«En los últimos 4 años, los socios han bajado y hay menos donaciones»

Varias entidades solidarias de Reus valoran cómo les fue el mandato, «caracterizado por la Covid», de la que aún se recuperan

Varias entidades solidarias de Reus hacen balance del mandato, un resumen de los cuatro últimos años, del que dicen guardar un recuerdo marcado por la pandemia. La tónica general, en el caso de las agrupaciones que suman socios, es que, «en los últimos años, éstos han bajado y hay menos donaciones». Cuando llegó la Covid-19, las donaciones «se dispararon», con cantidades elevadas «e incluso con benefactores nuevos». La precariedad, por otro lado, ha ido al alza, provocada por la crisis de suministros y la inflación. La salud financiera de muchas entidades se ha resentido, también.

«La realidad es que aún nos estamos recuperando de la llegada del virus. Remontamos económicamente, sobre todo al ponerse en marcha el Centre Social El Roser», remarca la educadora Social de Càritas Interparroquial de Reus, Marta Calbet. De hecho, la apertura del centro social municipal supuso que el comedor social de la calle Francesc Bartrina, del que se ocupaba Càritas, cerrara, aunque siguen implicados en parte, porque una de las sociedades de la UTE que gestiona los servicios alimentarios del Roser es de Càritas y parte del equipo humano se ha reubicado allí. Se trata de ARADA Empresa d’Inserció Càritas Diocesana Tarragona SL, que junto a Formació i Treball, Empresa d’Inserció SLU forman la UTE ARADA i FITEI Alimentació Reus.

Por su parte, y desde el área de administración de Càritas de Reus, expresan que respecto a las donaciones, «hubo muchísimas durante el primer año de pandemia, tanto económicas como en especies, es decir, sobre todo alimentos, que es lo que se necesitaba».

Expresan desde la administración de Càritas que hoteles, guarderias, comedores escolares, restaurantes y payeses «se solidarizaron entregando alimentos a la entidad». Al no tener actividad, «prefirieron que los alimentos se aprovecharan». Ese gesto sirvió «para ayudar a aquellas familias que lo pasaban mal por entonces, las donaciones fueron puntuales, pero cuantiosas y salieron personas que donaron por primera vez y más de forma esporádica».

En la entidad recuerdan una historia curiosa de los tiempos de la pandemia más restrictiva: «Entre los meses de abril y mayo de 2020, acudió a la sede de Càritas de Reus un hombre migrado con una generosa donación y, sin esperar nada a cambio, nos la entregó». Este señor había acudido antes a la Guàrdia Urbana a entregar el dinero allí, pero fue dirigido a Càritas, «desde donde la invertimos para cubrir la demanda de alimentos por la crisis sanitaria del momento». Explican sobre esta historia en Càritas que «siempre tenemos en la mente el perfil de persona inmigrante que recibe ayuda, pero en este caso fue todo lo contrario, ese señor vino a ayudar».

Con el paso del tiempo, aun así, las donaciones han ido a menos, «se han estabilizado hasta dejar de existir», al menos de forma regular. «A día de hoy, hay una suave pendiente en cuanto baja de socios; la mayoría son de edad avanzada y van muriendo, con lo que las segundas y terceras generaciones de la familia no suelen querer tomar el relevo».

Desde el área de administración de Càritas de Reus, prosiguen: «Ahora hay que obrar con imaginación para tener más ingresos, y más si las donaciones van a la baja». Nombran el proyecto ‘Empreses amb cor’, «salido de la central, de Càritas Diocesana de Tarragona», desde donde interpelan a empresas de diferentes campos, que «abogan por la conciencia social». La acción lleva años en activo, pero «realmente tiene un trasfondo social importante, puesto que a través de entidades como la nuestra ayudamos a la sociedad, a través de la donación de parte de los beneficios de una empresa».

Seguir buscando

La Fundació Mossèn Frederic Bara i Cortiella de Reus, con 40 años de trayectoria en la ciudad ayudando a menores con escasos recursos económicos y con estructuras familiares desestructuradas, ha cerrado recientemente un capítulo complicado. El mes que viene hará un año que la entidad hizo público ante los medios su preocupación al desconocer si recibiría o no la ayuda pública para atender a familias vulnerables con niños. Por entonces, dijeron sentirse «infrafinanciados», al frente de una necesidad poblacional que «no para de crecer». Un mes después de la comparecencia pública, trascendió que no recibirían la ayuda e iniciaron conversaciones con el Ayuntamiento, con el fin de hallar una solución.

Las conversaciones se alargaron y no ha sido hasta hace algo más de una semana que Ayuntamiento y fundación firmaron un convenio de colaboración, que garantiza el funcionamiento del programa ‘Obrim somriures’. Éste apuesta por la gestión de situaciones de prevención del riesgo respecto a los niños, adolescentes y sus familias. Como repaso, el convenio regula la colaboración hasta el 31 de diciembre del año que viene, y contempla la prórroga por anualidades hasta cuatro años más. El acuerdo determina el importe para el ejercicio de 2023, que es de 60.000 euros, y define el marco regulador de la subvención para el período en que el convenio esté vigente. «La administración local ha valorado el servicio que prestamos a las familias. Este acuerdo incluye, por otro lado, fiscalización cada determinado tiempo, con lo que rendiremos cuentas. Esto es algo que siempre solemos hacer, a través de la redacción de una memoria justificativa», informa el secretario de la junta (recientemente remodelada), Felip Vidiella.

Aunque es de ayuda, señala Vidiella, la dotación económica «no cubre todo el gasto que tenemos a día de hoy y, por ello, seguiremos buscando fuentes de ingresos, porque los gastos no van a la baja». Indica, por ejemplo, un programa de apadrinamiento de niños, ahora está en fase de estudio, tras una puesta en marcha en 2022. La de la Fundació es una tarea «transversal», realiza un «trabajo social que nos han reconocido y la recepción de este dinero nos dará algo de liquidez para afrontar muchos de los retos que tenemos por delante».

Desde la Fundació Pont i Gol, su director, Xavier Sirolla, resume, por su parte, que el balance que hace de los últimos cuatro años se ha saldado con «dos de completa inactividad». «Encaramos los años que vienen, aun así, a la espera del gobierno que vendrá. Estos años no hemos tenido mucha vinculación con el Ayuntamiento, aun así, hemos estado presentes en el Punt de Voluntariat, que aborda un tema que nos toca de cerca, como es el voluntariado».

Sobre esto, expone que a la vuelta a la actividad, pusieron en marcha de nuevo varios grupos que tienen –ahora son cuatro por la mañana y tres por la tarde, con un voluntario por grupo, es decir, cuatro en total–. En ellos, educan en materia de cultura y sobre todo a personas migradas. «También está el programa Aixeca’t, en el que se hace acompañamiento escolar en el barrio Montserrat y gracias a la Comunitat Vedruna», recuerda Sirolla. Sobre el futuro, el director comenta que «todo está por ver», especialmente por la continuidad de voluntarios: «Conseguir voluntarios puntuales es más fácil que conseguir que se comprometan a largo de plazo; al final, los que pueden son personas jubiladas y prejubiladas».