La Matanzaque quieres
Bueno, pues las elecciones locales ya pasaron y volvemos a vivir tranquilos y felices tras la hemorragia de demagogia que fueron estas últimas semanas. ¿Volvemos? No se engañe, señora, hasta el 23 de julio, y con la vista puesta en las Generales, viviremos en campaña electoral permanente.
Campaña electoral non stop hasta que el cuerpo aguante. Aquí no para nadie y cada semana desde ahora a las vacaciones se despertará usted para descubrir la nueva y descacharrante promesa de Pedro Sánchez (injertos capilares gratis para calvos amantes del rock duro, prótesis de cadera gratuitas para futbolistas macedonios víctimas de excesos en la ingesta de frutas, tratamientos para dejar de fumar en la Antártida mediante visionados de larga duración de las tautologías de Yolanda Díaz emitidas en bucle, muérete Stanley Kubrick), la inminente y nefanda añagaza soberanista-izquierdista-populista que Ayuso nos comunicará entre espumarajos y que sólo podrá conjurarse votando a la ex community manager de un perro, ¡España se cae en pedazos en menos de lo que dices Miguel Ángel Rodríguez!, Abascal y los suyos jugando al corre que te pillo con los okupas, los okupas exigiendo democracia con un cóctel molotov en la mano, tantas cosas nos esperan en los próximos dos meses, lloro de pensarlo.
Tantas por venir y, sin embargo, la que mejor las define y resume a todas juntas pasó durante la finiquitada campaña electoral de las Locales y fue un cartel electoral en una pedanía de una diminuta localidad murciana llamada Santomera. La pedanía recibe el exótico nombre de La Matanza y a los líderes del PP de la hermosa metrópoli murciana no se les ocurrió cosa mejor que colocar carteles con el pegadizo lema electoral ‘La Matanza que quieres’.
Efectivamente, a estas alturas de la vida una matanza es lo que uno comienza a querer cada vez más. El cartel era sencillo, tres señores sonriendo a cámara y el lema en cuestión en la esquina superior izquierda.
Uno se pregunta cómo debió ser esa lluvia de ideas en la que alguien dijo, «¿Y si ponemos el nombre del pueblo y una alusión genérica a lo que todos queremos?», otro preguntó, «¿No te parece un poco problemático el nombre de nuestro pueblo para hacer un cartel así?», y el primero concluyó, «Quedará fetén, confiad en mí, que yo de esto sé». Y ‘La Matanza que quieres’ fue alumbrado como lema electoral nacido para aplicarse a los sueños y esperanzas no de unos cuantos miles de murcianos, sino de 47 millones de españoles.
Un mensaje como ese es merecedor de ser el título de la próxima película de Tarantino, quizá de Takeshi Kitano, de algún director que disfrute martirizando primero y asesinando cruelmente después a sus protagonistas.
No es que yo deseara que la política española acabara en un baño de sangre donde no quedara vivo ni el apuntador y todos nuestros líderes se exterminaran unos a otros en carnicería apocalíptica, pero, qué quieren que les diga, viendo como todos ellos nos tratan como tontos, como se niegan a llegar a unos mínimos acuerdos que permitan más o menos gobernar este país nuestro que se llevó el tornado y comprobando como generación tras generación son cada vez más limitados en formación, más escasos en experiencia y preparación, más caninos en voluntad de diálogo y más primarios en ánimo de confrontación y encono, pues, la verdad, a uno casi le puede la tentación y está por decirle al bueno de Quentin que vista a los Sánchez, Feijóo, Ayuso, Abascal, Iglesias y compañía con elegantes trajes de corbata negros, les ponga una buena banda sonora de los sesenta o setenta y los deje en algún suburbio de una gran ciudad estadounidense armados y con ganas de buscarse las cosquillas.
Dirán ustedes que soy un exagerado y que promover que nuestros políticos se destripen unos a otros en una colosal battle royale no es en absoluto edificante. No lo niego, pero tampoco me negarán ustedes que la descripción que he hecho de ellos no anda muy desencaminada.
Y, lo que es peor, el grupo en cuestión cada vez muestra más desconexión con el ánimo de los ciudadanos, que no queremos confrontación, sino encuentro, no queremos radicalidad, sino puntos medios, no queremos choque constante, sino acuerdo, sentido común y tratar de hacer de nuestra tierra un lugar remotamente civilizado.
Pero frente a esta voluntad nos encontramos a nuestros políticos, que se comunican a gritos, que simplifican la realidad hasta la náusea y que nos tratan de situar en trincheras opuestas cuando nosotros somos gente normal que quiere llevarse bien con el vecino, por mucho que el vecino no piense como nosotros. Nos encontramos, en definitiva, con ‘La Matanza que quieres’ y uno, que es pacífico pero que tiene un límite, se descubre diciéndose a sí mismo: si yo te dijera la matanza que quiero...