«El cierre del núcleo de Reus debería haberse trabajado más con los comerciantes y los vecinos»

Malestar y dudas entre quienes viven o tienen negocio en el Raval Santa Anna tras la reunión informativa sobre el sistema de acceso de vehículos. Los residentes sin parking piden poder entrar

La reunión informativa que el gobierno municipal convocó para explicar las nuevas restricciones al tráfico en el núcleo antiguo, celebrada este martes en el viejo hospital, ha generado inquietud y malestar entre los vecinos y comerciantes más que despejar dudas.

Si la polémica ya se había hecho patente durante la propia presentación, con quejas y reclamaciones de algunos de los asistentes, al día siguiente, al menos en el Raval de Santa Anna, la sensación no era muy distinta. Ayer abundaban las preguntas y la percepción de que «tratándose de un proyecto de ciudad, debería haberse trabajado más con los vecinos y con los negocios para darle un sentido común y hacernos partícipes», tal como valoraba el representante de los establecimientos del Raval, Marc Niubó.

Quienes residen o trabajan en la zona habían puesto en la reunión unas expectativas que quedaron lejos de cumplirse. Confiaban en conocer, tras casi dos años de obras de peatonalización, el detalle de los sistemas de acceso de vehículos a través de los bolardos y lectores de matrículas que se han instalado.

Sin embargo, en la exposición que hizo el Ayuntamiento, se habló de la movilidad a grandes rasgos, distinguiendo tres tipologías de calles –completamente abiertas a todos los vehículos; abiertas para todos de 2 a 11 horas y abiertas solo a vehículos de emergencias, servicios públicos y autorizados el resto del día; y que permiten el paso de bicis y patinetes–, pero afinando únicamente por encima qué modelo se aplicará en cada vía del núcleo.

El resto de la información se dará a conocer más adelante. Y en ello está el origen de buena parte del desconcierto vecinal.

«Después de los retrasos que hubo en las obras, y sabiendo que se aplicarían restricciones, la reunión era una muy buena oportunidad para presentar un plan bien elaborado, pero se explicó anárquicamente lo que ya está pasando», añadía Niubó. Y apuntaba que «es necesario que haya unas normas del juego claras para todo el mundo. Es una reordenación que, igual que ocurrió con Llovera y Monterols, va a marcar un momento importante de la ciudad. Pero no se nota».

Los comerciantes habían propuesto un adhesivo que facilitase la distinción de vehículos autorizados durante las obras y luego, de forma que pudieran entrar y salir con facilidad y, si en algún momento los bolardos se averían, resultasen identificables para la Guàrdia Urbana. Pero no se hará.

El jefe de la policía local, Pedro Muñoz, concretó el martes que el paso será con lectura de matrículas y «sin distintivos». En principio, el Raval de Santa Anna se regirá por las limitaciones de 2 a 11 horas. La futura zona de bajas emisiones añade más interrogantes al asunto.

¿Qué vehículos tendrán permiso?

Sobre los permisos para acceder a las zonas restringidas, el gobierno anunció que podrán pedirlo los propietarios de parkings de esas calles o quienes tengan uno alquilado, familiares que trasladen a mayores y personas con movilidad reducida. Pero los vecinos sin parking también quieren llegar a su casa. Se prevén autorizaciones puntuales a vehículos comerciales o de mudanzas y otras.

El permiso lo expedirá la Oficina d’Atenció al Ciutadà cuando se active el plazo. Una prueba piloto arrancará en «pocas semanas». Se ha habilitado mobilitat@reus.cat para consultas.

Noemí Sánchez vive en el Raval y explica que «todos los vecinos deberíamos poder pasar en coche. Por ejemplo, con la compra, haría falta. No hay tanta gente andando y, quien lo hace, sigue usando la acera. Esto generará grandes colapsos». Critica que en el núcleo «se ha eliminado muchísima zona blanca, no hay donde estacionar y ahora quitan más plazas para poner bici. Todo se está haciendo rápido y mal». Sánchez es partidaria de que «dejen pasar a los patinetes».

Otra vecina, Nani Marcos, tiene la misma queja: «¿Cómo vamos a hacer para traer la compra?». Y dice que «padezco de los huesos y, a menudo, voy a urgencias al Hospital o al CAP. Para que mi marido me recoja en el coche, tengo que andar hasta la calle de La Selva del Camp. Es poco pero lo paso mal». Marcos propone «descuentos en los parkings municipales».

Y Juan Fernández, con casa en la calle de Vilar, lamenta que «soy mayor y mi hija me dejaba con el coche en los alrededores. Habrá que hacer papeles para que entre y, si es telemáticamente, se tendrá que ocupar ella. Yo conduzco a veces, así que también me harán falta».

En cambio, entre ciudadanos de otras áreas de Reus que emplean a pie el Raval de Santa Anna, el punto de vista es diferente. Cristina Amorós opina que «antes había muchos coches. Ahora, el aspecto ha cambiado y me gusta el mobiliario»; y Teresa Sanllí comenta que «está perfecto y será bueno para el comercio».

Doctor Robert se desborda

Por otro lado, las restricciones al tráfico que se aplican en algunas calles están desbordando las adyacentes que permanecen abiertas, forzadas a absorber un volumen de vehículos mucho más elevado y que acarrea molestias en forma de ruido y polución.

Es el caso de la calle del Doctor Robert. Joan Carles López vive allí y subraya que «las aceras son estrechas, no cumplen la normativa, la gente tiene que bajar a la calzada y todos los coches van a parar aquí. El Raval se cerró sin hacer estudios y en Doctor Robert se puso un radar y consta la densidad de tráfico».

E Isabel Pons, de 91 años, cuenta que «estoy en un primero y me sube toda la contaminación. Tengo que estar fregando la terraza» y «las aceras no son legales y me cuesta muchísimo cruzar. Para algún coche cuando le doy pena. Tienen que quitar este tráfico». Los vecinos no descartan movilizarse.

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