La no maternidad
El artista que se autoproduce ha dejado de tener sueños caros para aferrarse a la supervivencia. Las productoras teatrales juegan a ser Broadway pagando sueldos indignos
Marian Nadal es una de las pocas artistas que saben cantar, declamar y bailar con una rica formación. Se le llama vedette y se patea los pueblos haga calor o frío, pero en realidad es una promotora cultural capaz de mover a las instituciones para motivar a diversos segmentos de la población.
Estar en Aragón la beneficia; si residiera en Catalunya se encontraría palos cargados de prejuicios en las ruedas de su buen hacer. Aquí recogemos el lamento de los artistas con solera, que ven como su sustento y toda una vida profesional se diluyen ante la gratuidad de los concursos de talentos en televisión y los actos de aficionados en las fiestas mayores.
La escuela de los comediantes de carretera y manta se acaba. La falta de fórmulas en directo que atrapen al público y lo arranquen de las garras virtuales convierte en alto riesgo económico cualquier iniciativa que supere un elenco de 5 personas.
El artista que se autoproduce ha dejado de tener sueños caros para aferrarse a la supervivencia indispensable. Las productoras teatrales juegan a ser Broadway pagando sueldos indignos. Los artistas, muchos oficialmente en el umbral de pobreza, se pasean en las alfombras rojas exhibiendo sonrisas y trajes prestados por esa oportunidad de hacerse ver, que bien puede aplicarse a cualquier persona en cualquier situación laboral.
Todos a demostrar que seguimos aquí a veces con caviar beluga, otras con pan y cebolla. Para quienes hemos contado las monedas en tiempos de descalabros y deudas de compañías en gira, eso significa ‘de profesión casting’.
Ustedes también pasan pruebas aunque no se pongan delante de un foco. Alguien pretende su puesto. Se trata de conquistar y permanecer porque para que tú triunfes tu amigo tiene que fracasar. Los veteranos afrontan una jubilación precaria y los jóvenes llenan la nevera con empleos para los que no se han preparado.
Si la economía y el bienestar son el retrato de la sociedad, la proyección artística es su radiografía.
Marian enseña a otras mujeres a desatar el gusanillo. Ha sido comisaria de exposiciones. Cuenta vivencias de compañeras que han tenido una maternidad mucho más complicada que la de una persona asalariada con todas sus necesidades cubiertas.
Se habla de la conciliación de la vida laboral y familiar aunque hay algunas generaciones de mujeres, ignoradas, que trajeron hijos al mundo incluso para no poder disfrutar de su infancia y crecimiento con todo el dolor de esa separación.
Marian, con una hija preciosa, deseaba mi testimonio de ‘no maternidad’ para una de sus charlas y he pensado que puedo compartirlo aquí. Como a todas, el reloj biológico me dio el toque. En plena lucha por mi posicionamiento en un mercado tan ingrato y voluble no podía permitirme más de año de gestación, crianza e inestabilidad económica, ya no digo si quizás sola. Mi responsabilidad me impedía dar un presente caótico y un futuro incierto a un niño.
Por mi realización laboral he dejado atrás familia, amigos, relaciones sentimentales y territorios. No vale especular sobre otra circunstancia más segura. He cubierto ese instinto maternal con mis alumnas y con mis bailarines, aunque no es lo mismo. Haciendo balance, no me arrepiento.
Decirlo en voz alta supone ser etiquetada de egoísta por el sector conservador y también liberar la opresión de la moralina ajena. Apelo al sentido común ante casos de ‘gran generosidad fértil’ pero inútiles en el propósito como el de Shirley Maclaine, artista que admiro pero madre que no entiendo, quien era capaz de dejar a su hija de tres años y viajar sola en un vuelo intercontinental.
Me estremece el abandono infantil mucho más que el juicio de quien no sabe ponerse en tu piel. Un hijo es lo más importante, incluso la dura elección personal de no tenerlo.