Democracia bajo presión: lecciones de un año convulso

El año que se acaba ha puesto a prueba el sistema democrático y ha profundizado en la multiplicidad de conflictos que alimentan la inestabilidad global. Un año de urnas y armas, así lo definía el centro de investigación en relaciones internacionales, CIDOB, en su último informe.

Un intenso ciclo electoral ha marcado 2024 donde las poblaciones de 76 países han sido llamadas a las urnas. Las elecciones en los EE.UU., la Unión Europea, India, Rusia, Venezuela, México o Pakistán, entre otros países con una gran influencia –geopolítica y/o demográfica– han sido algunas de las citas electorales más destacadas, los resultados de las cuales apuntan hacia un imprevisible rumbo del mundo actual.

En el tablero político hay cuestiones tan importantes como la emergencia climática, la revolución tecnológica, la seguridad internacional y la pugna geopolítica. Una competición electoral que se ha desarrollado en medio del número más elevado de conflictos bélicos activos desde la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, las guerras de Ucrania, Palestina, Yemen o Sudán, entre otros, han condicionado las urnas, al igual que hay resultados de elecciones que pueden definir guerras.

La población llamada a las urnas ha votado en un contexto donde la inteligencia artificial permite llevar al extremo la manipulación política. Además, una parte importante de estas elecciones han sido en países poco democráticos, en regímenes híbridos o directamente autoritarios, y otras se han realizado en democracias homologadas donde el debate identitario ha tenido un peso determinante.

El retorno de Trump a la Casa Blanca, el ascenso de la extrema derecha en Europa después de haber conseguido normalizar su agenda monopolizando el centro del debate público, el refuerzo del control político y social por parte de Putin en las elecciones rusas o la continuidad de Modi y sus políticas nacional-hinduistas y islamófobas en India son algunos de los resultados de los comicios que han tenido lugar durante un 2024 de una intensidad electoral sin precedentes.

En este sentido, de la nueva administración Trump depende directamente la continuidad de la ayuda militar en Ucrania, la posición de la OTAN, el apoyo a Israel, la relación con Rusia o la guerra comercial con China.

Estos resultados electorales definen un rumbo de un mundo convulso en plena transición global de poder y en un claro retroceso de derechos fundamentales donde reiteradamente se señala la inmigración como chivo expiatorio a la vez que se utiliza como arma política. Al respecto, la deconstrucción de la actual legalidad internacional, la delicada unidad transatlántica y su más que cuestionada doble moral, el desbordamiento humanitario como consecuencia directa de los conflictos armados y de la crisis climática, la disputa por el dominio económico mundial entre las grandes potencias o el ascenso del sur global son elementos determinantes de un periodo de transición hacia un mundo nuevo e incierto.

La sensación de desorden no es nueva, ni siquiera su aceleración pero la erosión de las actuales instituciones multilaterales de gobernanza global y el aumento de la imprevisibilidad cierran un 2024 que consolida el aumento del extremismo político y de sus postulados. Entramos en un momento clave de la historia, un momento de resistencia democrática.

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