La historia escondida bajo nuestros pies
Túneles subterráneos. El ciclo de visitas guiadas de museos de Reus ha abierto las puertas de una de las joyas ocultas de la ciudad. Los pasadizos,
que en su momento resguardaron a los reusenses, se han mantenido intactos
Plaza de la Patacada, seis de la tarde, colas en la entrada del refugio subterráneo. La estructura acristalada no siempre está abierta, pero esta vez es distinto. Y es que los visitantes retroceden años a cada escalón, hasta llegar a los pasadizos, volviendo a 1938. Jaume Massó y Francesca Valentín guiaron a los curiosos por los túneles.
Los guías explicaron cómo se ingenió el sistema para prevenir a los reusenses de los ataques: «Se construían pozos de 8 a 10 metros de profundidad cada cierto espacio, para luego conectarlos entre sí, generando los túneles». Massó comentó que el de la Patacada salió a la luz «con las obras para hacer el centro cívico. Se encontró un túnel, con el tercer refugio más grande de la ciudad. Llegó a tener 500 metros, con una capacidad para más de 3.000 personas».
Una vez hechas las indicaciones previas, la entrada causó sorpresa entre los participantes. Hasta los entendidos, que no pudieron evitar comentar las explicaciones del guía, se quedaron sin palabras. Y es que los túneles se han mantenido intactos durante más de ochenta años. La bajada de temperatura y la humedad transportaban rápidamente a los años de la guerra, en los que este refugio resistió más de un centenar de bombardeos. Los aviones italianos nunca llegaron a destruir los pasadizos de más de dos metros de altura por metro y veinte de amplitud, únicamente dañados por la cal incipiente en las zonas más cercanas a los pozos.
«Era un espacio de uso esporádico», recordó Massó. «La gente no solía estar más de veinte minutos aquí dentro, los ataques eran poco precisos, aunque el radar todavía no se había patentado y los republicanos solo podían advertir un ataque por lo que veían en el cielo», dijo.
La tierra también condiciona en los recovecos de la ruta. Los ladrillos rojos fueron unos grandes aliados para los reusenses: «La tierra es porosa, pero resistente. De grava y arcilla, permitió crear los ladrillos con los que se revistió la red de túneles. Eran moldeables, accesibles y muy resistentes, aguantaron hasta bombas de más de 150 kilos», añadió el guía.
Ante de esta explicación, un niño, sorprendido, preguntó si ahí abajo se podría sobrevivir a una bomba nuclear. Entre risas, Massó recordó que fue pensado para la artillería de la época.
En el 1938 había registro de más de 100 refugios antiaéreos, la mayoría privados, pero también otros públicos en lugares tan emblemáticos como las plazas Mercadal, Prim o Llibertat. Estos tres se han reacondicionado a los nuevos tiempos en forma de párquings o directamente han sido tapiados. Vestigios de un pasado oculto bajo nuestros pies, que atesora miles de historias.