Ala Rose, cantarle a la respiración del público
El jazz de Nueva York se traslada al Teatre Fortuny a través de su voz, el piano de Galcerà y la interpretación de Aluja
El Fever de Peggy Lee salió desde las entrañas de Ala Rose Faller con una naturalidad asombrosa. Su voz aniquila a los despistados, te obliga a prestarle atención, te avasalla. El show disfrutó de la intimidad más discreta del Teatre Fortuny y regaló un clima único.
Vivir un concierto desde el mismo escenario, con un puñado de sillas amontonadas y las gargantas de los artistas a medio metro, resulta conmovedor. La estampa, maravillosa. Toda la inmensidad de ese espacio fetiche de la cultura reusense al fondo, sin decir ni mu.
Los versos y la interpretación entusiasta de Alba Aluja decoraron el recital, que se arropó en la temática sobre el empoderamiento de la mujer. «Hacer el ejercicio de buscarle el lado oscuro a tu pareja. No hay nada más vomitivo que la traición», expuso ante la fija mirada de los y las asistentes y el ecosistema de la pureza que se creó.
Cada vez que la dobladora reusense callaba, los dedos del maestro Albert Galcerà hacían funcionar el piano con puntualidad. Acto seguido, entraba la voz de Nueva York, esa inyección de adrenalina, ese impacto de energía que impedía mirar el celular. Y ya es noticia.
Conseguir que en una actuación nadie grabe, nadie acuda a la maquinita de la inmeditatez, resulta un logro mayúsculo. Lo alcanzó Ala Rose Faller.
Ella le cantó a la respiración del público, porque desde su estrado podía mirar a los ojos de los que se gastaron 15 pavos para disfrutarla. Podía sentirles murmurar.
No existe exposición más valiente que esa, ante medio centenar de personas que te piden el máximo calladas, expectantes, con aplausos silenciosos y la observación clínica. No importó, Ala Rosa anda acostumbrada a estos lares, controló el show con superioridad y entendió el espacio de sus dos colaboradores.
Seguramente, pocos espectáculos de pequeño formato alcanzan un cenit tan especial como el que ayer ofrecieron el tridente de artistas, cada uno en un papel distinto, pero perfectamente complementados.
En Alba Aluja se descubrió una capacidad para generar emociones inusuales. No se tomó esa aparición como un trámite. Deslizó con deseo las palabras de las mejores poetas contemporáneas que han tratado el maltrato a la mujer de forma incisiva y profunda .
Las reflexiones sobre la discriminación no se terminaron en las canciones de la voz de Nueva York. El Fortuny conserva el compromiso de crear espacios de coloquio para poner encima de la mesa una problemática que todavía perdura en el momento actual. Así, mañana, como actividad paralela se celebrará la conferencia Reflexió en obert, con Magda Barceló.
Antes, Ala Rosa Faller cumplió con creces con un cometido artístico de primer nivel. El jazz y la emoción invitaron a olvidarse del mundo.