«Algunos solo me veían como becaria sin pensar que, un día, ellos también lo fueron»
La remuneración es uno de los puntos más polémicos y que más frustración produce a los estudiantes en prácticas. La posibilidad de quedarse, lo que más les motiva
«No te puedes permitir, económicamente, estar un año de becario». Durante el verano de tercero, Èrik (21 años) empezó a realizar prácticas extracurriculares en una agencia de comunicación en Reus. En ella, ejecutaba múltiples tareas como elaboración de blogs, control de redes sociales y estrategia SEO. Veinte horas semanales por 280 euros al mes. «Nunca supe si la cantidad de faena que recibía se ajustaba a mi contrato», afirma Èrik. «Al principio, me llevaba mucho trabajo en casa, hasta que me di cuenta de que no valía la pena porque sabía que solo era becario y que por mucho que hiciera nunca subiría de categoría dentro de la empresa».
Muchos jóvenes, como Èrik, piensan que es esencial realizar prácticas antes de iniciarse en el mundo laboral, sin embargo, esta realidad, está llena de claroscuros y cuestiones que afirman, que deberían mejorar. «Cuando finalizó mi contrato me propusieron hacer prácticas curriculares, les gustaba como trabajaba y me sentía muy a gusto, pero sabía que a partir de ahora haría la misma faena pero sin cobrar».
La remuneración es uno de los puntos más polémicos y que más frustración produce a los estudiantes. Denuncian que en las prácticas curriculares, que en la mayoría de los casos, son obligatorias, deberían dar una mínima compensación, al menos para cubrir los gastos, pero que en las extracurriculares deberían pagar algo más. «Si ellos cobran por hacer las mismas tareas, a nosotros también nos tendrían que pagar» señala Paula, estudiante de Periodismo.
Ante esta demanda, el responsable de prácticas de la URV, Jan Gonzalo, asegura que «sería muy complicado obligar a las empresas a que en las curriculares -que son obligatorias, y que hay que hacerlas sí o sí– todas pagaran». «Es cierto que hay empresas que con muy buena voluntad pagan y eso está muy bien y de agradecer», añade Gonzalo. En el caso de la facultad de Lletres, la cifra de lugares que otorgan una ayuda económica para el alumno, gira en torno al 10%.
Antes de terminar las prácticas curriculares, a Alba le ofrecieron seguir durante los meses de verano; sin embargo, tuvo que rechazar la oferta y volver a Zaragoza, ya que no podía continuar en la ciudad, teniendo en cuenta el dinero que iba a recibir: «Me dejaba más dinero en vivir en Tarragona y en el piso que en lo que iba a ganar, y aparte sabía que después no habría opción de contrato».
Oportunidad de quedarse
Poder quedarse en la empresa donde se han realizado las prácticas, parece casi imposible y por lo general, tan solo entre el 10 y 20% lo consigue. «Cada año tenemos estas pequeñas alegrías de que hay gente que se acaba quedando», comenta Gonzalo. Además, señala que existe un perfil de empresas que son más propensas a contratar a gente en prácticas: «Suelen ser empresas pequeñas y en crecimiento, que tal vez tiene a 2 ó 3 personas y que quieren empezar a formar una estructura para consolidarse y puede ser que te puedas quedar porque el trato es más directo». Sin embargo, la gran mayoría de jóvenes tiende a apostar justamente, por lo contrario: «Algo muy obsesivo es que la gente quiere ir a las empresas grandes donde ya tienen rutinas y formas de hacer muy establecidas y es muy difícil poder quedarte luego. Son empresas en las que el estudiante puede pasar más desapercibido», afirma Jan.
En el caso de Èrik, realizó casi 1.000 horas entre prácticas curriculares y extracurriculares: «Después de las curriculares me volvieron a ofrecer extracurriculares». A pesar de que las aceptó, meses después, decidió marchar: «Empecé a notar que por mucho que hiciera no me podría quedar, yo se lo comentaba a ellos, y me decían que, económicamente, no lo veían posible». En ese momento fue cuando empezó a buscar otras posibilidades y empresas para poder continuar su formación laboral: «Si todo seguía igual y no me contrataban, les dije que me iba, me dijeron: ‘vale’ y me fui». A pesar de esto, afirma que la relación con sus compañeros siempre fue muy buena y que aprendió mucho de ellos.
La mayoría coincide en que, a pesar de que los primeros días era inevitable sentirse becario, a medida que pasaba el tiempo se notaban más integrados. En el caso de Jema, estudiante de Treball Social, realizó prácticas en un centro de atención primaria asesorando y acompañando a los usuarios que lo requerían. «Al principio sí que me sentía como estudiante en prácticas. Tenía que conocer el entorno, los profesionales... porque era todo nuevo, pero a medida que iba avanzando me sentía parte del equipo». Por otro lado, Abril, estudiante de Comunicació, afirma que, a pesar de ganarse el cariño, había gente a la que su presencia le incomodaba: «Poco a poco empecé a demostrar que podía ser una compañera más y no solo una becaria, aunque siento que hubo gente que solo me veía como eso, sin pensar que, un día, ellos también lo fueron».