Reus: «La gente trabaja mejor en un ‘coworking’ que en su casa»

Los modelos de espacio laboral compartido seducen a perfiles de todo tipo, desde diseñadores web a abogados. Su continuidad confirma que no eran una moda

El origen de todo fue la necesidad de Núria Rios, consultora de marketing, de contar con un espacio propio de trabajo, allá por 2018. El resultado, dos coworkings en Reus: el Espai Factoria Flat, en el Raval de Santa Anna, y el Espai Factoria Street, en la calle Sant Vicenç, que gestiona junto a Carles Sanromà, guía de montaña.

El sistema en el que profesionales individuales comparten un lugar donde desarrollar su actividad sigue vigente unos cuantos años después y tras una pandemia. Pero la cosa tiene su secreto: «No puede haber solamente mesas y sillas, eso para mí está muerto; la clave es la dinamización», apunta Núria.

Y debe de dar buen resultado porque sus dos coworkings están llenos y apenas hay rotación. El Factoria Flat aloja a ocho coworkers; y el Factoria Street, que se ubica a pie de calle, a otros 12. La ocupación, de hecho, fue alta ya desde el inicio y con perfiles realmente dispares. «Ha habido desde un abogado especializado en reclamaciones a compañías aéreas hasta diseñadores de páginas web, profesionales dedicados a los recursos humanos o de gestorías. Casi todos son pequeños emprendedores o freelance», recuerda Núria.

Y Carles vuelve a poner el foco en el núcleo de su proyecto: «El valor se encuentra en generar dinámicas, en crear sinergias. Lo bueno es que alguien que está estancado en un reto pueda comentarlo y el resto aporten ideas, le hagan de frontón, colaboren... Eso es la gran riqueza y es una forma maravillosa de hacer comunidad. Y también que, si yo necesito algo que produce alguien que tengo al lado, por supuesto que puedo encargárselo a él».

El vínculo profesional y personal

Entonces, la de este tipo de espacios ¿no fue una moda? «No, es algo que funciona», comenta Núria.

¿Y el teletrabajo, qué impacto ha comportado? «Tenemos un porcentaje de gente que puede elegir y prefiere no hacerlo siempre en casa porque percibe que en el coworking se rinde mucho más y que hace en cuatro horas lo que de otra manera le costaría seis. Además, venir también es una forma de que el entorno entienda el hecho de que alguien va al trabajo: había quien, por hacerlo desde su piso, tenía que ocuparse de todos los recados y de cualquier tarea que surgiese, y este es también un modo de poner orden en eso», explica.

El modelo que manejan Núria y Carles gira alrededor de un ambiente familiar. Los viernes hay vermut. «Da buen rollo saber que ese día tienes allí a los coworkers y puedes charlar, pedir ayuda para un proyecto que te está desbordando, preguntar a alguien cómo resuelve tal cosa que a ti te cuesta...», dice Núria.

«Todo eso forma el alma de nuestros coworkings», añade Carles. E incide en las «tres patas» que debe tener uno de estos espacios para resultar útil: «La comodidad, las sinergias profesionales y las sinergias personales».

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