«No renunciamos a nuestros principios, no gobernaremos a cualquier precio»
Si se hiciera un recuento de cuántas veces se ha pronunciado esta frase antes de unas elecciones, seguramente sería interminable. En estos días, la campaña electoral nos dio otro ejemplo de su rigurosa actualización. Pero esta vez, por su resonancia, no ha pasado desapercibida. Cuando el PP creía que los resultados del 28M presagiaban una clara victoria en las próximas presidenciales de julio, algunas circunstancias comenzaron a resquebrajar esas certezas.
Una de ellas ha tenido como protagonista a María Guardiola, candidata del PP a la presidencia de la comunidad extremeña. Obtuvo el mismo número de escaños que el PSOE. Mientras a nivel estatal se establecían negociaciones entre el PP y Vox para hacerse con ayuntamientos y comunidades, en Extremadura surgió la candidata Guardiola afirmando categóricamente que ella tenía principios y que de ningún modo estaba dispuesta a compartir gobierno con Vox.
Pero no fue una frase aislada. El 20 de junio arrancó con una declaración contundente: «No puedo dejar entrar en el Gobierno a quienes niegan la violencia machista, a quienes están deshumanizando a los inmigrantes y a quienes despliegan una lona y tiran a una papelera la bandera LGTBI». Esas afirmaciones tuvieron gran repercusión, porque en el resto del Estado estaban en marcha innumerables contactos PP/Vox para establecer acuerdos.
La dirección de su partido en Madrid había admitido ya acuerdos como el de Valencia que implicaban cogobernar y ceder cargos. Pero parecía respetar las decisiones que tomaran sus representantes en el resto del Estado. Feijóo había dicho «tendrán autonomía para negociar».
Fue entonces que los medios pusieron atención en la candidata extremeña. Y esta se ratificó plenamente en varias oportunidades. «Mi palabra es sagrada». «Cuando una hace una promesa es para cumplirla». «Tengo principios y jamás voy a faltar a mi palabra». «Voy a cumplir mi compromiso: no voy a gobernar con Vox». «Mi madre me enseñó a a ser fiel a mis principios».
«Me quitaré del medio antes que tragar con Vox en el gobierno». Cuando los periodistas insistían con sus preguntas, también fue muy concluyente: «El camino más fácil hubiera sido ceder y ser presidenta a cualquier precio y traicionar a mi tierra y lo que prometí en campaña. Pero no, esa no soy yo. No es mi forma de ser». Pero además, acusó a Vox de «anteponer sus ansias de poder al cambio».
«Vox no ha sido capaz de ver más allá de su propio ombligo, ellos hablan mucho de cambio, pero, a la hora de la verdad, lo que hacen es proponer medidas totalmente obsoletas y buscar el aplauso fácil de los suyos». «Me siento muy libre y este es el ejemplo que quiero dar a mis hijos». Contundente. El 22 de junio la candidata del PP ratifica una vez más que «no quiere un gobierno de coalición».
Sin embargo, poco antes de la medianoche del domingo 25, la presidenta del PP extremeño envía un insólito mensaje a los militantes de su partido: «No vamos a fallarles», escribía. «Soy muy consciente de que también es imprescindible el respeto, el diálogo y el acuerdo pragmático con la formación de Vox en Extremadura».
¿Qué había ocurrido para provocar semejante cambio? Ahora trascendió que ese fin de semana hubo contactos entre María Guardiola y Ángel Pelayo, dirigente extremeño de Vox. Es de suponer que ese encuentro fue la consecuencia de su viaje a Madrid, en el que estuvo con dirigentes estatales de su partido. El martes 27, la presidenta de la asamblea extremeña convoca el inicio de una ronda de conversaciones. Cuando sale de la reunión, María Guardiola comienza a recular. Eso provoca todavía mayor atención de los medios periodísticos.
A partir de entonces, nuevas reuniones. Se acuerda que el PP cederá a Vox una consejería. A última hora del jueves 29 se cierra el acuerdo con un asesor personal de Abascal, y allí se precisa que Vox entrará en el gobierno autonómico con la consejería de Gestión Forestal y Mundo Rural, creada ex profeso, y además el PP cede un senador autonómico que le correspondía.
Con la anuencia de Feijóo desde Madrid, el acuerdo se firma públicamente. Se anuncia en una rueda de prensa en la que prescindiendo del audio, se advierte en lo gestual quién ganó y quién perdió. La presidenta extremeña del PP se desdijo del aluvión de frases que una semana antes lanzó sobre Vox y un posible pacto. Su recorrido es lamentable.
Cedió finalmente a la imposición de su partido sobre su voluntad expresada. Tiró por la borda las enseñanzas de su madre... sus convicciones y el ejemplo que quería dejar a sus hijos.
Pero esto no es una anécdota personal ni aislada. Es una evidencia de que el Partido Popular está dispuesto a lo que sea para alcanzar su objetivo de recuperar el poder. A Borja Semper, portavoz del PP, le tocó la difícil tarea de explicar lo sucedido. A la pregunta de los periodistas si el acuerdo significaba una «rendición» del PP, Semper respondió: «Lo que ha hecho María Guardiola es un ejercicio de responsabilidad para que el cambio llegue a Extremadura».
Creo que este político, habitualmente franco y cordial, pasó un trance muy difícil porque sabe que no fue responsabilidad, sino presión. Tuvo que mentir.
Es lógico pensar que si el PP llegara a tener mayoría con un apoyo parlamentario de Vox, no dudará en ceder una vez más. Si eso ocurriera no será un gobierno simplemente ‘conservador’. Dependerá de una ultraderecha que le seguirá presionando e imponiendo medidas ajustadas a su ideario fascistoide, violentando los límites naturales del PP.
Y si eso ocurre, por primera vez desde la transición en 1975, pondrá en riesgo al propio sistema democrático. Esperemos que si la dirección del PP no lo advierte y corrige ese rumbo, al menos sus votantes habituales reconsideren su decisión.