El Serrallo por Sant Pere
El barrio se vuelca con la procesión de su patrón, que este año se ha visto alterada por las obras
El 29 de junio es una de esas fechas que los serrallencs tienen marcada en rojo en su calendario anual. Y es que Sant Pere no es un día cualquiera entre unos vecinos del barrio marítimo que, pese a la intensa lluvia de la mañana que hizo temer los peores augurios, han vuelto a salir este sábado a la calle a media tarde para acompañar la procesión en honor a su patrón junto a las entidades del barrio.
A diferencia de otros años, en esta ocasión la ruta se ha visto afectada por las obras de pacificación que se están llevando a cabo en dos de las arterias principales del núcleo, como son las calles Gravina y, precisamente, Sant Pere. Por ello, este 2024 el patrón ha salido desde la iglesia con su barca de madera ornamentada con flores a sus pies, encaró Sant Joan y Salou, ha realizado la vuelta a la rotonda, entrando en la pérgola y ha recorrido el Passeig Voramar, para volver al punto de inicio por Trafalgar con la mano extendida, saludando a los centenares de asistentes que, por enésima ocasión, le mostraron su fidelidad.
«Sentimiento a flor de piel»
Abriendo camino, pasadas las siete de la tarde, estaban la Vibrieta, la Colla Gegantera del Serrallo con los gegants Pere y Carme, miembros de la Colla Castellera, los Petits Pescadors y también de la Coral del Serrallo. Cerrando la procesión, el gran protagonista: Sant Pere, llevado a hombros por ocho personas. Todos ellos, descalzos.
«Este acto es sentimiento a flor de piel, nunca me lo pierdo», explicaba Laura, mientras que Joan detallaba que «hoy es un día que todos esperamos durante el año, como el de la Verge del Carme», de dentro de escasamente dos semanas.
Solo media hora después ha llegado el momento más emotivo: la figura de Sant Pere, llevada a espaldas por los pescadores del barrio, ha subido las escaleras de la iglesia mientras los portantes se arrodillaban y los Xiquets del Serrallo levantaban dos pilares. Tradición, devoción, silencio y alguna que otra lagrimita. Como diría el maestro Johan Cruyff, «gallina de piel».