383 internos trabajan para 13 empresas de Tarragona tras los muros de Mas d’Enric
El Centre de Iniciatives per a la Reinserció coordina diferentes empresas catalanas para producir dentro de los centros y formar a los internos para su reorientación laboral
Dentro de los muros del Centro Penitenciario de Mas d’Enric de Tarragona hay 383 personas internas que producen para el Centre de Iniciatives per a la Reinserció (CIRE). Este organismo coordina diferentes empresas catalanas para producir dentro de los diferentes centros penitenciarios en labores como el montaje y la manipulación, la confección, el mantenimiento y los servicios exteriores. A estas rutinas habría que sumar las tareas propias del centro, que también son asumidas por los internos, como pueden ser la cocina, servicio de tienda, lavandería o la limpieza. El CIRE coordina a 13 empresas catalanas dentro de Mas d’Enric, la mayoría de ellas asentadas en el Camp de Tarragona.
La veterana RPK
En este diario hemos podido acceder a las instalaciones penitenciarias situadas en El Catllar para conocer de primera mano cómo funciona este proyecto y cómo lo viven los internos en su día a día. Una de las empresas que más tiempo lleva trabajando en el centro es RPK, una compañía Vizcaína dedicada a la automoción que tiene uno de sus centros en el polígono Francolí. Desde su instalación en el territorio tarraconense, RPK buscó una entidad social de proximidad con la colaborar, tal y como nos explica Mitxel, responsable financiero de la empresa. El responsable nos detalla que «esta es una política que han seguido en todos los lugares en los que se han instalado», como en Méjico, India o en Vitoria-Gasteiz.
La conexión con el CIRE fue inmediata y desde hace cinco años gestionan la verificación y revisión de parte de sus piezas dentro de los muros de la prisión. Los diferentes elementos que pasan por este centro formarán parte del circuito de frenos, la caja de dirección o los limpiaparabrisas de diversos vehículos. Además, este sector cuenta también con un pequeño taller de pintura de piezas.
El encargado del sector nos muestra sus instalaciones y nos detalla que «poder salir a talleres supone una desconexión del inframundo que viven cada día». Esta zona de trabajo cuenta con una particularidad, y es que es una de las pocas en las que hombres y mujeres trabajan juntos de toda Cataluña. Para el responsable, esta cuestión es clave para «poder aumentar la socialización dentro del centro».
Es reseñable que el trabajo realizado en este espacio «forma parte de una cadena de producción real», una responsabilidad que valoran especialmente los internos, y consideran que «les prepara para el mundo les espera fuera de estos muros». La confianza depositada por la empresa se hace presente en el día a día de los reos, quienes «toman consciencia de que su trabajo aquí no es banal». De hecho, el director financiero de RPK nos explica cómo, en ocasiones, «el trabajo de los internos llega directamente al cliente», teniéndolos en consideración como una pieza más de su engranaje empresarial.
En el caso de RPK, los internos verifican una media de «un millón de piezas al mes», motivo que podría explicar la confianza que deposita la empresa en ellos. Su jefe de sector asegura que «en meses de alta demanda la producción ha llegado a los tres millones de piezas». Para llevar un control exhaustivo del trabajo realizado, RPK realiza frecuentes auditorias y, a veces, ofrece formaciones sobre nuevas tareas que se incorporen a la producción.
Coordinación de equipos
Tal y como detalla el jefe de talleres del centro penitenciario, José Ignacio García, «no todo el mundo sirve para todos los trabajos». Para hacer una selección efectiva, los internos pasan por un periodo de 15 días de prueba. La mayoría de ellos no cuentan con experiencia previa en este ni en otros sectores laborales, pero mediante este filtro se «miden sus capacidades para el trabajo». En caso de no superar este periodo el jefe de talleres busca reubicarlos «en otra de las doce empresas de las que dispone el centro».
García lleva más de veinte años vinculado al CIRE, coordinando el trabajo de todos los reclusos del centro. Él mismo nos explica como «el trabajo no ha parado de cambiar», aún recuerda como en la antigua prisión de Tarragona se realizaban rellenos de colchones y «los responsables de ese taller emprendieron su propio negocio una vez pudieron salir».
Andrea, responsable de un sector de confección, nos explica que «su taller creció mucho desde la pandemia» y encara como un reto «poder organizar un equipo tan numeroso». No hay que desestimar que este trabajo supone también «una ayuda económica indispensable» para Andrea, quien ha conseguido blindar una buena situación dentro de su puesto de encargada.
Andrea define su rutina laboral como «una bendición», ya que dentro de la privación de libertad, consigue «dignificarse gracias al trabajo». Ella se había dedicado previamente al diseño de moda pero cambio su ámbito y ahora, enseña a los nuevos reclusos «un oficio desde cero». Con orgullo nos cuenta como «ha conseguido formar a estos jóvenes y ahora se lo agradecen», ya que muchos al salir en libertad se postulan para el mismo oficio.
La vida después de la cárcel
Más allá del trabajo en sí, desde el CIRE también se ofrecen formaciones profesionales para ayudar a enfocar la carrera de los internos una vez puedan salir. Algunas de estas están homologadas por el SOC o especializadas con otros certificados oficiales de restauración, jardinería, lampistería, soldadura, informática o confección. Tal y como indica David Font, director del CIRE, «los internos serán en algún momento personas en libertad y vivirán y trabajarán en el territorio», por este motivo, «se trabaja con las necesidades del mercado laboral de cada zona».
El CIRE ofrece además un acompañamiento durante el régimen abierto hasta que llegan al mercado laboral. Este se hace hasta conseguir un grado 100.2, mediante el cual los internos consiguen poder salir por motivos laborales. En este tiempo, 321 personas de las que han pasado por el centro penitenciario de Mas d’Enric en Tarragona han conseguido su reinserción laboral. Cabe destacar que los datos de reinserción en Catalunya son muy positivos, el departamento de Justícia de la Generalitat cifra en un 70% aproximadamente la no reincidencia de los presos.
Dentro de los muros del Centro Penitenciario de Mas d’Enric de Tarragona hay 383 personas internas que producen para el Centre de Iniciatives per a la Reinserció (CIRE) . Este organismo coordina diferentes empresas catalanas para producir dentro de los diferentes centros penitenciarios en labores como el montaje y la manipulación, la confección, el mantenimiento y los servicios exteriores.
A estas rutinas habría que sumar las tareas propias del centro, que también son asumidas por los internos, como pueden ser la cocina, servicio de tienda, lavandería o la limpieza. El CIRE coordina a 13 empresas catalanas dentro de Mas d’Enric, la mayoría de ellas asentadas en el Camp de Tarragona.
La veterana RPK
En este diario hemos podido acceder a las instalaciones penitenciarias situadas en El Catllar para conocer de primera mano cómo funciona este proyecto y cómo lo viven los internos en su día a día. Una de las empresas que más tiempo lleva trabajando en el centro es RPK, una compañía Vizcaína dedicada a la automoción que tiene uno de sus centros en el Francolí.
Desde su instalación en el territorio tarraconense, RPK buscó una entidad social de proximidad con la colaborar, tal y como nos explica Mitxel, responsable financiero de la empresa. El responsable nos detalla que «esta es una política que han seguido en todos los lugares en los que se han instalado», como en Méjico, India o en Vitoria-Gasteiz.
La conexión con el CIRE fue inmediata y desde hace cinco años gestionan la verificación y revisión de parte de sus piezas dentro de los muros de la prisión. Los diferentes elementos que pasan por este centro formarán parte del circuito de frenos, la caja de dirección o los limpiaparabrisas de diversos vehículos. Además, este sector cuenta también con un pequeño taller de pintura de piezas.
El encargado del sector nos muestra sus instalaciones y nos detalla que “poder salir a talleres supone una desconexión del inframundo que viven cada día”. Esta zona de trabajo cuenta con una particularidad, y es que es una de las pocas en las que hombres y mujeres trabajan juntos de toda Cataluña. Para el responsable, esta cuestión es clave para “poder aumentar la socialización dentro del centro”.
Es reseñable que el trabajo realizado en este espacio “forma parte de una cadena de producción real”, una responsabilidad que valoran especialmente los internos, y consideran que “les prepara para el mundo les espera fuera de estos muros”. La confianza depositada por la empresa se hace presente en el día a día de los reos, quienes «toman consciencia de que su trabajo aquí no es banal».
De hecho, el director financiero de RPK nos explica cómo, en ocasiones, “el trabajo de los internos llega directamente al cliente”, teniéndolos en consideración como una pieza más de su engranaje empresarial.
En el caso de RPK, los internos verifican una media de «un millón de piezas al mes», motivo que podría explicar la confianza que deposita la empresa en ellos. Su jefe de sector asegura que «en meses de alta demanda la producción ha llegado a los tres millones de piezas». Para llevar un control exhaustivo del trabajo realizado, RPK realiza frecuentes auditorias y, a veces, ofrece formaciones sobre nuevas tareas que se incorporen a la producción.
Coordinación de equipos
Tal y como detalla el jefe de talleres del centro penitenciario, José Ignacio García, «no todo el mundo sirve para todos los trabajos». Para hacer una selección efectiva, los internos pasan por un periodo de 15 días de prueba.
La mayoría de ellos no cuentan con experiencia previa en este ni en otros sectores laborales, pero mediante este filtro se «miden sus capacidades para el trabajo». En caso de no superar este periodo el jefe de talleres busca reubicarlos «en otra de las doce empresas de las que dispone el centro».
García lleva más de veinte años vinculado al CIRE, coordinando el trabajo de todos los reclusos del centro. Él mismo nos explica como «el trabajo no ha parado de cambiar», aún recuerda como en la antigua prisión de Tarragona se realizaban rellenos de colchones y «los responsables de ese taller emprendieron su propio negocio una vez pudieron salir».
Andrea, responsable de un sector de confección, nos explica que «su taller creció mucho desde la pandemia» y encara como un reto «poder organizar un equipo tan numeroso».
No hay que desestimar que este trabajo supone también «una ayuda económica indispensable» para Andrea, quien ha conseguido blindar una buena situación dentro de su puesto de encargada.
Andrea define su rutina laboral como «una bendición», ya que dentro de la privación de libertad, consigue «dignificarse gracias al trabajo». Ella se había dedicado previamente al diseño de moda pero cambio su ámbito y ahora, enseña a los nuevos reclusos «un oficio desde cero». Con orgullo nos cuenta como «ha conseguido formar a estos jóvenes y ahora se lo agradecen», ya que muchos al salir en libertad se postulan para el mismo oficio.
El CIRE gestiona el servicio de alimentación
El CIRE firmó por primera vez esta semana la gestión del servicio de alimentación de los internos en todos los centros de Catalunya. En Mas d’Enric ya se gestionaba de esta manera, ofreciendo servicio a los funcionarios también de la mano del trabajo de los internos. Ahora el contrato se ha hecho extenso al resto de prisiones durante 60 meses.
El contrato tiene un presupuesto base de licitación de 13’8 MEUR y un valor estimado de 75’8 MEUR, en el caso de hacer efectivas todas las prórrogas. Hasta diciembre de 2024 el CIRE prevé 1.460 horas formativas para la integración de los internos en el servicio, en toda Catalunya serán 975 personas internas ocupadas.
El objetivo de este contrato es «ofrecer una formación práctica para mejorar su reinserción en libertad», ya que este es un sector que cuenta con «una alta demanda de ocupación en el actual mercado laboral».