Querido Leo
Querido Leo: Con la confianza que me da haber seguido tu carrera desde que te vi por primera vez en Los problemas crecen y la tranquilidad que me proporciona saber que nunca leerás estas líneas, te pregunto: ¿qué te pasa? Y te lo pregunto porque tú, de cuarenta y siete años, has vuelto a dejar plantada a una muchacha de veinticinco. A todas las abandonas al llegar a esa edad límite: en cuanto ese número entra por la puerta, tu amor salta por la ventana. Son novias de obsolescencia programada. Como los replicantes y las lavadoras.
No te lo digo yo, que te lo soltó al careto Ricky Gervais en los Globos de Oro de 2020: «Leonardo DiCaprio asistió al estreno de The Irishman y, llegado el final, su cita ya era demasiado vieja para él». Que te gusten jóvenes no es ninguna novedad, Leo, querido, que os pasa a todos los hombres salvo honrosas excepciones, y que los actores estáis acostumbrados a compañeras de reparto veinte o treinta años más jóvenes que vosotros. Lo que es raro es que los yogures tengan una fecha de caducidad mayor que tus parejas.
Sin embargo, tengo una buena noticia para ti: ya no tendrás que cargar nunca más con el sambenito de niño guapo contra el que tanto has luchado. Porque ya no lo eres. Vemos cómo envejeces a tamaño panorámico, estás fondón, blandengue, y esa barba aborrascada no consigue disimular tu papada de pelícano, que la gravedad no entiende de géneros y los kilos no distinguen entre hombres, mujeres y viceversa.
Pero a ti te da igual, porque sabes que toíto te lo consienten. Y también sabes que, en este momento y en alguna parte del mundo, hay un embrión de supermodelo que será tu novia cuando tú tengas 72 años. Ni Papuchi, macho.