El hombre que sabe ver los pájaros al vuelo
Raül Aymí es responsable de la oficina de anillamiento del Institut Català d’Ornitologia, pero sobre todo alguien que ve la naturaleza donde otros no miran
A Raül Aymí lo conocemos en un taller de anillamiento de aves en el Parc del Francolí. De ademanes tranquilos y voz pausada, la primera sorpresa con la que nos encontramos los que no sabemos nada del tema es la facilidad con la que consigue distinguir de un vistazo una especie de pájaro de otra. Lo realmente curioso, no obstante es la variedad que puede encontrarse en una ciudad como Tarragona. Él mismo, de hecho, lleva 20 años realizando cuatro censos al año en el tramo del río Francolí que pasa por Tarragona y lo habitual es que cada vez identifique de 20 a 40 especies.
Aymí, que nació en la Ribera d’Ebre y vive en Tarragona, es el responsable de la oficina de anillamiento del Institut Català d’Ornitologia, ICO, una asociación sin ánimo de lucro que tiene acuerdo con distintas administraciones y con asociaciones similares a nivel mundial.
Como un reloj de pulsera
Cuenta Aymí que la anilla de metal que se coloca a las aves para identificarlas tiene un código único para cada individuo; una especie de DNI que puede leerse en cualquier parte del mundo. El método no hace daño al animal y el peso de la anilla puede equipararse en un humano a llevar un reloj de pulsera.
El anillamiento se hace sobre todo en sitios de gran valor ecológico como el Delta de l’Ebre donde hay una estación fija de anillamiento y se realizan estudios desde hace más de 30 años, pero también, aunque en menor medida, en las ciudades. «Es importante saber parámetros básicos como cuántos años viven, las causas de mortalidad o los movimientos que hacen», dice.
Explica, por ejemplo, que los gorriones comunes no se anillaban en muchos países pero en Reino Unido comenzaron a hacerlo cuando notaron que había menos ejemplares. El anillamiento permitió constatar que efectivamente, pese a su nombre, los gorriones eran cada vez menos comunes debido a la degradación de sus hábitats y a la contaminación.
El anillamiento tradicional proporciona información básica, como la fecha y el lugar donde se realiza el marcaje y dónde se encuentra posteriormente el ave anillada. Sin embargo, Aymí explica que cada vez es más frecuente colocar además anillas de colores o de combinaciones de colores que ofrecen más información. Existen, además, otros métodos que implican emisores y posicionamiento por GPS.
Normalmente la información de las anillas se recupera cuando las aves son encontradas muertas o son cazadas. Lo ideal es que el ciudadano que las encuentra puede reportarlas al ICO, ya que estos datos son cruciales para distintos estudios científicos y medioambientales no solo en Catalunya sino alrededor del mundo. Aymí recuerda, por ejemplo, como golondrinas anilladas en Catalunya han sido encontradas en Sudáfrica o como se identificó aquí a un zorzal que venía de Siberia y había hecho más de seis mil kilómetros.
Las anillas de colores, no obstante, están consiguiendo que cada vez se reporten más aves por observación sin que estén muertas y sin necesidad de capturarlas. Gracias a este código, por ejemplo sabemos que algunas gaviotas de las que estos días sobrevuelan la ciudad y que están en las escuelas al acecho de que se acabe la hora del patio para comer los restos de las meriendas vienen de Polonia.
Aprovechamos entonces para preguntarle si el hecho de que veamos cada vez más gaviotas tiene que ver con que cada vez tienen menos miedo a los humanos. El ornitólogo responde que, efectivamente, cada vez nos tienen menos miedo, pero además son capaces de aprenderse nuestras rutinas. Las que acechan en las escuelas de la ciudad, de hecho, saben incluso que los fines de semana no hay clases.
Gracias a las anillas de colores en Barcelona realizaron un estudio que permitió seguir a gaviotas que tenían un itinerario definido todo el día: comenzaban en el Zoo cuando daban comida a los pingüinos; a mediodía a iban al Parc de la Ciutadella y por la tarde comían palomitas de maiz que les proporcionaban los turistas en el Maremagnum.
Aunque las reinas en adaptación al reino urbano, reconoce, son las palomas. A la pregunta de por qué hay tantas en Tarragona dice que la clave está en que tienen alimento a su disposición.
Edificios amigables
Y así como los pájaros pasan desapercibidos en la ciudad la mayoría de las veces, también lo son los peligros que las acechan. Uno de ellos apunta Aymí, son los edificios con cubiertas de cristal contra los que cientos de aves se chocan cada día.
Aymí, de hecho, es autor de un estudio realizado entre 2012 y 2015 respecto a un edificio de la Plaça Imperial Tarraco contra el que se chocaban aves diariamente, especialmente en otoño. Con la colaboración del Ayuntamiento de Tarragona se colocaron unas pegatinas (que ahora están comenzando a despegarse) y que consiguieron disminuir la mortalidad.
Lamentablemente, advierte, el hecho de que el material sea seguro para las aves todavía no es un elemento que se tenga en cuenta en las licitaciones públicas o al contratar a un equipo de arquitectos. Asegura, además, que ya se han desarrollado materiales con la misma apariencia de los actuales pero que los pájaros sí saben detectar.
Lo dicho, bien nos estaría mirar un poco más al cielo sin dejar de tocar tierra.