En ocho de cada diez municipios de Tarragona mueren más personas que las que nacen

Nuevos datos del INE confirman el declive de la natalidad. Se salva alguna localidad próxima a Tarragona y Reus o de costa

Constantí es una excepción en el invierno demográfico. En los dos últimos años, el municipio del Tarragonès ha tenido más nacimientos que defunciones, algo que solo ocurre en el 20% de las localidades de la provincia. En ocho de cada diez las muertes superan a los alumbramientos.

«Está viniendo gente joven, el precio de la vivienda en las grandes capitales está disparado y llegan aquí buscando algo más asequible», admite el alcalde, Òscar Sánchez. En el mapa provincial del crecimiento vegetativo –la diferencia entre muertes y nacimientos–, el saldo negativo es generalizado, salvo en tres zonas: ciertos núcleos del Baix Penedès, epicentro de la Costa Daurada y un breve cinturón de pueblos pequeños alrededor de Reus y Tarragona.

«Estamos bien situados»

«En Constantí ahora están cambiando las cosas, estamos haciendo una transformación a nivel urbanístico, cultural y de formación, y eso se refleja. Además, estamos muy bien situados en el Camp de Tarragona y eso es bueno en términos de movilidad. Siempre es positivo que un municipio atraiga a gente», cuenta Sánchez.

Si bien la inmigración está llevando la población a niveles de récord, cuando se miran fenómenos demográficos como la natalidad y la mortalidad la situación cambia drásticamente. «Los últimos datos nos muestran que está aumentando la esperanza de vida, crece la longevidad y estamos en un crecimiento vegetativo que lleva al envejecimiento», explica Pau Miret, profesor colaborador de los estudios de arte y humanidades de la UOC e investigador del Centre d'Estudis Demogràfic.

Los datos definitivos de 2022 recién publicados por el INE muestran cómo se agrava la despoblación, sobre todo en el interior rural, pero, por encima de todo, apuntan a una natalidad por los suelos, también en las principales capitales, como Tarragona o Reus.

«Los nacimientos son menores en las zonas más envejecidas. Cualquier lugar al que va a vivir gente joven tendrá una natalidad más alta. Y hay que tener en cuenta a la población extranjera que llega, que suele ser joven, y viene a buscar un trabajo y a formar familias», indica Miret.

En la provincia, las Terres de l’Ebre se ven especialmente agraviadas por la escasez de nacimientos. En el otro lado, hay municipios que se salvan y en los que aún nace más gente de la que muere. A Constantí, se le añaden localidades como Salou, La Pobla de Mafumet, El Catllar, Vilallonga del Camp, Vila-seca o Castellvell del Camp.

Revalorización y atracción

En ocasiones no atrae la búsqueda de una vivienda más asequible, sino al contrario. Es lo que sucede en Castellvell del Camp. «Aquí se viene en busca de la calma. Estás cerca de Reus pero también en mitad de la naturaleza», explica el alcalde, Josep Maria Sabaté.

El sociólogo y profesor de la URV Àngel Belzunegui habla de la «revalorización de municipios residenciales, en los que se produce una segregación territorial, que tienen una gran capacidad de atracción», en ocasiones ligada a una renta alta y a la condición ‘sine qua non’ de buenos servicios y conexiones. Altafulla, por ejemplo, también está entre esos núcleos con saldo vegetativo a favor.

¿Es negativo para una sociedad que nazcan pocos niños? No por sí mismo, pero sí por los factores que hay detrás. Pau Miret lo aclara: «Si la natalidad fuera muy baja porque la gente ha querido dejar de tener hijos, sería perfecto. El problema es que en las encuestas vemos que la gente no tiene hijos porque no puede o no tiene los hijos que querría tener».

De ahí que el experto asuma que «la natalidad continuará cayendo hasta que se solucionen los problemas con el mercado de trabajo, y que la gente encuentre un empleo estable, además de que pueda ser indefinido». El experto demógrafo apunta que «la natalidad preocupa a nivel político, pero si preocupa, no ocupa». Por encima de todo, alerta del acceso a la vivienda como «el problema social número uno», con un porcentaje «ridículo de vivienda social».

Tanto el retraso en la maternidad como el récord negativo de natalidad son problemas vinculados «a unas generaciones jóvenes que tienen más dificultades, por la precariedad laboral y a la hora de salir de casa de los padres».

Las Terres de l’Ebre y el interior

La Tarragona sin niños aparece sobre todo en el Ebre, con comarcas enteras en las que hay más decesos que partos. También afecta a numerosos municipios del interior.

Uno de los casos más ilustrativos es el de La Febró (Baix Camp). Allí hace 33 años que no viene nadie al mundo. El último nacimiento data de 1989, según la estadística histórica del Idescat. Términos como Deltebre, Móra d’Ebre, Alcanar o Gandesa están entre los que tuvieron un mayor desfase entre nacimientos y muertes.

Municipios degradados

Belzunegui habla de que en algunas zonas hay unas categorías de «municipios degradados» básicamente por el modelo productivo que está implantado: «Hay falta de oportunidades, incluso se da una ausencia de mano de obra. Mantienen la agricultura como actividad principal y tienen una industria muy escasa, o muy manualizada y poco competitiva».

También está ahí Batea, una de las poblaciones con la renta más baja. Su alcalde, Joaquim Paladella, ha dado en numerosas ocasiones la voz de alarma por la despoblación de esas zonas: «Somos un pueblo payés y de gente mayor». «Este tipo de estadísticas deben servir para tomar cartas en el asunto. Se supone que la Generalitat debería hacer alguna cosa, tomar medidas para ayudarnos», apunta Paladella, sobre la renta, y urge a administraciones superiores a intentar paliar el problema.

La provincia asume un año más la tendencia imparable hacia el envejecimiento, consecuencia de ese alargamiento de la esperanza de vida. «El verdadero reto demográfico es la crisis de los cuidados. Cada vez habrá más gente dependiente, más personas mayores, y si no se ponen recursos en los cuidados, tendremos problemas», zanja Pau Miret.

Tres municipios con saldo positivo

Los últimos datos demográficos del INE vuelven a dibujar los desniveles territoriales en la provincia. Prácticamente todos los municipios de las Terres de l’Ebre están en crecimiento vegetativo negativo, es decir, registran más fallecimientos que partos. La dinámica afecta asimismo a buena parte de comarcas del interior como la Conca de Barberà, el Alt Camp o el Baix Camp. Pero lo que hasta hace un tiempo era una cuestión de zonas rurales se ha trasladado a grandes ciudades y ámbitos urbanos. De entre los diez principales municipios, solo tres tienen más nacimientos que muertes. Es el triángulo de la Costa Daurada –Cambrils, Salou y Vila-seca–, corazón del turismo. En el resto de grandes núcleos, incluyendo ahí a Tarragona y Reus, los alumbramientos han quedado superados por los decesos.

El resto del análisis municipal se resume en diversas ‘islas’ que escapan a la inercia general: varios núcleos en el Priorat –Torroja, Gratallops, Bellmunt–; algunas poblaciones de un Baix Penedès que se nutre de personas que llegan del área metropolitana; y pueblos de la periferia de Tarragona y Reus que recibe jóvenes en busca de vivienda más asequible.

Los últimos datos demográficos del INE vuelven a dibujar los desniveles territoriales en la provincia. Prácticamente todos los municipios de las Terres de l’Ebre están en crecimiento vegetativo negativo, es decir, registran más fallecimientos que partos. La dinámica afecta asimismo a buena parte de comarcas del interior como la Conca de Barberà, el Alt Camp o el Baix Camp. Pero lo que hasta hace un tiempo era una cuestión de zonas rurales se ha trasladado a grandes ciudades y ámbitos urbanos. De entre los diez principales municipios, solo tres tienen más nacimientos que muertes. Es el triángulo de la Costa Daurada –Cambrils, Salou y Vila-seca–, corazón del turismo. En el resto de grandes núcleos, incluyendo ahí a Tarragona y Reus, los alumbramientos han quedado superados por los decesos.

El resto del análisis municipal se resume en diversas ‘islas’ que escapan a la inercia general: varios núcleos en el Priorat –Torroja, Gratallops, Bellmunt–; algunas poblaciones de un Baix Penedès que se nutre de personas que llegan del área metropolitana; y pueblos de la periferia de Tarragona y Reus que recibe jóvenes en busca de vivienda más asequible.

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