Caos ferroviario: el Faraón de Sant Vicenç de Calders

Ante las situaciones complicadas siempre emerge una personalidad inesperada. En este caso, Ramses Garcés, jefe de la R2 Sud que durante todo el día lidió el caos con paciencia y buen humor

Ramsés Garcés, jefe de la R2 Sud, dirige el operativo de autobuses en la estación de El Vendrell con presteza y un megáfono que se convierte en su inseparable en las primeras horas del dispositivo de transporte alternativo

En Sant Vicenç de Calders el protagonista indiscutible fue Ramsés Garcés, jefe de la línea R2 Sud de Rodalies y jefe del operativo de autobuses en la estación vendrellense. Llevó la voz cantante en todo momento. Un torbellino de energía que mantenía a empleados y conductores atentos, pero sobre todo, pendiente de que ningún usuario se quedara colgado.

«¿Queda algún viajero?», llegó a preguntar, confundido ante los numerosos periodistas que cubrían el primer día de la interrupción de trenes entre Sant Vicenç y Tarragona. Por momentos, resultaba difícil distinguir entre unos y otros.

Garcés lidia con los primeros problemas de coordinación con los conductores. Unos llegan antes de tiempo. Otros se marchan sin tener claro el trayecto. Y eso que todos ellos lo habían recorrido unos días atrás en microbuses. El GPS tampoco parece querer colaborar en la transición.

Entre medio, el jefe del operativo pasa del ‘grito pelao’ para anunciar los destinos de los autobuses al megáfono, en una estampa que será, sin duda, el cromo más buscado de la colección. La primera prueba, el regional de Barcelona a Tortosa se resuelve más o menos rápido. En 20 minutos todos los viajeros han embarcado en sus correspondientes autocares.

Le quedan muchas horas por delante, pero las encara con una energía desbordante. Así se lo transmite a sus empleados: «Esta noche no he dormido nada. Tenía los nervios de cuando era adolescente y me iba a pasar el día siguiente a PortAventura. Para mí esto es muy emocionante».

El operativo se va transformando a lo largo de la mañana. Primero son los empleados quienes levantan los carteles con los destinos. Luego, los plafones con los horarios se fijan en las vallas. Se van ajustando a las necesidades. Todo bajo las indicaciones de Ramsés Garcés que atiende también a sus jefes Raül Blanco, presidente de Renfe, y Antonio Carmona, director de Rodalies Catalunya. A media mañana incluso han instalado una carpa que protege a usuarios y empleados del sol (o de la lluvia).

No hay colas. Ni tampoco tiempo para desesperarse. La rotación de autobuses es constante. Las esperas no superan los 15 minutos, aunque la maniobra para dar la vuelta dentro del parking de la estación y ponerse en posición de carga de viajeros no es sencilla. Al menos, no para todos. «Sé girar y dar del tirón, pero hay compañeros que les cuesta un poco más», explicará unas horas más tarde un conductor que está de retén, mientras da buena cuenta de un churro. Una compañera, de descanso por aniversario, ha tenido el detalle de acercarse para endulzar la jornada a sus colegas. Mañana le tocará a ella encargarse de la coordinación de conductores.

Precisamente, para facilitar el acceso de los autocares a Sant Vicenç, en la entrada al parking de la estación, dos agentes de la policía local de El Vendrell controlan que ningún coche acceda al interior del recinto o se pare frente a la puerta. Ni para descargar personas. Un conductor desafía las indicaciones de los policías y se detiene unos instantes. Su acompañante baja del vehículo, mientras uno de los agentes saca una foto. Una imagen que en las próximas horas se convertirá en una multa.

Comienzan a aparecer las autoridades. Sus primeras valoraciones son positivas. El Plan Alternativo de Transporte funciona, aunque admiten que necesitarán algún ajuste en los próximos días. «De ‘9’, porque siempre se puede mejorar», dicen.

El despliegue en el estreno siempre alcanza para todo. El verdadero examen será en unas semanas. Cuando Ramsés Garcés vuelva a su sitio y no haya medios a los que responder. Será otra historia. En realidad el día tampoco ha sido tan distinto de los demás. Los retrasos habituales ya habituales han continuado. Porque el problema no son los buses, son los trenes. Como siempre. Los primeros retrasos también madrugan y la frustración de los usuarios comienza a brotar desde primera hora.

Anabel llega desesperada a la estación. Lleva desde las 6.00 de la mañana intentando llegar a Barcelona desde Reus. Es la encargada de abrir una tienda de ropa en la capital catalana, pero, a pesar del madrugón, no llegará a la hora. «Han anulado el tren de las 6.45 horas desde Reus y he tenido que coger un taxi hasta la Imperial Tarraco para coger el autobús y venir a Sant Vicenç», cuenta. Le ha servido de bien poco, porque cuando ha llegado al andén, el tren había cerrado puertas y no ha podido subirse.

A su lado Kira, cargada con una niña de unos meses en la mochila, teme que no llegará a su cita médica. Los autobuses funcionan, los trenes, no. Empiezan a acumularse los retrasos en los regionales. Alguno ni sale.

Las pantallas de la estación no sirven de nada. Los propios informadores admitían a los usuarios que no se guiasen por ellas. Ellos eran los encargados de dirigir a los viajeros, con la ayuda, puntual de una megafonía que anunciaba trenes que no pasaban.

Los nervios de Anabel y Kira llegan al punto de buscar una alternativa. «¿Compartimos taxi?», se consultan. Una idea que enseguida se derrumba. «Me piden 140 euros, no nos sale a cuenta», señala Kira, al tiempo que llama a la clínica en busca de una nueva cita.

La frustración contagia a Anabel que ya piensa en el día de mañana: «Me levantaré antes para coger un tren y llegar a Barcelona una hora y cuarto antes de abrir». El primer día se ha salvado, pero ahora vendrán los días sin políticos y sin Ramsés. Eso quizás sea lo peor. ¡Que no nos quiten a Ramsés!