El aumento de precios deja los comedores sociales de Tarragona en números rojos

La nota positiva son las donaciones particulares y la solidaridad, que crecen en diciembre y permiten a los comedores hacer despensa para «los próximos dos o tres meses»

Estas fechas navideñas son días de pasarlos en familia y alrededor de una mesa. Las comidas de Navidad, con sus platos tradicionales, se convierten cada año en unas de las protagonistas pero, también como cada año, esto no pasa igual para todo el mundo. En los comedores sociales de la ciudad atienden a centenares de personas para los que Nochevieja, Nochebuena y Reyes son tres días normales más en los que hay que comer. El aumento generalizado de precios que ha afectado alimentos básicos ha puesto en jaque muchos de los comedores sociales de Tarragona, que han tenido que hacer lo imposible para seguir prestando un servicio esencial para muchas familias de la ciudad.

Desde el comedor municipal Taula Amiga, en el centro de Tarragona, tienen una subvención para atender unas 70 personas, pero en realidad son más de 100 diarias para cada uno de los 365 días del año. Estas pasadas fechas de Navidad y Sant Esteve se han esforzado para dar unos menús más tradicionales. Además de la comida también tienen servicio de reparto de envasados y productos frescos a familias.

«Hemos notado el aumento de precios, que no hace acabar el año con números rojos», avisaba Ainhoa Carbonell, responsable de Acció Social en Tarragona, que lleva Taula Amiga. «Con el incremento de precios de la comida nos hemos tenido que adaptar, hemos redefinido menús sin dejar de ofrecerlos, porque no podemos no estar, y hemos hecho prospección de supermercados para lo sobrante», dice.

Aumento de precios sí, pero sin poner en riesgo el servicio. Unos precios que, al aumentar, producen consecuencias catastróficas en unos comedores ya muy afectados desde la pandemia, con un aumento de usuarios y de necesidades.

En el comedor social de Bonavista, Joventut i Vida, la situación es parecida, pero con mucha esperanza. A sus diez años siguen abriendo de lunes a viernes y dando de comer a más de 260 personas diariamente, gracias sobretodo a las donaciones de particulares, entidades y al excedente de supermercados.

También han notado el aumento de precios porque les llega menos comida, cosa que les ha hecho pasar meses difíciles. «Los precios suben y los supermercados ajustan más la previsión de la comanda, tenemos muchas donaciones pero nos cuesta recibir segundos platos, la proteína», explicaba Raquel Quílez, de Joventut i Vida. Por suerte, este pasado mes de diciembre la solidaridad navideña les ha traído suficiente comida y dinero para «hacer despensa y garantizar los próximos dos o tres meses», aseguraba Quílez, un hecho que les hace mantener la esperanza y estar agradecidos al barrio.

En fechas especiales como estas, se demuestra una vez más como los comedores sociales son una pieza indispensable para garantizar el acceso a la comida para muchas familias, que con el aumento generalizado de precios en alimentos básicos no podrían alimentarse en condiciones. Ellos llegan allí donde ha fallado el sistema.

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