy comunista y tuve responsabilidades en el PSUC. Estuve a punto de ser diputado; me faltaron 500 votos. He intentado contribuir a una mejora de la sociedad desde la ciencia con mucha intensidad.
¿Y cómo ve el conflicto que se vive en Catalunya?
En un tiempo fui federalista, pero ahora soy soberanista, creo que Catalunya merece tener su propio Estado. Pero soy a la vez antinacionalista, porque entiendo que los nacionalismos no son buenos. Creo en la diversidad, en que podemos vivir todos juntos siendo diferentes, pero este principio está desapareciendo y siendo sustituido por el pensamiento único. Eso es un error.
Usted ha participado en exploraciones y excavaciones por todo el mundo: Europa, África, América... ¿Cómo se compagina todo este tiempo fuera de casa con la familia?
Yo tengo 69 años y mi hijo, 12. Adivine por qué. Lo he pospuesto todo por la profesión. Me casé con una disciplina que me absorbió y no tuve tiempo de pensar en la familia. Ahora bien, si usted me pregunta qué es lo más importante para mí, le diré, sin dudarlo, que mi hijo.
Bueno, ahora está a punto de jubilarse.
Sí, ya es hora, los equipos necesitan renovarse.
¿Y a qué se va a dedicar, qué planes tiene?
A vivir. Estoy contento porque podré trabajar 24 horas pero ya sin responsabilidad. Y es que la responsabilidad es lo más duro de la vida, por eso es tan importante tenerla. Me dedicaré a escribir, a pensar, a desarrollar una teoría social sobre la evolución humana. Cuando eres mayor el pensamiento es más importante que el conocimiento.
O sea, que continuará ligado a la arqueología. ¿Qué le interesa fuera de esta disciplina?
Fuera de la arqueología me interesa el ser humano, la sociedad y el medio natural, el ser humano en su entorno. Tengo otras aficiones, me gustan la micología y la gastronomía, y tengo la suerte de ser amigo de grandes cocineros. También leer y estar con mi familia, que ya hemos comentado que me han visto poco.
¿Qué elegiría ser si volviera a vivir con todo lo que sabe? ¿Repetiría como arqueólogo?
Si ahora volviera a nacer no me dedicaría a la arqueología ni borracho de vino. Es más, haré lo que sea por quitarle la idea a mi hijo, si es que algún día la tiene.
¿Cómo ve el futuro? ¿Tiene fe en la humanidad?
La verdad es que no veo que vayamos hacia un futuro más feliz, en parte porque no avanzamos hacia una mayor aceptación de la diversidad. Me temo que si no desarrollamos una conciencia más colectiva, de cooperación, colapsaremos como especie.
Para terminar, una curiosidad. Su imagen va irremisiblemente unida a la del salacot, ese sombrero típico de explorador. ¿Cuándo comenzó a ponérselo y por qué?
Je je je. Sí, bueno, un día pensé que después de llevar veinte años ejerciendo como arqueólogo ya tenía bastante cara de arqueólogo como para llevar un salacot. Además, si uno es calvo y estás en una excavación en África, o te pones el salacot o te mueres. También hay otras razones, como el hecho de que era el casco utilizado por los vietnamitas que lucharon contra el imperialismo de Francia y Estados Unidos. Y como homenaje al profesor Bosch Gimpera, también un usuario habitual de esta prenda.