Mar Joanpere, pionera del Me Too en la universidad
Esta profesora reusense de Sociología, acosada como alumna, ha impulsado una red de ayuda a las víctimas y difunde su mensaje sensibilizador por toda España
Hace casi diez años de aquel curso infernal que cambió para siempre la vida personal y profesional de Mar Joanpere (Reus, 31 años). Graduada en Historia del Arte en la URV y hoy profesora de Sociología en la UB, da charlas en universidades de toda España. Recopila casos que afloran por pioneras como ella. Orienta y acompaña a víctimas. «El ambiente es de gratitud. Escucho mucho eso de ‘se ha acabado el silencio’», relata ella.
Ese mutismo que duele más que el acoso lo sufrió ella misma, que supo transformar ese calvario en la razón de su activismo. Era 2013. Mar había acabado sus estudios de grado en la URV. Empezó un máster de sociología en la Universitat de Barcelona. «Desde el primer día, un alumno nos empezó a acosar a tres chicas. Nos perseguía en todo momento, en el metro, nos seguía al lavabo, era una persecución constante que se agravó. Se pasaba las clases mirándonos, dibujando cuerpos de chicas desnudas, una vagina, pechos, y venía a enseñárnoslo», rememora.
Todo empeoró por momentos, «hasta que apareció por clase con un cuchillo y comenzó a mostrarlo ante la profesora y ante todos, nos asustamos mucho, aquello subía de nivel». Por entonces ya sentían la indiferencia de buena parte de la comunidad universitaria: «Nadie decía nada. Todos lo sabían. Todo ocurría a ojos del profesorado. Tampoco los compañeros ayudaban, miraban hacia otro lado. Aquello se alargó meses».
Faltaban cuatro años para el nacimiento del Me Too, en el marco de los abusos en Hollywood. Quedaba lejos la primera manifestación masiva del 8-M. «Todo cambió cuando empezamos una asignatura nueva del máster, con el profesor Ramón Flecha, catedrático de Sociología. Entró en clase y dijo: ‘Si alguien tiene algún problema, se siente incómodo o vive alguna situación de acoso sexual, que sepa que hay mecanismos para ayudarle’. Era la primera vez que alguien se interesaba».
Incomprensión y la mala fama
Flecha ya sabía que aquel alumno, durante el grado, había sido denunciado por una compañera. Pero ahí no acabó el martirio. Las acosadas debieron lidiar con la incomprensión de la unidad de igualdad, con acusaciones de exageradas y con avisos sobre que si se difundía lo que pasaba el máster iba a coger mala fama y eso perjudicaría a la universidad. «Caminaba por los pasillos y me temblaban las piernas», recuerda. Gracias a Ramón Flecha, supieron que había 14 víctimas que habían denunciado a un catedrático de la facultad.
Fue un punto de inflexión. «Pensamos que si eso era posible, aún más podríamos hacerlo con un alumno. Aquello nos dio fuerza. Forzamos a la facultad a abrir un expediente interno, arrancó todo un proceso y ganamos el caso, el primero de acoso en una universidad española. El alumno fue expulsado y le quedó prohibido acceder a cualquier instalación».
Era abril de 2014, después de todo un curso de pesadilla. «Fue horrible, un sinvivir. Recuerdo el primer fin de semana en que me quedé sola en un piso de estudiantes. Era un miedo constante a su presencia. Entre las acosadas ni siquiera lo hablábamos. Cada una pensaba que se lo imaginaba, nos autorresponsabilizábamos. Así estuvimos mucho tiempo», dice Mar.
El episodio cambió su propia trayectoria académica. Con las 14 víctimas del catedrático, Mar creó la primera red solidaria de violencia de género en la universidad. Comenzó a organizar actos, a impartir charlas, a sensibilizar. El movimiento se expandió veloz. Salieron casos a la luz en otras universidades: «No solo hay personas que sufren acoso sexual sino también violencia de género aisladora, que son las que padecen amenazas por denunciar ese acoso».
En poco tiempo fueron derribando muros, uno tras otro, tan rápido como aparecían víctimas, centenares en España, y tan veloz como caían los prejuicios en los campus. «Hasta hace un tiempo nos costaba entrar, pero ahora podemos ir y hablar de esto. Y seguimos ayudando. Cuando nos llega un caso, a través de redes o de correo, hablamos con la persona, para saber si está sola, si alguien la puede ayudar, si tiene un entorno para empoderarla, si puede haber un escenario para denunciar, aunque al final es ella quien decide».
Este Me Too de las facultades incluso se dirige a las universidades por carta instándolas a que intervengan. Todo ello lo hace Mar desde el voluntariado. Desde aquel máster que le cambió la vida, pasó a hacer el doctorado en la URV, donde permaneció cuatro años como profesora. Precisamente este mes de septiembre ha vuelto a la UB, allí donde empezó todo, pero ahora como docente. Y sigue con su labor de denuncia: «Hicimos una ruta por 20 universidades de España. En cada una aparecieron casos. Hemos avanzado mucho pero hay que seguir, siempre habrá alguien en algún aula a quien le pase lo que me sucedió a mí».
Es graduada en Historia del Arte en la URV, donde también se doctoró en Sociología y ha ejercido cuatro años de profesora. En la Universitat de Barcelona cursó un máster. Allí es docente desde septiembre. Ha impulsado ‘Reus en Moviment’, una plataforma municipalista. Combina las clases con su activismo en el Me Too.