La educación inclusiva arranca desde bebés

Las Llars d’Infants municipales atienden a más niños con necesidades especiales que nunca

Kenay tiene 2 años y una atrofia muscular espinal que le impide caminar. Cuando era la hora del patio en la Llar d’Infants Municipal de Bonavista, donde ha comenzado este curso, apenas jugaba con sus compañeros. Todo cambió hace unas semanas cuando a la llar llegó un bipedestador (una especie de cuatriciclo que le permite estar erguido e impulsarse con los pies). El resto de niños comenzó a interactuar de inmediato con él. La sonrisa de Kenay en las fotos de ese día no tiene precio.

Años atrás alumnos como Kenay probablemente no habrían ido a un centro educativo hasta la edad en que es obligatorio. Ahora, sin embargo, son muchas las familias que van a las Llars d’Infants municipales (LLIM) de Tarragona buscando, justamente, que sus hijos comiencen su inclusión en la escuela lo antes posible.

Equipo pionero

Uno de los motivos de este cambio de tendencia es el trabajo del Equipo psicopedagógico de las LLIM. Se creó en 2005, hace 19 años, y Tarragona fue una de las ciudades pioneras en conformar un equipo dedicado exclusivamente a estos alumnos tan pequeños. Actualmente está formado por dos psicólogas infantiles, una psicopedagoga-logopeda, una fisioterapeuta especializada en psicomotricidad y una maestra de educación infantil.

El grupo, de cuya experiencia han aprendido otros municipios, es el encargado de que los alumnos con necesidades especiales de cualquier índole cuenten con todos los medios para asistir a la llar en igualdad de condiciones.

Se trata de construir un traje a medida para cada niño. Para atender a un bebé diabético, por ejemplo, recibieron formación específica de su hospital. También han tenido línea directa con el equipo médico que atendía a un alumno con hemofilia u otro que había recibido un trasplante de hígado. Cada caso es un reto, pero «esos niños tienen el mismo derecho que los demás», resume Sandra Salazar, fisioterapeuta del equipo.

Según explican desde el IMET, este curso las nueve LLIM atienden a más niños con necesidades educativas que nunca: trastornos del espectro autista; enfermedades y lesiones neurológicas graves; alteraciones cromosómicas que afectan al desarrollo; discapacidades visuales, auditivas y motoras; enfermedades metabólicas; niños con retrasos graves del desarrollo derivados de entornos socialmente desfavorecidos... Esto ha obligado a la compra de nuevo material y de elementos de uso en el aula, como caminadores, sillas adaptadas o bipedestadores como el de Kenay, entre otros.

El trabajo del equipo, no obstante, comienza mucho antes, con la detección. Les acompañamos una mañana a la Llar d’Infants El Ninot de Campclar. Montse Solé, la psicopedagoga, está sentada con un pequeño. Parece una escena de juego más, pero en realidad sus ojos expertos lo están mirando con detalle.

Después de tanto tiempo, explica Solé, muchas veces son las propias educadoras las que les avisan cuando ven algún signo de alerta. En estos casos, después de la observación, el equipo se reúne con la educadora y con la familia para darles pautas sencillas. Hay muchas falsas alarmas (un niño que no se sienta, que no gatea...) y con las indicaciones es suficiente para superar la situación.

Pero si el signo de alerta no desaparece asesoran a la familia y la derivan, por ejemplo, al pediatra o al Centro de Desarrollo Infantil y Atención Precoz (CDIAP), según el caso. A partir de allí, aunque no se encargan de hacer terapias, sí que siguen en contacto con los especialistas que atienden a los niños. Procuran, además acompañar a las familias en un momento que puede ser complicado emocionalmente.

En los tres últimos cursos el equipo ha atendido entre el 35% y el 41% de los niños matriculados en las LLIM. De esos niños entre el 28% y el 30% han sido derivados a centros de atención precoz. Las especialistas no creen que hayan aumentado especialmente las necesidades, sino que ahora llegan y se detectan antes.

Es una razón más explican, para cambiar la antigua idea de ‘guardería’ donde se aparcaba a los niños para ir a trabajar. Una de las ventajas es que, al estar en las LLIM, los niños, en especial de las familias vulnerables, pueden conseguir una detección en un momento clave de su desarrollo. Además, cuando terminan esta etapa se coordinan, con la escuela.

Isabel Mascaró, concejala de educación, explica que aunque no es obligatorio contar con un equipo de estas características, «para nosotros es una prioridad... Consideramos que tenerlo da tranquilidad a las familias, algo muy importante en las primeras etapas de la vida de los hijos».