Falsa solidaridad: voluntarios turistas
Maria R., tras finalizar sus estudios universitarios, ha pasado un año de voluntaria en Guatemala. A su vuelta lo primero que ha hecho es colgar en facebook sus fotos con niños indígenas. En el apartamento de Ramón G. llaman la atención las fotos de su viaje a una tribu de la selva de Brasil, rodeado de infantes medio desnudos.
Es frecuente encontrar en las redes sociales fotos de personas blancas que han pasado sus vacaciones en un poblado pobre de África, levantando o abrazando a un niño malnutrido. Quizás lo hacen con la mejor intención, como María y Ramón, sin darse cuenta de que están perpetuando un comportamiento racista e imperialista. Con sus fotos muestran a sus amigos que han encontrado un hueco en sus vacaciones para ser humanitarios.
El complejo del «salvador blanco» procede de un poema de Rudyard Kipling, que reflexiona sobre la carga moral del hombre blanco para con sus territorios colonizados. Se veían con la obligación de alfabetizar, culturizar, etc, a sus colonias, considerando a sus pobladores como razas inferiores.
O dicho de otra manera, si viajas a Suecia o Alemania no se te ocurriría coger al niño de una familia sintecho, hacerte una foto dándole besos y subirla a las redes sociales. O que un millonario vaya a un barrio marginal de tu ciudad, se meta en una casa y cuelgue un montón de fotos en Instagram para explicar lo feliz que son tus vecinos con tan pocos recursos. Sería muy violento, un ataque contra la dignidad de las personas, que no permitiríamos. Entonces, ¿por qué este comportamiento con niños negros o indígenas nos parece incluso positivo? Son patrones que no se comprenden sin relacionarlos con el racismo y el imperialismo. Con esta costumbre, deshumanizamos a esos niños y no les concedemos la misma dignidad que a un niño blanco.
Con el «volunturismo», no se busca ayudar a los africanos, indios, etc, sino ayudarse a uno mismo, engrandecer el ego. Los indígenas dan igual, porque los protagonistas somos nosotros, que vamos a esos países a construir un centro médico, una escuela, etc. Un voluntariado de unas semanas en el Congo, El Salvador, etc., adorna mucho el currículo, tanto a nivel laboral como social, y se acostumbra a explotar en las redes sociales. Muchos falsos voluntarios no comprenden que lo necesario, en este tipo de comunidades, es la solidaridad entendida como implicación, atención a sus necesidades... y, no la caridad que se les ofrece.
Algunos «influyentes», actores famosos, futbolistas, etc viajan a estos países con el único afán de añadir una línea dorada a su expediente. No dejan de ser «voluntarismos» del ego y lucimiento personal.
El turismo humanitario surge como turismo alternativo, como una moda más, como dormir en una casa rural o hacer kilómetros para comer un chuletón ecológico. Durante el viaje, algunos optan por hacerse fotos con las tribus más pobres del planeta. Hoy es muy fácil contratar este tipo de viaje por internet: paquetes turísticos que proporcionan la experiencia vital de estar rodeados de gente pobre. Ofertas que generan mucho dinero que no revierte en el país de destino.
Los voluntarios-turistas llegan, se hacen fotos con niños, presuponiendo cómo viven y haciendo propuestas de cómo deberían vivir. En nuestro país los niños tienen apellido y se necesita el consentimiento de los padres para usar su imagen. Se respetan sus derechos, pero no a los de “esos países”. El turismo de la pobreza se ha convertido en un tipo más de turismo. Los viajeros “voluntaristas” piensan que cualquier acto solidario o donación puede transformarles la vida. A veces consiste en participar en proyectos de vacunación, sin la formación académica exigible. En definitiva, se trata de un desprecio del “salvador blanco”.
Las ONG también explotan esta técnica para recaudar dinero: niños con tripas hinchadas, rodeados de moscas. Contribuyen a crear la idea populista de que debemos salvarles con nuestra contribución, a veces de un euro. Este patrón de comportamiento se lleva cuando se viaja allí. ¡Pues no! Los problemas del tercer mundo son estructurales y muchos tienen su origen en un pasado colonialista. Algunas ONGs obtienen beneficios de donaciones que se destinan a intereses privados. Todos hemos leidos escandalos al respecto.
Por el contrario, hay cooperantes que desean comprometerse seriamente en tareas humanitarias durante un periodo de su vida, sin esperar una recompensa o experiencia vital. Buscan ser la voz de “los de allá”, acompañarlos en sus luchas y reivindicaciones históricas y mejorar sus condiciones sociales y económicas; fomentar sus valores y sus riquezas; empoderar a las personas; denunciar los atropellos, la explotación de sus recursos naturales por multinacionales, muchas de ellas herederas de la descolonización; respetar el uso de la imagen de los menores, pedir el consentimiento o pikcelar las caras, etc.
Para emprender estos proyectos de cooperación deben buscarse organizaciones de confianza, preferentemente locales o ubicadas en el país de destino.
La ONG Comité de Solidaridad Oscar Romero Reus-Tarragona, tiene proyectos permanentes de cooperación en Guatemala, Nicaragua, El Salvador, y en verano organiza estancias cortas. Sus promotores se toman en serio la tarea y trabajan constantemente para acompañar a las personas de estos países, en mejorar sus condiciones y denunciar las injusticias sociales. Animo a los lectores a que conozcan la entidad y se dirijan a ella si desean colaborar.