No hay diablo pequeño, el Correfoc Petit enciende Tarragona

La Rambla se ha convertido en un mar de chispas en que los más intrépidos han bailado al ritmo de los timbales. Diablos y bestias de fuego locales se han lucido junto a sus invitados de Valls, El Morell, El Vendrell y Vilanova i la Geltrú

Pese a la amenaza de lluvia que ha obligado a guardar las bestias dentro del Teatre Tarragona durante un rato, el Correfoc Petit ha arrancado este viernes a la hora prevista y ha convirtido todo su recorrido entre la Rambla Nova y la Plaça Corsini en un mar de chispas.

«Pero si no levanta un palmo del suelo; todavía debe tener los dientes de leche», exclamaba una mujer mayor al ver bailar a uno de los niños del Bal de Diables Petit de Valls, uno de los grupos invitados de este año. Y es que, efectivamente, algunos de los que esta tar participaban del correfoc obligaban a agacharse a los que querían ponerse bajo la lluvia de chispas.

Los encargados de abrir el recorrido han sido los miembros del Ball de Diables Petit. Participaban, a continuación, el el Drac Petit, el Bou Petit, la Vibrieta y el Griu Petit. Los grupos invitados eran el Ball de Diables Petit de Valls, el Ball de Diables Petit del Morell, el Cabrot Petit del Vendrell y el Drac de la Geltrú Petit.

A su paso se encontraban con un río de niños y adolescentes expectantes y bien pertrechados. Aina, de siete años, era una de ellos. Apenas se le veían los ojos bien tapada como iba con un pañuelo que le tapaba la nariz y un sombrero. «Cuando era pequeña me daban miedo, pero ahora ya no... Bueno, un poquito, pero soy valiente», contaba.

Y es que, a juzgar por la cantidad de personas que esperaban pese a que el agua molestaba a ratos, la pólvora causa auténtica fascinación desde pequeños.

Frederic Pertile, Cap de Colla del Bou contaba que cuentan con 22 miembros pequeños y cada vez encuentran más niños que se interesan por pertenecer a la entidad. Para poder incorporarlos tienen que esperar a que alguno de los más mayores se ‘jubile’ y pase al grupo de los grandes.

Pero tan importante son las chispas como el latir de los timbales. Allí llamaba la atención, por ejemplo, uno de los timbalers del Griu, de apenas seis años, con un instrumento de un tamaño casi tan llamativo como su autoconfianza.

Pero no todos los participantes eran tan pequeños. Roger, que forma parte de la Vibrieta, tiene trece años. Participa desde que tenía cinco y cuenta que este es «un día muy importante. Salir el día de Santa Tecla es el premio por haber ido al resto de salidas del año», cuenta.

El Cap de colla de la misma entidad, Jofre Borràs, explica que los miembros, una treintena, tienen entre 6 y 14 años. Los niños que en un principio son menos atrevidos con el fuego suelen pedir tocar los timbales pero, a la larga, todos quieren ser portadores.

Uno de los momentos para lucirse fue, como es habitual, fue el paso por la Estàtua dels Despujats, lugar donde diablos grandes y pequeños suelen hacer de las suyas.

Había también algún adolescente con el atrevimiento propio de la edad que pagaba el precio de haberse acercado demasiado. Ignacio, de doce años, que no llevaba el recomendado sombrero de paja, enseñaba a sus amigos el agujero que una chispa le había hecho en la sudadera y en el cabello. «Yo pensaba que las chispas de los pequeños no quemaban... Cuando lo vea mi madre», decía entre risas.

Definitivamente, un cierre a la altura para una Santa Tecla Petita que de pequeña ya solo tiene el nombre.

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