¡Tostadas con mantequilla!
Suelo pasar buenos días de mis vacaciones de verano cerca de Alcubierre. Supongo que a la mayoría de lectores se las trae al pairo y que no saben dónde diablos se ubica. Si a alguno de los que lean esta página le gusta la historia, sabrá que fue zona de frente por bastante tiempo durante los primeros tiempos de la Guerra Civil. A los que además les guste disfrutar de la lectura y sobre todo de lo mucho que se ha escrito sobre lo mencionado, hallarán un precioso libro, Homenaje a Cataluña, escrito por George Orwell, que narra sus andanzas por la zona. Allí se pueden visitar las trincheras y otras edificaciones, que he vuelto a patear y a recordar hace pocos días, que fueron frente entre ambos bandos y en donde estuvo destinado nuestro escritor.
George Orwell, nombre con el que ha sido y es conocido mundialmente un excelente escritor, además de otras varias cosas. De verdad era Eric Arthur Blair, nacido el 25 de junio de 1903 en Motihari (India), de padres ingleses. Estudió en Eton y llevó una vida muy peculiar, con unas ideas muy avanzadas y críticas con lo establecido. Autor de una obra muy amplia y diversa con narraciones, novelas, ensayos y sátiras distópicas. Hay que leer: Los días de Birmania, Sin blanca en París y Londres, Camino a Wigan Pier, Subir a por aire, sin olvidar la mencionada Homenaje a Cataluña (de la que hay que decir mucho) y las distópicas Rebelión en la granja y 1984, con las que se consagró. Por lo escrito y sus ideas se le considera la conciencia de una generación y una de las voces más claras que se alzó contra toda clase de totalitarismo.
Llegó a Barcelona el 26 de diciembre de 1936 como periodista para cubrir la gran contienda, pero cambia sus intenciones y se apunta al POUM, desplazándose con la columna Lenin a Alcubierre. Con posterioridad se desplazó al frente de Huesca, en concreto a Siétamo, donde fue herido de gravedad en el cuello. Lo importante es que relató sus experiencias de los seis meses de estancia en Cataluña durante los principios de la contienda. Son su manera de ver las cosas que pasaron donde se movió.
Personalmente encuentro cosas muy curiosas e importantes para nuestra Tarragona. Podemos resaltar en la página 79 de la edición de la editorial Ariel un hecho curioso con el que me voy explayar un poco. De las trincheras del Monte Pocero fue destinado a las de Monte Oscuro (ambas en la zona de Alcubierre), mucho más cerca del enemigo. La proximidad hacía que se lanzaran consignas revolucionarias para hacer cambiar de bando a algunos soldados. Un combatiente catalán del PSUC, con toda su imaginación, no paraba de lanzar arengas, matizadas por nuestro autor, «Tostadas con mantequilla» y su voz resonaba en todo el valle desierto ¡Ahora mismo vamos a comernos unas tostadas con mantequilla! Sus mismos compañeros alucinaban, pero les animaba a seguir con sus ilusiones de vencer al enemigo. Cosas curiosas de la guerra.
Más destacable es que a principio de mayo se halla en Barcelona y los hechos que ocurren marcarán su futuro. Poco después y sin miedo alguno vuelve al frente de Huesca, donde resulta herido de gravedad. Esto es lo que quiero resaltar en este escrito. Con importantes complicaciones por su heridas en el cuello y nervios pasa por diversos hospitales de diferentes ciudades hasta llegar por tren a Tarragona siete días después. «En Tarragona estuve tres o cuatro días. Iba recuperando las fuerzas y un día, andando muy despacio, conseguí llegar hasta la playa. Producía una sensación muy extraña comprobar que allí la vida seguía casi como de costumbre; los elegantes cafés junto al paseo y la oronda burguesía local bañándose y tomando el sol en sus sillas plegables, como si no hubiera ninguna guerra...» (página 226).
Murió relativamente joven, en 1950, a causa de una hemorragia propiciada por la tuberculosis que sufría. Según un estudio científico realizado por Gleb Zilbertein, esta enfermedad la contrajo durante su periodo en Cataluña y muy probablemente cuando estuvo ingresado en el hospital provincial de Sta. Tecla y S. Pau. Escribe que fue ingresado y visitado. «El médico, un hombre brusco y bien parecido, que tendría unos treinta años, me hizo sentar en una silla... ¿La voz? ¡Oh, no volverá a recuperarla! Me dijo muy jovial». Todo esto ha sido más detallado en escritos muy interesantes aparecidos hace pocos años. Uno de Anna Ferran, donde cita y amplía estos hechos con el apoyo de Paul Connell, profesor en nuestra ciudad y estudioso de Orwell. Otro de Carla Mascía, en El País, con el título La tuberculosis española de Orwell, que tuvo una continuidad en Diari al día siguiente, con una pequeña variación, La tuberculosis tarraconense de Orwell.
La verdad es que George Orwell se enamoró de Tarragona y eso lo tendríamos que tener muy en cuenta en nuestra ciudad. En su libro sale mencionada varias veces y son grandes sus recuerdos de las diversas visitas realizadas. Quiero destacar la página 149, donde el autor matiza la indiferencia general que había por la guerra, que era sorprendente y más bien odiosa, en referencia a la lejanía de los escenarios de la lucha: «Lo mismo noté en Tarragona, donde la vida de una elegante ciudad de la costa seguía casi imperturbablemente». (Que lo vuelve a repetir).
A pesar de esta sorprendente licencia, muy propia de una persona comprometida, creo que con motivo de que este año se cumple su 120 aniversario, nuestra ciudad podría tener un acto de agradecimiento, como lo han hecho otras muchas ciudades. Sin ir más lejos, Lleida, que en el jardín del hospital provincial tiene una placa en su recuerdo o bien en el Barrio Gótico de Barcelona, donde hay una plaza en su memoria. Nuestro consistorio debería reconocer la divulgación mundial de la ciudad realizada por este notorio escritor con la concesión de una calle, plaza o un monumento. Con este hecho también se haría honor al refrán que se cita en el capítulo XXIII del Quijote de Cervantes: «De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben». Es mi humilde opinión.