Porta Tarraco, una oportunidad
La nueva puerta de entrada para los turistas que se acercan a conocer el pasado romano de Tarragona debería ser el revulsivo
que aún le falta a la ciudad para preservar y poner en valor su patrimonio
Tarragona es para muchos como un diamante en bruto aún por pulir. Uno de los elementos de los que no se ha sacado suficiente partido es de su espectacular legado romano y su declaración como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco el 30 de noviembre de 2000. Por eso es una buena noticia la reapertura, doce años después, de la Volta del Pallol, y la inauguración de la primera fase del proyecto Porta Tarraco, que está llamada a ser la puerta de entrada para los turistas que se acercan a conocer el pasado romano de la ciudad. Se trata de un nuevo espacio interactivo en el que los visitantes vivirán una experiencia inmersiva para tener una primera impresión de cómo era la vida en la ciudad hace 2.000 años cuando Tarragona era la capital provincial de la Hispania Citerior. En concreto, se utilizan los muros de la antigua bóveda romana para proyectar imágenes de grandes dimensiones donde se pueden ver desde, por ejemplo, carreras de cuádrigas, el antiguo puerto romano o la vida en el campo en la época.
El proyecto, que debe acabar con la rehabilitación integral de Ca L’Agapito, es una realidad gracias a la colaboración entre tres administraciones: el Ayuntamiento de Tarragona, Turisme de la Generalitat y el Ministerio de Fomento, a través del 1,5% cultural. Pero sigue faltando un presupuesto acorde a la riqueza patrimonial de Tarragona. O lo que es lo mismo, el patrimonio sigue siendo el hermano pobre de las cuentas municipales. Además, falta un plan director en esta materia y, sobre todo, una mayor colaboración público-privada. El ejemplo a seguir es el del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida, que recauda desde el sector privado el 90% de sus más de siete millones de presupuesto.
Solo quince ciudades españolas tienen el sello de la Unesco y Tarragona es una de ellas. Pero de poco sirve pregonarlo con orgullo si no destinamos los recursos suficientes para mantener los monumentos y carecemos de una verdadera hoja de ruta. Confiemos en que Porta Tarraco no sea solo la puerta de entrada de los visitantes a la antigua Tarraco, sino el revulsivo necesario para preservar y poner en valor nuestro patrimonio.
Los fuegos se apagan en invierno
El primer gran incendio forestal de la temporada empezó el jueves en el límite entre las provincias de Teruel y Castellón y ha arrasado más de 4.000 hectáreas. Viendo la impotencia de los evacuados y el desolador paisaje tras el fuego, he recordado la entrevista que en 2015 hice a Eduard Balsells, un joven de Igualada a quien contacté para un libro sobre emprendimiento e innovación que elaboré por encargo de la Càtedra de Foment de la Innovació Empresarial de la URV con el apoyo de la Diputació de Tarragona. Su historia es de esas que no se olvidan. Con poco más de 25 años, Eduard Balsells no dudó en cambiar un empleo fijo con un sueldo de 1.200 euros netos al mes por trabajar únicamente quince días para dedicarse a ser pastor y cumplir así su sueño desde pequeño. Comenzó con sesenta cabras blancas de Rasquera, en una finca de Querol (Alt Camp), convencido de que Ramats al Bosc, su proyecto para contribuir a la gestión forestal sostenible de espacios considerados en riesgo de incendio mediante el pastoreo, iba a tener éxito. Pero pronto se dio cuenta de que no iba a ser una tarea fácil convencer a los ayuntamientos de que mantener limpios los bosques con un rebaño de cabras y ovejas. De hecho, fue, sorprendentemente, un municipio del Área Metropolitana de Barcelona, Sant Boi de Llobregat, el que le contrató en 2011, cuando ya estaba a punto de tirar la toalla.
Estuve con él casi tres horas. Y me supieron a poco. Hablamos de silvopastura, de la falta de gestión forestal, de despoblamiento y abandono del campo, de la necesidad de dinamizar y reactivar la economía rural, de cambiar nuestro modelo de producción y consumo apostando por la proximidad, de cambio climático y de regresar a los orígenes.
Hace siete años de nuestra charla y cada vez que releo sus notas pienso en lo acertado de sus planteamientos. Uno de ellos es que los incendios deben estar en lo más alto de las agendas políticas y no deben abordarse cuando llega el calor y el fuego, sino con la prevención, mucho antes, en invierno.
El primer fuego de la temporada ha llegado muy pronto pero no es un fenómeno aislado. Hasta dieciocho comarcas de Catalunya, la mayor parte de Tarragona y Terres de l’Ebre, tenían ayer sábado un riesgo muy alto de incendio, el nivel 2 del plan Alfa del cuerpo de Agents Rurals. Hoy serán 277 municipios de 25 comarcas. A pesar de que acabamos de estrenar la primevera, ya llevamos 25 días con activación del plan Alfa en riesgo alto o muy alto de incendio. En nuestras comarcas, en lo que va de año, ya hemos vivido 32 incendios y han quemado más de 64 hectáreas, principalmente en los fuegos de Calafell, La Selva del Camp y el Perelló. La situación es muy anómala para la época del año en la que estamos.
Sucede lo mismo con las temperaturas. Hace dos fines de semana, el domingo día 12, el Observatori de l’Ebre midió 18,8 ºC de mínima durante la madrugada, la temperatura más alta en un mes de marzo en sus 118 años de datos. La Agencia Estatal de Metereología ha advertido que del martes al jueves se pueden alcanzar máximas de 30 ºC en puntos del este y sur de la Península, temperaturas propias de junio. A mayor temperatura, más sedeshidratan y se estresan los árboles. Éstos pierden mucha agua y, en caso de incendios, todo se propaga más fácilmente.
La otra cara de la moneda es la sequía. Tarragona se ha librado hasta ahora de las restricciones de consumo de agua, pero cultivos tradicionales de nuestras comarcas han visto muy mermada su producción por la falta de lluvias y hay agricultores que temen por su supervivencia.
Ya ven. La emergencia climática cada vez impacta más de lleno en nuestras vidas, pero, a menudo, parece que esté alejada de la agenda política.