Inquietud entre los comerciantes por el sistema de entrada al Raval peatonal de Reus

La obra de Santa Anna se acerca a su fin sin que el Ayuntamiento aclare qué vehículos pasarán ni cómo. Los negocios lamentan la demora en recibir información sobre la operativa. Girona podría ser el modelo

Las labores de peatonalización del Raval de Santa Anna de Reus están ya prácticamente listas. Abril es, de hecho, la fecha que el Ayuntamiento señaló para la culminación de las obras. Sin embargo, un año y medio después de iniciar la transformación de esta parte de la ciudad, en la que el tráfico queda en general restringido, el gobierno reusense no aclara aún qué vehículos podrán entrar en la zona, ni en qué condiciones.

Consultadas al respecto en diferentes ocasiones, fuentes municipales se enrocan en que «se sigue trabajando en ello» y no aportan más datos. Los comerciantes, que llevan meses conviviendo con todo lo derivado de esta intervención urbanística, lamentan que «nos inquieta la demora en dar a conocer el funcionamiento del acceso».

Los tenderos han afrontado con actitud positiva la peatonalización, en el transcurso de la cual mantuvieron un perfil discreto y expectante al desenlace del proyecto. «El acabado nos gusta, hemos entendido la finalidad y nos queremos adaptar a todo ello. Pero, pasadas las obras, necesitamos más capacidad de trabajo», expresa el portavoz de los negocios del Raval de Santa Anna, Marc Niubó.

Y dice que en los comercios «hay inquietud por el retraso, porque llegamos hasta aquí sin saber quiénes y de qué forma podrán entrar con su vehículo». La petición del colectivo es concisa: «Queremos ser como las otras calles y poder pasar a descargar hasta las 11h. igual que se hace en el resto del centro».

Durante este tiempo en que la circulación por el Raval ha estado plenamente cerrada –tal como todavía se mantiene hoy–, cada uno ha trampeado el reparto de género como ha podido. Lo concurrido de la carga y descarga de los alrededores puso un punto añadido de dificultad al trabajo en los establecimientos. Algunos esquivaban las barreras a primera hora. Otros tiraban de carretillas y carros, a pulso, confiando en que la solución fuese temporal.

«Pedíamos disponer de un distintivo para los vecinos mientras se realizasen las obras, y no se hizo», indica Niubó. El caso es que «el incremento de viandantes está ahí» y la calle «ha recuperado también sus sonidos y su espacio». Pero «necesitamos concreción», subraya el portavoz de los comerciantes.

Los controles inteligentes de paso se instalaron en mayo de 2022 y el Ayuntamiento ya advirtió entonces que su puesta en marcha no sería inmediata. El despliegue incluye bolardos automatizados con lectores de matrícula, detectores de colas, pantallas del estado del tráfico, videovigilancia y wifi municipal como parte de la estrategia smart city.

El gobierno insiste en que «se continúa trabajando» en el sistema de paso, sin marcar un calendario. Las previsiones entre los tenderos no son halagüeñas porque entienden que, una vez que esto quede definido, habrá que elaborar un registro con los vehículos que se autorizarán, efectuar las solicitudes y ajustar los usos, por lo que temen que todo el proceso se alargue.

Varios perfiles

La información que manejan los comerciantes es que Reus estaría estudiando inspirarse en el modelo que aplica Girona a sus zonas de restricción de vehículos. Esa es la ciudad que fue el paradigma en la concepción de la bici pública, la futura Ganxeta.

El mecanismo gerundense de peatonalización distingue una treintena de supuestos –por ejemplo, vecinos empadronados, alojamientos turísticos, familiares de residentes, coches de empresa...– con derecho a autorización para entrar. A cada uno de ellos le atribuye horarios y posibilidades distintas.

En Reus serían menos, tal vez 15, los perfiles que se estarían analizando como susceptibles de salvar de alguna manera los bolardos del Raval de Santa Anna. La reforma de la calle parece abordar ya tan solo una franja verde frente al Museu de Reus, flecos en el cruce con la plaza Catalunya y también la calle de Salvador Espriu, que mantiene las vallas.

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