Mujer y economía
Para empezar, un poco de historia: ya en los siglos XVIII y XIX las mujeres españolas trabajaban fuera de casa. En el entorno rural realizaban tareas domésticas y agrícolas pero en el entorno urbano la cosa cambiaba: muchas eran emigrantes que buscaban ganar algo de dinero en el servicio doméstico para luego volver a sus lugares de origen y casarse. Había otras con espíritu emprendedor que trabajaban como comerciantes: desde las que se dedicaban a la venta ambulante, pasando por las que regentaban pequeñas tiendas de comestibles, mercerías o ferreterías, hasta las pertenecientes a la alta burguesía y que participaban en la gestión de las grandes empresas familiares (comercio, industria, banca).
En este último grupo es donde aparece la razón social «Viuda de...», el primer recurso para afrontar la sucesión cuando, tras la desaparición de su fundador, se quería dar continuidad al negocio familiar, conservando el poder de la marca y el prestigio del anterior dueño. Entre finales del XIX y principios del XX la mayor parte de las mujeres fundadoras de empresas eran viudas.
Pero un siglo atrás no solo hubo mujeres comerciantes: también las hubo que fueron banqueras. Por supuesto, eran mujeres pertenecientes a una élite social y económica (pero también es verdad que el papel de las mujeres en la actividad económica ha sido históricamente tendiente a minoritario). Hermanas, hijas o sobrinas de, el accionariado del Banco Hispano Americano (predecesor lejano de lo que ahora es el Banco Santander y fundado en 1900 por un grupo de indianos) llegó a estar conformado por un 40 % de mujeres que, además de independencia económica, tenían acceso a espacios considerados eminentemente masculinos, como las reuniones anuales de accionistas del banco.
Con los años, las mujeres se han ganado un espacio en el mercado de trabajo. Hoy por hoy, la tendencia es que las mujeres vayan ocupando cada vez más puestos directivos dentro de las empresas. Las mujeres en posiciones de liderazgo tienden a fomentar la colaboración y comunicación, y adoptan un enfoque más participativo y orientado al trabajo en equipo. Además, la diversidad de género contribuye a que las empresas mejoren sus resultados y su reputación corporativa.
Si hablamos de mujeres y economía, siempre vale la pena volver a repasar algunas de las ideas de Claudia Goldin, ganadora del Nobel en 2023: que el desarrollo económico no siempre ha generado mejores condiciones laborales para las mujeres; que en la primera mitad del siglo XX los parones en la carrera profesional por motivos familiares (como la maternidad) fueron relegando de forma sistemática a las mujeres del mercado laboral, y que gracias al acceso a la educación superior y a la aparición de mejores métodos de control de la natalidad (como la píldora anticonceptiva), en los últimos 50 años las mujeres han podido desarrollar mejores carreras profesionales.