El misterioso (presunto) ‘vecino’ de Tarragona que acusó a Lorca
Los papeles que revelan la verdadera identidad del hombre que acusó a Lorca por injurias a la Guardia Civil. En abril, el caso ya fue archivado
Por mucho tiempo circuló el mito de que un (presunto) vecino de Tarragona habría denunciado a Lorca por ofensas a la Guardia Civil, contenidas en una de sus más celebres creaciones, Romancero gitano; cuestión que aborda el malogrado vate en la que fuera su última entrevista, unas pocas horas antes de tomar el tren rumbo a Granada, la noche del 13 de julio de 1936. Un mes después fue asesinado en Alfajar.
A cargo del periodista y amigo íntimo suyo, Antonio Otero Seco, al cual le pidió –expresamente–, que no la publicara hasta pasados unos días. Prometiéndole, de paso, que le regalaría el primer ejemplar de su nuevo libro en cuanto estuviera listo, Poeta en Nueva York. «Tendrá 300 páginas o algo más. Se podrá matar a alguien tirándoselo a la cabeza», le dijo.
La entrevista señala: «No lo vas a creer, de puro absurda que es la cosa; pero es verdad. Hace poco me encontré sorprendido con la llegada de una citación judicial. Yo no podía sospechar de lo que se tratara, porque, aun cuando le daba vueltas a la memoria, no encontraba explicación a la llamada. Fui al Juzgado. ¿Y sabes lo que me dijeron allí? Pues nada más que esto: que un señor de Tarragona, al que, por cierto, no conozco, se había querellado por mi Romance de la Guardia Civil Española, publicado hace ya más de diez años en el Romancero Gitano. El hombre, por lo visto, había sentido de pronto unos afanes reivindicatorios, dormidos durante tanto tiempo, y pedía poco menos que mi cabeza. Yo, claro, expliqué al fiscal minuciosamente cuál era el propósito de mi romance, mi concepto de la Guardia Civil, de la poesía, de las imágenes, del surrealismo, de la literatura y de no sé cuántas cosas más».
Ian Gibson ha dicho al respecto: «Cuando la leí por vez primera me quedé de una pieza (...) Sobre todo por lo de la citación. Yo no podía, ni puedo, saber hasta qué punto Otero apuntó las palabras exactas del poeta. Pero sí dijo que el guardia, un señor de Tarragona, le pedía poco menos que su cabeza. Resulta escalofriante.
Según Otero, Lorca en la ocasión le comentó, además, que el fiscal «era muy inteligente, y, como es natural, se dio por satisfecho. El bravo defensor de la Benemérita se ha quedado sin lograr su propósito de procesarme», refrendó.
«Un lector muy conservador»
Del (supuesto) vecino de Tarragona se dijo que debía ser un lector muy conservador o, incluso, un sargento de La Benemérita.
Hace unos años aparecieron en el archivo de la Audiencia Territorial de Madrid (hoy en custodia del Archivo Histórico Nacional) los documentos del proceso judicial (sumario 40/936) en cuestión, acreditando que el día 31 de enero de 1936, fue presentada una denuncia (por escrito desde Barcelona y acompañada de un ejemplar de Romancero Gitano) en los juzgados de Madrid contra Federico García Lorca, «porque, según dicho denunciante, el mencionado libro contenía conceptos y frases injuriosas para el Instituto de la Guardia Civil».
Se puede acreditar que el misterioso (presunto) vecino de Tarragona era, en realidad, Manuel Navarro Celma, un anarquista barcelonés –viejo conocido de la policía– cuya verdadera motivación fue vengarse de la editorial Espasa-Calpe.
Ello porque la conocida editorial, años antes, lo había enviado directo a la Cárcel Modelo por una intentona fallida de extorsión, junto a un compañero de correrías. Ambos habían sido empleados de dicha editorial, como lo consignó el diario madrileño La Libertad del 26 de mayo de 1935.
Cabe destacar que Romancero Gitano, que fue publicado inicialmente en la Revista de Occidente (1931) y, contra todo pronóstico, se había convertido en un best-seller en la edición de Espasa-Calpe, llegando a publicar en 1935 hasta tres ediciones de la obra. ¡Todo un record!
Muy poco se sabe
Es muy poco lo que se sabe de Navarro Celma. Que habría nacido hacia 1883 en Fontaneta, Zaragoza, y que las oficiaba de imprentero (anarquista). Hay quienes, incluso, lo sitúan viviendo por algunos meses en Tarragona o en Lleida.
Para algunos fue, simplemente, un anarquista habituado a los problemas legales, sin más, a juzgar por la portada de El Heraldo de Madrid del 7 de mayo de 1907, en donde aparece sindicado como «libertario»; y por una serie de detenciones y enfrentamientos con la policía, como la que protagonizará en 1905 en el Palacio de Bellas Artes de Madrid. Otros, en cambio, lo señalan como un confidente reclutado a golpe de detenciones o como un frío y calculador funcionario de la Brigada Social infiltrado en el anarco-sindicalismo.
Lo cierto es el 6 de abril de 1936, el Juzgado número 20 de Madrid hacía constar que se habían acabado las diligencias del caso contra Lorca y el más celebrado de sus libros. En mayo, el caso ya estaba archivado, perdiéndose así, todo rastro del despechado «anarquista» hasta hundirse en el mito.