¿Despedirse de las gafas con láser o lentes intraoculares?
En todos los procedimientos, los especialistas de IMO Grupo Mimara buscan siempre la mejor combinación entre eficacia, seguridad y satisfacción de las necesidades del paciente
Como alternativa al uso de gafas o lentes de contacto, existen múltiples técnicas de cirugía refractiva eficaces para corregir miopía, hipermetropía o astigmatismo, así como para hacer frente a la presbicia o «vista cansada». Tanto en los procedimientos láser, como en la implantación de distintos tipos de lentes, los especialistas de IMO Grupo Miranza, buscan siempre la mejor combinación entre eficacia, seguridad y satisfacción de las necesidades visuales del paciente.
«En la cirugía para corregir los defectos refractivos existen distintas opciones quirúrgicas que se tienen que personalizar, en función de la edad y de las características del ojo de cada paciente», explica el Dr. Daniel Elies, cirujano experto en estas intervenciones.
Generalmente, las opciones se dividen en dos grupos: técnicas con láser y técnicas con lentes intraoculares. «Cuando tenemos una refracción alta o una córnea de mala calidad, de un grosor bajo, alterada o desestructurada, la primera opción será, seguramente, una lente intraocular», indica el especialista, uno de los oftalmólogos con mayor experiencia en la implantación de lentes intraoculares (lleva más de 3.000 de tipo ICL implantadas).
Lentes reversibles y biocompatibles
Asimismo, según Elies, «los pacientes que por edad o características del ojo deben optar por lentes, se benefician de una importante ventaja: la reversibilidad, es decir, que en cualquier momento podemos volver al punto de partida de antes de la cirugía, sin alterar el ojo, más allá de la mínima incisión por la que se introduce y extrae, en caso de ser necesario, la lente».
El modelo más conocido es la ICL, que es una lente hecha de colámero, un material con muy buena biocompatibilidad y que no comporta riesgo de rechazo, además de lograr muy buena calidad de visión, puesto que no se toca la córnea, ni el cristalino, una lente natural del ojo, responsable de que enfoquemos correctamente y que sigue manteniendo sus características inalteradas.
Todas estas ventajas hacen que «a partir de unas determinadas dioptrías, o incluso en el caso de una miopía baja, si la córnea no tiene las características apropiadas, cada vez más optemos por este tipo de lentes que son muy seguras y que dan una calidad de visión excepcional», asegura Elies.
Láser: 25 años de eficacia
Pese a ello, «si tenemos una córnea en muy buen estado, con una graduación que no sea muy elevada, la elección se va a ir más hacia el láser, cuyo objetivo es modificar su curvatura para que los rayos de luz que inciden sobre ella puedan enfocarse correctamente en la retina, consiguiendo así una visión nítida», aclara el especialista.
Existen varias técnicas que se basan en el uso de láseres de gran precisión y última generación para «moldear» la córnea, como el Lásik, la técnica más utilizada en todo el mundo y que ha demostrado su eficacia desde hace más de 25 años; la técnica SMILE, más reciente y que se caracteriza por ser mínimamente invasiva o la PRK, un procedimiento que actúa a nivel superficial, por lo que no requiere acceder al interior de la córnea.
La indicación
Para obtener éxito en la cirugía refractiva, antes es necesario realizar una buena indicación, y para eso el cirujano debe analizar todos los datos de la refracción del paciente. «La exploración, tanto de la córnea como de todo el resto del ojo, son clave para saber si un ojo es buen candidato para operarse. Existe una indicación para cada paciente, teniendo en cuenta que no es mejor una técnica que otra, sino que hay una técnica indicada para cada persona, no ya solo por las características de su ojo, sino también por su profesión, aficiones, hábitos de vida y expectativas», explica Elies.
Diagnóstico y exploración previa a la cirugía refractiva
Por ello, el paciente que se enfrenta a una cirugía refractiva tiene que pasar por una serie de exploraciones y pruebas, como la tomografía corneal, un mapa de la córnea que permite conocer su grosor, características ópticas y grado de aberraciones ópticas, «lo que nos permite saber si ese ojo cumple las características para operarse con láser o no», indica el oftalmólogo.
Además, también es importante saber en qué estado está la retina, especialmente la mácula, así como el cristalino y, en general, todo el polo anterior. En este sentido, destacan los nuevos OCT, una prueba que se basa en la luz para conseguir unas imágenes de campo amplio que muestran absolutamente todo el segmento anterior, incluso de forma dinámica, y a dan una idea completamente fidedigna de cómo es el ojo y de cómo va a ser, luego, el resultado de la cirugía.
Asimismo, «es clave hacer un estudio previo de ojo seco para evitar malestar y complicaciones postoperatorias. En este sentido, si el paciente padece sequedad ocular, esta condición se trata antes de que se someta a la cirugía y también durante el tiempo que sea necesario tras la intervención», añade Elies. Pero más allá de la cirugía, los expertos de IMO Grupo Miranza recuerdan que «una vez realizada la operación, el ojo sigue siendo miope, es decir, sigue teniendo características miopes, que se asocian a otras patologías que pueden ser de retina, patologías de mácula o enfermedades de cristalino. Por tanto, se deben mantener las revisiones, puesto que hemos corregido la miopía, pero no hemos cambiado el resto del ojo». IMO Grupo Miranza. Tel. 93 400 07 00 y web: www.imo.es