Cierra la mítica floristería Llorenç de la calle Major de Tarragona
«La Part Alta siempre será mi casa». Llorenç Belencoso se jubila y pone fin a 38 años al frente de uno de los negocios más queridos de la ciudad. Los vecinos lloran la pérdida, que se suma a la larga lista de comercios históricos cerrados
Cierra una de las tiendas más queridas de la Part Alta de la ciudad. La floristería Llorenç llega a su fin. El propietario y alma del comercio se jubila, tras 38 años al frente del negocio. Los vecinos llorarán su pérdida, no solo por quedarse sin floristerías en la Part Alta, sino porque Llorenç daba vida a la calle Major. Es uno de esos rostros que humaniza la calle, que nos invita a pasar por allí. Su manera de hacer ha sabido ganarse a los clientes y a los vecinos. «No son clientes, son mis amigos, somos una gran familia», decía ayer, mientras lo entrevistábamos. El próximo día 31 de diciembre, abrirá por última vez su tienda.
La historia de Llorenç Belencoso se remonta al municipio de Valls. Allí nació y pasó su infancia. Cuando tenía 15 años, su madre decidió abrir una floristería en la calle Sant Oleguer. Llorenç la ayudaba, era su mano derecha. Sobre todo en aquellas cosas más complejas, como por ejemplo la elaboración de coronas de flores para difuntos o los ramos de novia. Llorenç tenía cierta destreza. Solo necesitaba ver una foto del diseño para poder reproducirlo.
Al cabo de unos años, Llorenç decidió emprender una nueva aventura en Tarragona. «Quería hacer mi vida en una ciudad, y decidí venirme a vivir aquí», explica. Trabajaba en el Basar Andorra y vivía en la calle San Pere Estubes. «Un día, paseando por la calle Major, vi que la tienda de cafés Brasilia estaba cerrada. Me puse en contacto con el propietario y llegamos a un acuerdo. Abrí una floristería», relata Llorenç.
El protagonista no tenía entre sus planes de juventud abrir una tienda de flores pero, teniendo en cuenta la habilidad que tenía, decidió tirarse a la piscina. Era el año 1987 y Llorenç tenía 27 años. Así empieza la historia de la floristería más famosa de la Part Alta.
Al principio la cosa costó. No fue fácil conseguir clientela. «La gente no me conocía. Eso sí, cuando el negocio arrancó, ya no paró», recuerda Llorenç. Él es una persona abierta, amable, simpática y educada. No ahorra en buenos días y todo el barrio le quiere. Le conocen grandes, jóvenes y pequeños. Incluso los alumnos de Lestonnac pasan a saludarle al ir o al venir del colegio.
En la floristería Llorenç se puede encontrar de todo: plantas, flores, ramos, coronas, jarrones, macetas y un largo etcétera. Y si no lo tiene, lo busca para que el cliente esté contento. Llorenç vende felicidad, alegría, conversación e ilusión.
Al principio contaba con dependientas, pero desde ya hace muchos años, la tienda la tira adelante él solo.
Según Llorenç, para ser un buen florista lo más importante es conectar con la gente y saber hacer el oficio. «Siempre ha sido una tienda abierta a la calle. Nunca me he encerrado dentro o en un despacho. Las flores están al exterior y yo intento estar a fuera todo el rato. Eso me ha facilitado el hecho de poder conectar con la gente. Estoy aquí muchas horas al día y muchos días a la semana. Al final, los clientes son como una gran familia», asegura Llorenç.
La Part Alta
Muy emocionado, el protagonista explica que el negocio le ha dado amigos, felicidad, «me ha llenado de vida», dice. También es verdad que le ha quitado mucho tiempo de calidad con su familia. «Ahora, cuando me jubile, voy a recuperarlo», añade.
Sin ninguna duda, el hecho de abrir un negocio en la Part Alta le ha marcado para siempre. «Esto es como un pequeño pueblo. Todos nos conocemos y nos saludamos», explica Llorenç, quien reconoce que, en los últimos tiempos, el casco antiguo se ha convertido en un espacio destinado exclusivamente al turismo. La Part Alta pierde esencia e identidad, y con la marcha de la floristería todavía más. Los vecinos de toda la vida están tristes.
«La Part Alta siempre será mi casa. Nunca podré dejar, forma parte de mi y me lo ha dado todo», dice, emocionado, Llorenç. Asegura que la visitará habitualmente y que se apuntará a actividades para no perder el vínculo.
Al protagonista le costó mucho tomar la decisión de jubilarse. «Ahora, ya me he hecho la idea y ya lo veo todo de otro color. Me sabe mal, pero es el momento de dar el paso. Mi mujer también se jubila y quiero hacer cosas con ella», explica Llorenç, quien añade que «por nada del mundo lo dejo porque esté cansado o porque no me guste. Todo lo contrario».
La tienda cerrará puertas el próximo 31 de diciembre y el mes de enero servirá para vaciar el local. Por el momento no tiene previsto hacer ninguna celebración, aunque tampoco lo descarta. La floristería Llorenç se suma a la larga lista de comercios históricos de la Part Alta que baja la persiana. ¡Gracias Llorenç, por todos estos años!