El nuevo precariado político
Las secuelas de la desigualdad, de carácter político las describe Margarita León, profesora de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Barcelona en su libro, El arte de pactar. Estado de bienestar, desigualdad y acuerdo social (2023Ç). Para ella la abstención electoral extrema en los suburbios más castigados de las ciudades se han convertido en auténticos agujeros negros de nuestra democracia, tal como los definen Manuel Trujillo y Braulio Gómez en un estudio La Segregación electoral interurbana en España. Relación entre participación y renta. VIII Informe Foessa. Documento de trabajo 3.4 (2019).
En este estudio no aparece la ciudad de Tarragona, pero es un hecho la existencia en ella de estos agujeros negros, tal como reflejó este diario el 31 de mayo de 2023 tras las elecciones municipales: En Tarragona los cuatro barrios con menos participación son todos periferia obrera, entre Ponent y Sant Salvador. En el Institut Escola Mediterrani, en la calle Riu Ter de Campclar, está el récord de la abstención: solo votó un 33,7%, 18 puntos menos que la media y 30 de diferencia con el local de la Associació de Veïns del Miracle, el colegio electoral donde más se votó (63%).
Los autores citados comentan que una de las salidas de los perdedores de la crisis es la oferta de los nuevos partidos anti-establishment, pero otra parte ha venido a acompañar a los perdedores de siempre, abstencionistas en los procesos electorales y este hecho está teniendo menos atención, tanto en la academia como en el debate público, donde impacta más el crecimiento de los partidos antisistema que el nuevo precariado político que se automargina del cuerpo electoral, otorgando con ello más peso e influencia a los grupos de más renta, cuya participación política no ha menguado tras la crisis económica, con lo que la brecha entre ricos y pobres se ensancha, no solo en el plano social y económico sino también en el político.
Ese término «precariado político» se debe al doctor en Ciencias Políticas José Fernández Albertos en su libro Antisistema. Desigualdad económica y precariado político. La participación también está relacionada con el nivel educativo. Las personas con títulos universitarios pueden llegar a votar hasta un 20% más que las de estudios primarios o sin estudios.
Esta diferencia interclasista a la hora de votar tiene consecuencias. Quienes no votan lo tienen complicado alcanzar visibilidad política y así cambiar su situación. Revertir la injusticia social solo es posible cuando los que están abajo en la escala social se convierten en fuerza política capaz de movilizarse con unas demandas y reivindicarlas.
Como señala Yuval Noah Harar, mucho peor que la explotación, es la irrelevancia. Al respecto es pertinente hablar de eficacia política, que es la creencia de un ciudadano de que puede entender y participar en los asuntos públicos y de que su actuación puede tener efectos políticos. La eficacia política es clave en la participación política. Si el ciudadano no la percibe, no vota.