¿Otra maqueta?
Esta semana se ha presentado el enésimo proyecto de recuperación del antiguo preventorio de la Savinosa, un enclave que, como señaló Pau Ricomà, representa una herida histórica de nuestra capital, tan incomprensible estratégicamente (cuántas ciudades darían lo que fuera por disponer de un espacio similar) como dolorosamente visible desde tiempos inmemoriales.
El plan fue anunciado por representantes de las principales instituciones implicadas: el ya mencionado alcalde de la ciudad, en nombre del Consistorio; el subdelegado del Gobierno, Joan Sabaté, por parte del ejecutivo central; el delegado del Govern, Àngel Xifré, desde la Generalitat; y la presidenta de la Diputació, Noemí Llauradó, en representación de la entidad propietaria del inmueble. El alineamiento de estos cuatro actores parece lógico y sólido, teniendo en cuenta que las tres instituciones catalanas están encabezadas por dirigentes de ERC, y el gobierno central tiene a este partido entre sus socios preferentes. Buen comienzo.
La idea básica del proyecto es convertir este edificio en un hub cultural y educativo que integre actividades temporales junto con equipamientos permanentes, como la nueva Escola d’Art i Disseny, el nuevo Conservatori y un auditorio con 800 butacas. He de reconocer que, como padre de dos alumnas del conservatorio de la Diputació, celebro especialmente la noticia (aunque personalmente no vaya a disfrutar del nuevo espacio, pues mi hija mayor concluyó sus estudios musicales hace años y la menor acaba este año). En efecto, las familias que hemos convivido durante décadas en la entrañable Casa Montoliu podemos dar fe, no sólo de la belleza interior y exterior de este edificio, sino también de las manifiestas limitaciones que evidenciaba para albergar un centro de enseñanza musical. La jubilación del viejo palacio para estos menesteres tenía que llegar antes o después, y puede que nos encontremos ante el inicio de este ansiado traslado. Por fin.
Hay quien ya ha objetado las pegas que puede suponer mudarse a un lugar tan alejado del centro de la ciudad, salvo para los residentes de la Vall de l’Arrabassada (un cambio que, todo sea dicho, tampoco carece de sentido, teniendo en cuenta la cantidad de familias jóvenes que se han instalado últimamente en esta zona, y que han propiciado el apelativo coloquial de ‘vall de l’embarassada’). En cualquier caso, por experiencia propia, son muchos los padres y madres que llevan a sus hijos al Conservatori en coche, especialmente si son pequeños, y teniendo en cuenta las graves dificultades de aparcamiento que padecía el actual emplazamiento, apuesto a que cambiarán gustosamente un trayecto más largo por la tranquilidad de poder estacionar su vehículo sin miedo a encontrarse una carta de amor de la Guardia Urbana en el parabrisas.
Dando por supuesto el rechazo de aquellos que se oponen casi siempre a casi todo (la CUP ya ha repudiado el proyecto), la expectativa de contar en Tarragona con una sede amplia, moderna y equipada para la enseñanza musical, así como para albergar otro tipo de contenidos culturales y educativos, constituye un gran anuncio que debería alegrarnos a todos. Y si, además, este plan se completa con la previsión de un espacio para la restauración, tanto al aire libre como en el interior, así como con la habilitación de un camino de ronda entre las playas limítrofes, el horizonte que se proyecta para este lugar resulta más que ilusionante. Hasta aquí, lo bonito.
Sin embargo, por un lado, a nadie se le escapa que han sido ya muchos los proyectos, más o menos cuajados, que han revoloteado estérilmente alrededor del ruinoso preventorio desde su cierre en 1972: palacio de congresos, centro de estudios marítimos, museo de arqueología, parador nacional, universidad de verano de la URV... Por tanto, es razonable el enorme escepticismo, incluso sarcasmo, con el que una gran parte de la ciudadanía ha recibido la noticia de esta semana. En efecto, si nuestra ciudad hubiera puesto en marcha la mitad de las iniciativas planteadas, ríete tú de las nuevas urbes emiratíes. Tarragona, ciudad de maquetas.
En segundo lugar, este deprimente pálpito se agudiza con las lógicas sospechas propiciadas por la cercanía de las elecciones municipales. Sin duda, nuestros máximos dirigentes locales, sean del color que sean, parecen empeñados en sumirnos en una ducha escocesa cuatrienal, una especie de bipolaridad colectiva contra la que ya están vacunados los más viejos del lugar: un año antes de los comicios vamos a convertirnos en un referente planetario, y un año después comprobamos que somos la misma ciudad de siempre.
Por último, el proyecto tiene una envergadura económica considerable. Y es lógico que el vecino de a pie se pregunte cómo será posible invertir en este espacio 50 millones de euros, cuando ni siquiera podemos afrontar dignamente infinidad de carencias en materia monumental y de equipamientos que nos acompañan desde hace décadas de forma aparentemente inexorable e irresoluble. El alcalde Ricomà destaca que los plazos de ejecución se han fijado desde el realismo (no está previsto iniciar la obra antes de la próxima década), una reflexión que puede ser acertada desde la perspectiva financiera, pero quizás no desde el pragmatismo empírico, a la vista de cuánto duran los planes en nuestra querida ciudad. Si es imposible saber en qué estaremos enfrascados dentro de un año, imaginen lo que puede pasar de aquí a 2030.
Con toda honestidad, espero que esta vez sea la definitiva. Más allá de buscar culpables, resulta imperdonable que continuemos desaprovechando una joya en bruto como el viejo preventorio de la Savinosa. La cabeza me previene de que probablemente nos encontremos ante una maqueta más, pero el corazón me pide creer. Crucemos los dedos, porque significaría un salto tan inmenso como necesario en la vida cultural de la ciudad. Feliz Navidad! Bon Nadal! Gabon zoriontsuak!