¿Son los ansiolíticos una gran amenaza?
Los psicólogos advierten que el uso de benzodiacepinas es cada vez más frecuente.
Los jóvenes son un perfil de la población que cada vez tienen más dependencia de ellos
«Todo comenzó cuando decidí tomar un diazepam de los recetados a mi madre, que sufría de insomnio, para poder calmar mis nervios y dormir mejor. Fue una manera eficiente de poder matar ese nudo que se me hacía en el estómago. La primera noche me acuerdo que dormí del tirón y me levanté especialmente descansado. La experiencia fue tan buena que repetí al día siguiente. Cuando me di cuenta necesitaba el consumo de esta pastilla para poder conciliar el sueño y tranquilizarme. Eso sí, ya no valían 2 mg de diazepam, necesitaba más. Fui subiendo hasta los 10 mg cada noche. Sin ella notaba que me faltaba algo y me ponía nervioso y no podía dormir. Hasta que yo y mis padres decidimos que no podía seguir así».
Javier -nombre ficticio- relata para el Diari una experiencia aterradora. Un chico de 28 años que a la edad de 25 años comenzó una adicción a los ansiolíticos, en concreto al diazepam, que hoy parece tener superada, aunque él nunca levanta el pie del freno: «Gracias a la ayuda de mi psicólogo he podido dejar atrás esta adicción. Pero nunca la pierdo de vista. Siempre me mantengo alerta porque nunca se sabe. Es duro decirlo, pero la tentación siempre está».
Su caso, por desgracia no es aislado, pero antes de explicar eso primero hay que preguntarse lo siguiente: ¿Qué son los ansiolíticos? Un ansiolítico (o tranquilizante menor) es un fármaco psicotrópico que tiene una acción depresora del sistema nervioso central. Actúa ralentizando el ritmo y las funciones del cuerpo, y produciendo efectos de relajación y somnolencia. Por lo mismo, se utiliza principalmente en el tratamiento de la ansiedad, el insomnio y otros trastornos psicológicos.
Al igual que Javier son muchas las personas que no reconocen o que quizás no tienen una adicción, pero que sí que han encontrado en las benzodiacepinas una vía de escape. La Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas, EDADES, elaborada en 2022 por el Plan Nacional sobre Drogas, revela que el consumo de hipnosedantes en España ha alcanzado el máximo de su serie histórica: el 23,5% de la población de entre 15 y 64 años los ha tomado alguna vez, con o sin receta, y 713.000 personas se iniciaron en su consumo en el último año. Ese 23,5% de quienes han tomado benzodiacepinas alguna vez en la vida era en 2005 un porcentaje que no llegaba ni al 9%, en concreto, un 8,7%. Por eso no resulta sorprendente cuando se dice que España es el país con mayor consumo de ansiolíticos del mundo. Tan crudo como real.
Benito Rosas, director de Interapia y especialistas en adicciones y trastornos mentales, confirma que cada vez hay más pacientes que reconocen el uso de este tipo de ansiolíticos: «Primero lo que hay que dejar claro es que el paciente viene con un problema inicial que es una ansiedad, una depresión o una tristeza absoluta y eso es el problema de consulta manifiesta. En la primera sesión ya se hacen preguntas para estudiar el caso y ya algunos confiesan que están tomando psicofármacos. Entonces se pregunta cómo lo toman si de manera regulada o sin seguir la prescripción de un especialista. Es ahí cuando se detecta que hacen un mal uso y se detecta una adicción porque no pueden prescindir de la medicación».
¿Solo con receta médica?
Hay que recordar que las benzodiacepinas solo se pueden comprar en España con receta médica. El problema está en que existe un mercado negro en el que hay stock a un precio desorbitado. Por no hablar, de que en muchas ocasiones el paciente se automedica incluso con psicofármacos recetados para un familiar, amigo, conocido... Para Rosas este fácil acceso lo complica todo porque normalmente el perfil de la persona que empieza a consumir suele tener rasgos similares: «Son personas que quieren resultados inmediatos para superar una mala experiencia que han sufrido hace poco o que ya llevan años arrastrando. Lo que no saben es que consigue resultados efímeros que terminan derivando en una adicción. La vía para solucionar estos problemas es mediante la psicoterapia. Esta es la mejor manera de saber superar esos episodios traumáticos que no han sabido integrar ni metabolizar y de los que por tanto no han logrado salir fortalecidos».
Javier es solo un ejemplo más de lo que cualquiera de estos ansiolíticos puede generar en una mente inestable. Orfidal (lorazepam), Valium (diazepam) o Trankimacin (alprazolam) son los más conocidos. El perfil del consumidor se está diversificando en dos ramas: los jóvenes y las personas mayores de 50 años. Es más, según el sindicato CSIF, casi la mitad de los empleados públicos en España consume ansiolíticos a diario.
Sin embargo, preocupa especialmente que los más jóvenes estén cada vez más familiarizados con tomar este tipo de ansiolítico. El informe del Ministerio de Sanidad sobre el consumo de drogas en la Enseñanza Secundaria (Estudes), realizado con menores de 14 a 18 años, alerta de esta tendencia. Según este documento, uno de cada cinco menores afirma haber consumido, de manera esporádica. Y la mitad de ellos admite que lo consumió sin prescripción médica. ¿Por qué crece tanto el uso entre los más jóvenes? La realidad es que en estos momentos hay dos usos concretos que se le dan a estos psicofármacos. El primero es para intentar controlar la ansiedad, la depresión o el insomnio, como hacía Javier.
Rosas cree que pueden ayudar a combatir esta falta de sueño si se usa de manera pautada por un especialista, pero cree que es una solución temporal y que no ataca a la raíz principal del problema: «Los malos hábitos han dejado a la persona sin dormir o durmiendo muy poco. El sueño es regenerador. Nos ayuda a ordenar experiencias del día a día y les cuesta precisamente coger el sueño porque no han sabido ordenarlas o arrastran experiencias traumáticas que no han podido superar. Cuando pasa esto, la persona recurre a los ansiolíticos. En estos casos es importante orientar a la persona a que hagan un tratamiento para identificar las variables que causan este problema y que se demuestre que no es una causa orgánica. La mayoría de las veces tienen un origen psicológico».
Sin embargo, hay un nuevo uso que va al alza y preocupa. Este se da cuando la benzodiazepina se usa para mezclarla con alcohol, cannabis o otras drogas estimulantes. El problema de los ansiolíticos y su consumo irresponsable está a la orden del día. Si se usan de manera pautada pueden ser un gran aliado contra trastornos mentales como la ansiedad o la depresión, pero si entramos en el terreno de la automedicación pueden terminar siendo grandes enemigos. «Yo sobre todo lo que recomiendo es que nunca se tomen este tipo de medicamentos sin antes consultarlo con un médico. Esto no es un ibuprofreno o un paracetamol. Va mucho más allá y si estás en un momento de inestabilidad emocional te puede generar una falsa inseguridad que con el paso del tiempo genera adicción». Así concluye Javier su relato. Da para pensar.
En España solo se puede acceder al consumo de ansiolíticos de manera legal mediante una receta médica que debe pautar un médico. Sin embargo, el problema está en que cada vez hay más consumo ilegal de este tipo de psicofármacos. Internet se ha convertido en un escenario de compra y venta en el que se puede acceder con facilidad a este tipo de medicamentos con un sobrecoste importante que puede ser de hasta 40 veces más que el de su precio con receta. La situación preocupa y ya han habido varias redadas a nivel nacional en el que se ha incautado un gran número de este tipo de fármacos. Hay que recordar que esta ilegalidad podría comportar de 3 a 10 años de cárcel.