Adiós a las cabinas: Tarragona concede la licencia para su retirada de la vía pública
La empresa Telefónica ha solicitado permiso para iniciar el desmontaje de 24 de los antiguos aparatos, que se han convertido en elementos de vandalismo y suciedad
Pasamos todos los días por el lado de alguna, sin embargo, desde hace mucho tiempo las cabinas telefónicas han desaparecido del imaginario de los peatones, muy a menudo con la vista pegada al móvil sin percatarse de su existencia. ¿Dónde queda la cabina más próxima? «Creo que había una en Verdaguer, que ahora mismo no sé si todavía está o no pero me acuerdo porque nunca funcionaba», afirma Indalecio Fuentes. Sí, no funciona pero sigue estando allí. No obstante, puede decirse que tiene los días contados, después que la compañía Telefónica ya tiene la licencia de obras para la retirada de 24 de las cabinas que todavía quedan en la Tarragona.
«Desde el Ayuntamiento alentamos a la empresa a que las retiren cuanto antes, porque son residuos urbanos en toda regla», afirma el concejal de Territori, Xavier Puig. Desde el 1 de enero de 2022, la multinacional Telefónica ya no está obligada a prestar el servicio, en otros tiempos imprescindible, y a partir de este momento se ponía en marcha un plan ordenado de desmantelamiento, en colaboración con los ayuntamientos.
«Es un tema que ya estábamos encima, que sigue la línea de promover un espacio público de calidad. Los residuos deben ir fuera, como el palo de la luz de Torroja y los quioscos abandonados que ocupan espacio inútilmente», argumenta el tercer teniente de alcalde.
Finalmente, el año pasado la empresa presentó una solicitud para la licencia, de forma que desde la fecha de su concesión –el pasado 19 de octubre– dispone de un plazo de doce meses para hacer efectiva la retirada. Prácticamente la mitad de estas antiguas cabinas se encuentran en la zona centro, en algunas de las arterias más transitadas como la Rambla Nova o la Plaça de la Font. No obstante, también van a desmontarse cuatro aparatos en la zona Nord, otros ocho en los barrios de Ponent y uno en la urbanización de La Móra.
Desde el Diari, no ha sido posible contactar con la compañía para confirmar el número de cabinas que todavía queda en la ciudad. La última cifra que se había dado a conocer la compañía hablaba de alrededor de una cuarentena, situadas tanto en plazas como en calles estratégicas para hacer una función que desde hace mucho tiempo ya no cumplen.
Y es que, poco a poco, estas instalaciones han ido deteriorándose y convirtiéndose en elementos vandalizados. En un recorrido por el centro puede verse el estado en el que muchas de estas se encuentran. La ruta empieza en la Plaça de la Font. En el extremo más alejado al Palau Municipal, junto a la salida del parking, se encuentra una de estas cabinas. Si uno no la busca, prácticamente pasa desapercibida, ya que queda oculta tras una lámina de acero toda llena de carteles y pegatinas. Los dos teléfonos no funcionan, como tampoco lo hacen los de la Plaça Verdaguer, donde incluso se han robado los cables de cobre y los viejos aparatos para la escucha.
En la Rambla Nova encontramos cuatro. La primera, a la altura de la calle Unió, uno de los cristales está roto y ha desaparecido uno de los teléfonos. El otro no funciona. La estructura está llena de pintadas y carteles, lo que genera una imagen muy deplorable. Escasos metros más arriba, en este caso en la coca central, hay la segunda. Está ubicada junto al quiosco Roslena y ninguno de los dos aparatos funciona. Tampoco lo hace la que queda a la altura de Rovira y Virgili, mientras que la que queda a la altura de Higini Anglès tan solo mantiene la estructura, ya que los teléfonos ya no están.
En la plaza de Cronista Sesé, la cabina estaba junto al quiosco de prensa que se desmontó hace unos años. «Son cosas de los nuevos tiempos, poco a poco estas cosas van desapareciendo», afirma Pilar Llop.
El Ayuntamiento defiende que ahora mismo las cabinas «ensucian el espacio público» y que «son elementos de inaccesibilidad de primer orden».
Algunas cifras apuntan que España llegó a tener alrededor de 65.000 cabinas, muchas de las cuales han ido desapareciendo en los últimos años. Tras la retirada, estas van al desguace y, si es posible, se aprovechan algunos de sus componentes. Pese a ello, los robos y el vandalismo hacen que cada vez sea más difícil que estos componentes continúen en su sitio.
No han faltado las iniciativas para darles una segunda vida, como puntos para el intercambio de libros, entre otras. Sin embargo, en la mayoría de grandes ciudades su situación es lamentable.