Cómo son las entrañas de un crucero
MSC Cruceros, en su barco Fantasia, funciona con un engranaje casi militar en el que nada queda al azar. Las cocinas y la lavandería son dos de las piezas clave. El teatro es otro de los éxitos
3.000 kilos de queso; 6.200 litros de leche; 25.200 huevos; 330 cajas de cereales; 14.000 kilos de vegetales frescos o 7.000 kilos de pollo. Esto es solo una muestra de lo que se consume en una sola semana en el Fantasia, uno de los barcos de MSC Cruceros. Si hablamos de bebidas, el agua es la que lidera el ránking, con 30.000 botellas; le siguen 20.000 de bebidas sin alcohol; 4.000 de cerveza; 300 de licores y 200 de whiskys. Por lo que respecta a la ropa, 5.000 son los kilos que se lavan y se planchan a diario, de los cuales 500 son camisas. El resto, toallas, cubrecamas, manteles, albornoces y la ropa que el pasaje necesita.
MSC Fantasia es el crucero que a partir del mes de abril zarpará y llegará a Tarragona con visita a las ciudades de Marsella, Livorno, Civitavecchia (Roma), Génova y Valencia.
Mientras el engranaje en la embarcación continúa sin cesar, inventario, cocina, lavado, secado y plancha y vuelve a empezar, los pasajeros viven su particular experiencia a bordo. A las ocho de la mañana y tras navegar toda la noche hacia Palma de Mallorca desde Nápoles, última parada hasta llegar a Barcelona, el pasaje se va desperezando progresivamente. Algunos miembros del MSC Yacht Club ya han podido desayunar en su habitación, cortesía de este servicio personalizado en un área privilegiada de la nave; otros aún se recuperan de una larga noche entre discotecas, congas y algunas copas.
A las ocho justamente nos convocan para visitar las entrañas de la nave, cocina principal, lavandería y el corazón del teatro, camerinos y el vestuario que por la noche se descubrirá ante los espectadores.
Como en un laboratorio
Para acceder a la cocina nos embuten en una bata blanca, gorro, zapatillas y mascarilla con el objetivo de que ningún germen exterior se cuele entre las cazuelas. Una imagen para inmortalizar, pero no se permiten cámaras con las que hacerlo.
Cien cocineros repartidos en diferentes turnos preparan y supervisan los platos bajo las órdenes del chef Donald Lopes, de origen indio, con quince años de experiencia a bordo. En ella se elaboran todos los platos de la nave, los de pasajeros y los de la tripulación, «la comida es la misma», la ingente cantidad de los diferentes restaurantes y el buffet libre, incluida la gastronomía más sensorial y refinada del MSC Yacht Club. Del mismo modo, todo el pan que se sirve y parte de la bollería.
¿Y qué ocurre con lo que sobra? «Los meseros procuran ser precisos en cada servicio para generar el menor desperdicio de alimentos posible» responde el chef. A pesar de todo, es inevitable que se produzcan sobras. «Los alimentos con pulpa se trituran y se tiran al mar, a 15 millas alejados del puerto. El resto de residuos se descarta, se segrega, se mantiene a una temperatura correcta y se desecha en Génova», puerto principal en todo este operativo.
Y si la organización diaria de la cocina es una obra de ingeniería, aún lo es más, si cabe, el inventariado. «Los pedidos se realizan con dos semanas de antelación y dependiendo de la procedencia de los pasajeros». Entonces, ¿la idiosincrasia nacional existe? «Sí, por supuesto. Si embarcan italianos, pedimos más pasta y pizza, por ejemplo», responde. ¿Y quiénes son los que más beben? «Los alemanes».
L’Avanguardia, un teatro futurista
Otra de las claves es la lavandería, gestionada por el indonesio Jonny Swetha. Máquinas con capacidad de hasta 200 kilos ponen a punto toda la ropa, con tambores que dan vueltas día y noche. «Tenemos una lavadora especial para la ropa del hospital. En general se encargan de la lavandería entre 35 y 40 personas en diferentes turnos, también nocturnos», dice Swetha. Secadoras y planchadoras culminan el trabajo, realizado especialmente por personal de origen asiático.
Finalmente, el teatro futurista L’Avanguardia es otro de los éxitos con dos sesiones cada día, en las que el flamenco no podía faltar. Se trata de un auditorio que muchas ciudades quisieran para sí, con 1.600 butacas, 1.000 en la platea y 600 en los palcos, con un espacio reservado para los miembros del MSC Yacht Club. Los diferentes shows se contratan a la productora Bora y las compañías actúan a bordo de seis a once meses, cuenta Daniele Morrone, el técnico encargado de que el espectáculo funcione. Eso sí, «por contrato los integrantes deben mantener la forma». Es decir, báscula y cinta métrica, fruta, agua y ejercicio físico.
No obstante, no siempre es fácil cambiar una cena por la bicicleta estática, aunque las vistas, al mar, sean las mismas.