La importancia de la conversación
Como señala Estrella Montolío, frente a otros aspectos de la especie humana estudiados en profundidad, como el deporte o la alimentación, no se ha hecho una reflexión colectiva sobre la conversación, que es clave en el proceso de humanización. Necesitamos una alfabetización conversacional, igual que existe una alfabetización nutricional. ¿Para qué sirve una conversación trivial que surge al azar en el metro o en un paseo? ¿Cómo podemos expresar mejor nuestras necesidades de una manera asertiva, que algunos consideran como algo autoritario? ¿O nuestras opiniones manteniendo el respeto hacia los demás? ¿Cómo reaccionamos cuando sufrimos un ataque verbal? ¿Estamos capacitados para abordar estas circunstancias conversacionales? ¿Cómo podemos escuchar mejor a los demás?
Es muy importante este aprendizaje conversacional, ya que la calidad de nuestra vida depende de la calidad de nuestras conversaciones. Cuanto más sepamos sobre la conversación, más eficaces y felices serán nuestras relaciones. Desde la psiquiatría se afirma que el conversar es la actividad humana más efectiva para proteger la autoestima, gestionar las dificultades de las enfermedades. Múltiples estudios nos recomiendan conversar más a fin de mantener un mayor grado de socialización con nuestros congéneres, para evitar la soledad y el aislamiento, que propician la angustia y ansiedad actuales. Nuestras conversaciones están vinculadas con la felicidad personal y el éxito social y profesional.
El profesor de la Universidad de Harvard Tel Ben Shahar ofrece seis recomendaciones para ser felices, y cinco tienen que ver con la conversación. 1) Mantener relaciones cara a cara, que sean íntimas y profundas. 2) Respetar las islas de cordura, espacios en los que nos dediquemos a una sola tarea –no varias cosas a la vez, consultando el móvil–, como pasar tiempo con un amigo. 3) Darnos permiso para ser humanos dejando que las emociones negativas salgan de nosotros hablando con algún amigo. 4) Expresar gratitud. 5) Dedicar tiempo a actividades que nos aporten significado y placer, como pasar tiempo con alguien a quien apreciamos. Y la última, que no tiene que ver con la conversación, es la práctica de algún deporte.
La sociología nos indica que muchos jóvenes no han tenido la experiencia vital de un número suficiente de conversaciones en directo, cara a cara. En ese espacio de intercambio aprendemos a fluir con los ritmos y tiempos de los demás, a colaborar para construir conjuntamente un tema, una narración, un cotilleo o un chiste. Y, sobre todo, en el contexto de la conversación presencial, intercambiamos emoción con nuestros interlocutores.
Existe una correlación entre el número de horas de conversación que los niños comparten con sus familias y su éxito posterior en la vida. Puede resultar extraño, hasta que lo pensamos. Las investigaciones aportan datos incontestables: los niños y jóvenes que no han recibido en sus familias y entornos el suficiente grado de conversación muestran menos capacidad de empatía, menos habilidad para convencer y persuadir, para ponerse en el lugar del otro, trabajar en equipo, concentrarse durante un cierto lapso de tiempo. La sociolingüística ha demostrado que nuestro contexto socioeconómico familiar determina igualmente el capital lingüístico y comunicativo con el que partimos en nuestra andadura vital. Como padres y educadores tenemos la responsabilidad de proponer a nuestros jóvenes espacios reservados para la conversación auténtica, para la escucha deferente. Hemos de ser capaces de enseñarles cómo gestionar mejor sus intercambios conversacionales para que rehúyan los modelos tóxicos de comunicación y sepan cómo construir relaciones personales nutritivas y profesionalmente eficaces.
¿Cuáles son las habilidades conversacionales de nuestra clase política? Si todos practicásemos más una conversación mejor, acabaríamos con la incomunicación familiar, el sexismo, el racismo, la homofobia, la xenofobia, en fin, con cualquier tipo de discriminación y violencia.