Carlos Pérez de Rozas

Hay ausencias a las que no deberíamos acostumbrarnos nunca. Desapariciones que no son aceptables. Ni son ley de vida. Son, sencillamente, una putada. La definición no admite matices. Hoy se cumplen cinco años (¿cinco años?, ¿es posible?) de la muerte de mi amigo Carlos Pérez de Rozas. Escribir estas líneas me parece extraterrestre porque no me las creo. Los dedos lo están haciendo por control remoto, yo no se lo mando. No me lo creo. No puedo creérmelo y no quiero creérmelo. Nos dirán que las fases del dolor son reconocibles y que una de ellas es la rabia. También nos dirán que la rabia pasa. Siento comunicarles a todos los colegios de psicólogos mundiales que no es cierto. No pasa. Se queda. Te acompaña. Es más, sin la rabia permanente crees estar cometiendo el peor de los delitos: el olvido. Eso es imperdonable porque a Carlos no se le puede olvidar. Era, es, irrepetible. Tus amigos (que continuamos siendo legión... Toni Piqué, Merche, Rosa Mundet, Espinet y Tere... Carlitos... los Canut) nos hemos confabulado contra el olvido. No pasará. No te olvidamos querido Carlos. Nunca. Nos hemos quedado huérfanos de tus abrazos. Nos queda la Canut, a la que estrujamos siempre pensando en ti.

Temas: