Crecen los comercios de Reus que cierran a las 20 h para conciliar vida laboral y personal
Algunos aprovecharon la pandemia para hacer el cambio y, otros, venían de antes. Ninguno cambiaría la decisión
Cada vez más comercios bajan la persiana a las 20 h. La mayoría todavía lo hacen media hora más tarde, «pero se han ido sumando», puntualiza Anna Amill, al frente de Amill Llenceria, en la calle Monterols. Los que han modificado sus horarios lo han hecho con el objetivo de conseguir una mayor conciliación entre la vida laboral y la personal y, al menos con los que ha hablado el Diari, ninguno de ellos se arrepiente. «En esa última media hora, no venía prácticamente nadie», asegura Sònia, de Cistelleria Carbonell, en la calle de Jesús, por lo que asegura que le compensa.
Aunque el impulso de la reforma horaria, de la que tanto se ha hablado, parece haberse quedado en el cajón, comercios y algunos gremios han marcado, paralelamente, sus propios límites. Algunos aprovecharon el parón de la pandemia para replantearse esta cuestión. Otros, ya lo habían empezado de antes y así lo mantienen, como es el caso de las joyerías. «Lo impulsamos varios establecimientos y nos funciona muy bien», cuentan desde el sector. Avanzan el cierre a las 20h desde enero de 2019 y así lo han mantenido desde entonces. Aseguran que para el negocio no es perjudicial, «es sólo media hora» y, a la vez, es un tiempo valioso para la vida personal. «El cliente lo ha entendido y ojalá más negocios lo hicieran», explican desde el sector.
Quienes también hicieron una apuesta en esta línea fue El Tomb de Reus. En septiembre de 2020, la entidad propuso a sus asociados avanzar el horario de cierre a las 19.30 o a las 20 h. Lo hizo tras realizar una encuesta y constatar que desde que había estallado la pandemia, algunos comercios abrían menos horas y, en un futuro, la mayoría de ellos serían partidarios de bajar la persiana más temprano para poder conciliar la vida laboral con la personal.
Algunos así lo hacen, pero el presidente de El Tomb, Jacint Pallejà, tiene también claro que ante la situación actual de pospandemia y encarecimiento de la energía y los productos, la cuestión horaria estaría, ahora, en un segundo plano. «Para algunos comercios, las ventas son buenas, pero el promedio no es todavía como el de antes y, en general, cuesta facturar», detalla.
Pero que esté aparcado, tampoco significa que el tema quede descartado. Por un lado, Pallejà asegura que la conciliación horaria es «una tendencia irrefrenable» y señala que hay muchos casos en los que ya lo aplican. Además, en el proyecto de área de promoción urbana (APEU) que se está impulsando desde El Tomb de Reus, éste es un concepto que allí quedará recogido, «por lo que lo seguimos teniendo presente», asegura.
««Si ahora me dicen que tengo que cerrar a las 20.30 h, no lo haría. Seguiría haciéndolo a las ocho», subraya Sònia, desde Cistelleria Carbonell. Recuerda que cuando el negocio lo llevaban sus padres, sí que cerraban media hora más tarde, «pero desde que se jubilaron, hace unos cuatro o cinco años, decidí que bajaba la persiana a las ocho». Explica que tomó la decisión porque tiene un hijo pequeño y quiere cierta conciliación. «Cuando el niño sea mayor, ya veremos, pero de entrada, no lo cambiaré», argumenta. Y es que es media hora que quien está detrás del mostrador la valora.
Desde la tienda de ropa Guitare, en la calle Monterols, la dependienta asegura que estos 30 minutos «marcan la diferencia». Cuenta que ha trabajado en tiendas que cerraban más tarde «y acabas saliendo a las nueve de la noche y llegas a casa que ya no tienes ganas de hacer nada. En cambio, plegando a las ocho, aunque se pueda alargar un poco la tarde, la cosa es distinta».
En el caso de esta tienda de ropa, sí que indican que, en ocasiones, a las 20 h todavía entra clientela, «porque salen de trabajar y si ven que todavía está el local abierto, entran. Tampoco molesta, es normal», explican. En otros casos, en cambio, el volumen de clientes en esa hora es totalmente residual, como relata Anna Amill. «A esas horas, la gente ya lleva otro ritmo porque ya se van a casa. Es para comprar cosas rápidas y este no es el caso de una lencería. Aquí los clientes vienen con tiempo, porque muchas de la prendas hay que probarlas, mirar tranquilamente... Por lo que prácticamente nadie venía a comprar en esa última media hora. Algún caso puntual sí, pero no sale a cuenta aguantar hasta las 20.30 h todos los días», señala Amill.
¿En su caso, tomó la decisión a raíz de la pandemia: «Pensé que una nueva etapa era un buen momento para hacer el cambio». Y así fue. La apuesta pasa por avanzar la hora de apertura: a las 9.30 h por la mañana y a las 16.30 h por la tarde para cerrar media hora antes: a las 13 h al mediodía y a las 20 h por la tarde. No obstante, puntualiza que si sabe que algún cliente tiene que pasarse a última hora, «ya me espero». Así también lo indican el resto de comercios que cierran a las ocho. Todos ellos coinciden en que si hay que cerrar algo más tarde porque hay clientes, no supone ningún problema. Pero sí que destacan que son días puntuales y que, a fin de cuentas, bajar la persiana a las 20 h no supone ninguna diferencia a nivel de negocio.
Dando una vuelta a esa hora por el eje comercial Llovera-Monterols, al menos una decena de comercios están ya cerrados. En su gran mayoría son ópticas, que prácticamente cierran todas a las 20h, con alguna excepción y también alguno que incluso cierra antes, a las 19.30 h. También muchas de las joyerías han echado ya el cierre a esa hora y algunas tiendas de ropa, aunque este último es el sector menos numeroso. Siguiendo por la calle de Jesús, varias tiendas también han cerrado ya.
«El cliente se acostumbra», subrayan los negocios que apuestan por la conciliación. De hecho, Amill recuerda que sus abuelos y generaciones anteriores cerraban a las siete. A día de hoy, a esa hora cree que es demasiado pronto. Según cuenta, el mayor volumen de trabajo es, en realidad, a partir de media mañana y hasta las 12.30 h y por la tarde, hasta las 19 h. En lo que también coincide bastante Sònia, de Cistelleria Carbonell. En su caso, en la última franja, de 19 a 20 h, hay también bastante volumen de trabajo, «pero a partir de las ocho, no hay nadie».
¿Sería necesario que todos los comercios apostasen por la conciliación horaria? Aquí, las opiniones son más dispares, para Anna Amill sería interesante, «porque si todos hacen lo mismos, no hay esa cosa de que puedes perder clientela». En cambio, para Sònia, es indiferente y, además complicado: «Sería difícil poner a todos de acuerdo».