Paseo imposible por Reus
En silla de ruedas, callejear, comprar el pan o tirar la basura no es tan fácil. El ‘Diari’ acompaña a Julián Fuentes, del colectivo Minusválidos Reus, en un recorrido de 600 metros por el centro plagado de barreras «que nos prohíben vivir»
Adoquines, aceras demasiado estrechas, baches, escalones y terrazas de restaurantes salen al paso de quienes tratan de moverse en silla de ruedas por Reus. El Diari acompaña en un paseo por el centro de la ciudad a Julián Fuentes, uno de los impulsores del grupo Minusválidos Reus que, este septiembre, registró en el Ayuntamiento 5.365 firmas de ciudadanos reclamando la eliminación de las barreras arquitectónicas.
El colectivo ha identificado ya cerca de 200 puntos negros en todo el municipio «y aún quedan otros muchos». Bajo su mirada, la ruta se ve diferente y afloran los problemas: gestos cotidianos para el resto como entrar en un comercio o hasta alcanzar los contenedores de la basura se vuelven casi imposibles.
El lugar de partida es el Mercadal. En los alrededores de la plaza «se acumulan buena parte de los inconvenientes con los que nos encontramos cada día los que tenemos poca movilidad», apunta Julián. Al entrar en la calle de Les Galanes, «no hay forma de evitar los adoquines», lamenta entre el traqueteo de la silla. Una joven que empuja la de su madre le oye y se le dirige: «Hay muchos baches y venimos tumbos».
A primera hora ha llovido y «al mojarse, el suelo todavía se nota más resbaladizo; imagínate cómo es esto para alguien que use muletas», se queja el hombre.
Julián quiere entrar a comprar el pan, pero no puede. Hay un escalón. Mira a través del escaparate de una tienda de ropa donde tampoco encuentra ninguna rampa. ¿Y cómo se las arregla? «Si necesito algo, tengo que mover los brazos hacia arriba para hacerme ver desde fuera, que los dependientes me detecten, pedir el producto y que me lo traigan, esperar el tique, darles el dinero, que me devuelvan el cambio... Es un espectáculo y la gente mira», relata.
Al girar, ya en la calle de la Presó, el miembro de Minusválidos Reus celebra que «esta zona está fenomenal». Pero la alegría le dura poco. Nada más embocar las Carnisseries Velles, se topa con que «en la franja que no tiene adoquines, ponen terrazas, así que debo ir saltando las piedras con la silla».
«Los riñones sufren lo suyo pero, además de eso, con el tiempo las ruedas se deterioran y se acaban rompiendo», detalla. «También hay pizarras y maniquíes que ocupan parte de la zona peatonal» pero, «bueno, al fin y al cabo, estando las terrazas, el resto no puede generar inconvenientes mayores que ese», se resigna.
Papeleras y arquetas de suministros
De regreso al Mercadal, baja por la calle Major hacia la plaza del Teatre a través de la calle de la Puríssima Concepció. De nuevo, Julián trata de esquivar los adoquines, pero allí es peor. «Las papeleras pegadas a la pared me quedan a la altura de la cara y, si quiero ir por la parte llana, no puedo evitar chocar», constata.
«Solo con que el espacio libre de empedrado fuese un poco más ancho, estaría resuelto», pide. Y aclara que «no quitar los adoquines ni las terrazas, solo que creen franjas para pasar». Las ruedas se le atascan en varias arquetas del gas, algunas sin tapa, y se le atoran en huecos en los que faltan baldosas.
El hombre conoce bien el final del itinerario, la plaza del Baluard. En los alrededores está el piso donde reside. Señala los contenedores. «Tienen las bocas contra los setos y no dejan margen para que yo pueda entrar, accionar la palanca y tirar las bolsas dentro, así que tengo que dejarlas al lado», denuncia.
Sobre el mapa, apenas 600 metros de recorrido al que «le sobran obstáculos y le falta normalidad para que Reus sea de todos».