El nuevo MNAT obtiene su primer reconocimiento
Patrimonio. Los arquitectos técnicos encargados de la reforma han obtenido un premio a nivel de Ciudades Patrimonio de la Humanidad, un altavoz de cara a la profesión.
El 14 de julio del año pasado finalizaba la primera fase de las obras de reforma del Museu Nacional Arqueològic de Tarragona (MNAT), en la Plaça del Rei. Acababa una esperada puesta a punto de las instalaciones, que presentaban importantes déficits, y que forma parte de la apuesta para adaptar el museo a los nuevos tiempos. Ahora, desde la Generalitat se está trabajando en la segunda fase, que corresponde a la museización, lo que debe permitir reabrir las instalaciones de cara al año que viene.
Los tarraconenses aún no han visto cómo ha quedado la mejora del espacio, en el que se ha invertido la suma de 3.554.507,34 euros. Pese a ello, esta reforma ya ha conseguido un premio, otorgado desde la Real Fundación de Toledo y que distingue a las mejores actuaciones en Ciudades Patrimonio de la Humanidad por parte de los arquitectos técnicos.
El equipo ganador está formado por Aleix Sanz, Iñaki Cacho y Gemma Blanch, que en 2019 se presentó al concurso público abierto desde el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. Estos profesionales trabajaron durante 22 meses –cuatro más de lo previsto– codo con codo con el personal de Edhinor SA, la empresa constructora, y los arquitectos Miquel Orellana y Rubén Heras, de Soffito Arquitectura SLP. «Hacíamos visitas semanales con la constructora, en las que se planteaban las dudas y visualizábamos la ejecución, para validar, o no, la planificación y que todo pudiera finalizar con el precio y los plazos previstos, además de la calidad que se exige en una obra de estas características», argumenta Cacho.
Al final los plazos no pudieron cumplirse, ya que en medio de la obra irrumpió la Covid-19. Esto obligó a parar los trabajos durante las semanas del estado de alarma.
Techo de cañas
El edificio del MNAT presentaba déficits en cuanto a la climatización, a nivel estructural y en cuanto a la accesibilidad y la normativa contraincendios. De hecho, aún mantenía el falso techo de cañas desde hace más de ochenta años, ya que prácticamente no se habían hecho mejoras desde que en 1942 lo construyó Francisco Monravá Soler.
«El handicap principal fue hacer las obras en un edificio de estas dimensiones intentando proteger todos los restos y el patrimonio que hay en el interior», asegura Gemma Blanch. La colección del museo se había trasladado. Sin embargo, en el interior se mantuvieron algunos de los mosaicos, lo que obligó a poner especial atención en cuanto a la protección, haciendo incluso controles de temperatura. Esta protección fue especialmente dificultosa cuando se empezó a trabajar en la cubierta, lo que incluso obligó a poner refuerzos para evitar que no entrara agua.
El edificio presentaba las patologías propias de las edificaciones viejas, próximas al mar. «No tenía patologías muy graves, pero sí algunas que debían solucionarse a causa del salitre», indica Aleix Sanz. En el interior se han adaptado todas las plantas para que sean accesibles y se ha ganado luz natural, con las nuevas ventanas que actúan de aislante térmico. Y en medio de estas actuaciones tenían que hacerse operaciones más quirúrgicas como la instalación de la nueva escalera del ábside, para cumplir con el reglamento contraincendios.
Museo para años
El premio va más allá de una distinción a las buenas prácticas del equipo. Para ellos, también es una forma de dar a conocer el papel de los arquitectos técnicos. «Nos alegró mucho porque reconocía la dirección de ejecución, un trabajo fuera de los planos de los arquitectos y de la obra propiamente dicha, que hacen las constructoras», afirman. Cacho, Blanch y Sanz lamentan que el suyo es «un trabajo poco visto», pese a ello, en este caso entraron directamente en la ejecución, llevando el control de toda la obra.
Por otro lado, este equipo pone en valor la «transversalidad» de los diferentes profesionales que han intervenido en esta obra, y que han hecho del proyecto una intervención «pluridisciplinar», que ha conseguido que «tenemos museo para años».
La directora del MNAT, Mònica Borrell, destaca que el premio es la muestra de que el proyecto que se ha impulsado «tiene lo bueno de los dos retos que teníamos». «Por un lado, es muy respetuoso con la arquitectura del edificio, pero, por el otro, es un inmueble que requería de una puesta a punto en cuanto a la normativa y a las necesidades del siglo XX», añade.
Las obras aún no han finalizado. Aún falta por intervenir en la fachada y en la parte del subterráneo, en el tramo de muralla. Asimismo, este verano está previsto que pueda iniciarse la restauración del Mosaic dels Peixos, a la espera de que salga a licitación el contrato para la producción de la museografía. En los cristales del museo unos renders informan al público de que «nos vemos en 2023». «Responde a un compromiso que tienes que fijarte y que después debe ir avanzando a buen ritmo», explica Borrell. Si a inicios del año que viene puede comenzarse con la producción, podría llegarse para finales de año, de lo contrario nos iríamos a 2024.