Universidad y responsabilidad social
La URV se mueve entre los estándares europeos, no es la universidad más cara ni la más barata
En los últimos tiempos se está hablando de la responsabilidad social de los centros de enseñanza superior. Se da por sentado que la deben tener, otra cosa distinta es a qué ámbitos se ciñe dicha responsabilidad y sobre todo con quién cuenta. Si nos fijamos en las diferentes clasificaciones de excelencia universitaria, habitualmente son las mismas universidades las que acaparan los primeros puestos atendiendo a la enseñanza, la investigación, las citas de sus publicaciones y la dimensión internacional.
Veamos algunas cifras que siempre son interesantes para poder opinar, acotando en un solo aspecto la argumentación. La Universidad de Oxford, una de las primeras universidades mundiales, ofrece un Master in Business Administration (MBA) por el módico precio de 60.400 euros. Stanford lo ofrece por 66.540 euros. Cambridge por 59.200 euros. El MIT por 68.250 euros. Harvard, 102.100 euros. Estamos hablando solamente de programas de formación de tercer ciclo que conectan directamente con el mercado de trabajo. Estos precios, todos ellos de primer curso, responden a la categoría, se supone, de los contenidos que allí se tratan.
La contribución que realizan estas universidades a la sociedad en muchos campos del conocimiento está fuera de todas dudas. No es ningún disparate pensar que quien concurre a estos programas formativos son estudiantes que no deben tener problemas económicos, al menos la mayoría. O sea, podríamos decir que la responsabilidad social de sus programas formativos en este ámbito están diseñados para capas sociales que tras superar dichos programas se insertan en la vida laboral con alguna garantía de éxito. Nada que objetar. Si tienes dinero puedes acceder a los ‘mejores’ programas porque la inversión que haces será inmediatamente recompensada con retribuciones paralelas en el mercado de trabajo. Es la máxima de que lo realmente bueno, cuesta mucho dinero. Bien. Esto nos sitúa ante un escenario paradójico. En la mayoría de las universidades europeas, incluías las españolas y las catalanas, un MBA suele rondar entre los 2.500 euros y los 4.500 euros, exceptuando las escuelas de negocios privadas. Si atendemos al precio del coste del programa formativo y nos comparamos con aquellas universidades que he citado, alguien podría pensar que aquí ofrecemos una educación deficiente o al menos no tan excelente como en las universidades de élite.
Esto podría ser cierto, pero no lo es en las consecuencias reales. O sea, en la responsabilidad social de las universidades. La URV se mueve entre los estándares europeos, no es la universidad más cara ni la más barata. Desde luego está a años vista de los precios astronómicos de las primeras de los rankings. ¿Qué función social cumple nuestra universidad a pesar de mantener precios que son relativamente asequibles? Esto solo puede ser explicado porque son modelos diferentes. Aquellas universidades ofrecen titulaciones destinadas a la reproducción de las élites dominantes (lo siento por la expresión). Élites que decidirán sobre el precio del dinero, sobre las reformas laborales y sobre el impacto de la globalización en las condiciones de vida de la mayoría de trabajadores mundiales. Esto es responsabilidad social… de los dirigentes. Nuestras universidades, incluida la URV, ha hecho una apuesta por el territorio y por la democratización de la educación superior. Esto es responsabilidad social… compartida. La conclusión de esta reflexión es que no podemos competir –ni debemos– con modelos claramente exclusivistas y clasistas. Nuestra pervivencia no va en ello. Podemos y debemos ser muy productivos, pero a una escala que pueda tener una incidencia real sobre la sociedad que nos da su apoyo. La trayectoria de la URV en sus 25 años de existencia (de)muestra que su impacto social ha sido enorme. Miles de estudiantes han obtenido títulos universitarios que les ha facultado para ejercer profesiones muy diversas. La mayoría de estos egresados trabajan en el territorio aportando sus conocimientos. Esto es Responsabilidad Social con mayúsculas. No perdamos de vista la acción sobre la sociedad en que vivimos, la investigación y la transferencia del conocimiento. A no ser que pensemos que el modelo a imitar sea el de captar estudiantes adinerados que puedan costear las desorbitadas matrículas que en otras universidades se demandan para ingresar.