Sabios tontos

«Hay, Miguel, ¡qué tontos sois a veces los sabios!», le soltó Concha Lizárraga a su esposo, Miguel de Unamuno. Concha fue una de esas mujeres inteligentes que aceptaron su papel histórico de segundonas.

Tuvo nada menos que nueve hijos que no entorpecieron nunca la carrera del marido porque ella se ocupó de todo. Los tiempos pasados están llenos de ese tipo de esposas que hicieron posible, en buena medida, el éxito de sus parejas.

Así ocurrió con la bellísima Zenobia Camprubí, la esposa y víctima de Juan Ramón Jiménez a pesar de ser, dicen, «su luz y guía». El poeta, minucioso y obsesivo. Su esposa, moderna, brillante, profesora universitaria y pedagoga, le venía grande.

Algo parecido ocurrió con Amèlie Parayre, esposa de Henri Matisse, a quien acompañó por todas partes hasta que, harta de cambiar de residencia y de las veleidades del pintor, se separó de él durante la II Guerra Mundial para pasarse a la Resistencia francesa y luchar contra los nazis, demostrando su valía, mientras él se escondía en la Costa Azul. La lista es interminable.

Hasta llegar a una futbolista que, tras conseguir convertirse en campeona del mundo, consiguió hace poco darle la vuelta a esas historias de sojuzgadas. Por un azar o porque era el momento, Jennifer Hermoso movió la ficha del dominó que ha tumbado cientos de fichas, no solamente en el fútbol. Un simple, fugaz y estúpido beso en los labios ha sido el detonante.

Los franceses forjaron el universal «cherchez la femme», clave para entender el éxito de muchos hombres. La mujer oculta, la catapulta, el punto de apoyo, la fuerza y el empuje están ahí aunque muchos la hayan confundido con la sirvienta.

Esos hombres no han entendido la función de mascarón de proa que muchas mujeres pueden ejercer en sus vidas. No han entendido que hombres y mujeres tenemos una misma inteligencia y que la sapiencia, la creatividad, la bondad y el amor no tienen sexo ni distinguen entre ellos. Somos todos iguales, aunque algunos y algunas busquen privilegios donde no los hay.

La mayor diferencia entre hombres y mujeres está en su físico, y en su capacidad para ser bellas tal como lo entendió Fidias. Si todos entendiéramos más o menos todo esto, el mundo habría funcionado mucho mejor y ahora no andaríamos confundiendo sexos o haciendo estallar guerras inútiles. Sólo hay una raza, la humana, sin distinción de color, sexo o procedencia. Pero eso no lo entienden todos ni todas, y así vamos.

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