Pulseras de valentía
Miles de ‘swifties’ respondieron al odio y terror del Estado Islámico con actos de amistad, solidaridad y cantando sin complejos en el centro de Viena
La cogí con cierta extrañeza. Alguien me había dejado una pulsera encima del ratón, en el escritorio de la oficina que el IPI tiene en el centro de Viena. Una tira de goma enzarzaba varias bolitas que alternaban colores en un patrón que terminaba con cinco letras: c-l-o-s-u-r-e.
Tardé unos segundos en darme cuenta que se trataba de una ‘pulsera de amistad’ de las swifties, las seguidoras de la cantante -y fenómeno artístico- Taylor Swift, y que Closure era una canción. Una más de las decenas de miles de pulseras que cientos de adolescentes y jóvenes habían estado repartiendo en las calles de Viena. A primera vista parecía un acto pueril pero, en realidad, ha sido una muestra de valentía y agallas ante el terror islámico que, según la policía, tenía la intención de teñir con sangre el estadio nacional de Viena.
Vayamos por partes. La mañana del miércoles 7 de agosto, la policía detuvo a un chico austríaco de 19 años en Ternitz, Baja Austria, que supuestamente planeaba atacar con un machete a los fans de Taylor Swift en las afueras del estadio Ernst Happel de Viena mientras accedían al recinto. En el registro de la casa, la policía también halló detonantes y otros materiales para montar explosivos.
En las 24 h posteriores, las autoridades detuvieron a otros dos jóvenes de 17 y 18 años como cómplices. Según el Ministro del Interior, Gerhard Karner, los tres detenidos se habían radicalizado siguiendo a influencers del Estado Islámico en internet. De hecho, el chico de 19 años de Ternitz, y principal acusado, había jurado su lealtad a la organización terrorista este mismo mes de julio.
A las pocas horas de que se hubiera efectuado la primera detención, la promotora musical anunció que cancelaba los tres conciertos que la cantante tenía programados para el jueves, viernes y sábado de la semana pasada. Un mazazo para las más de 65.000 adolescentes y jóvenes que se preveían en cada uno de los eventos, amén de las 22.000 que iban a vivirlos desde el exterior del estadio. Decenas de miles de personas procedentes de todo el mundo, que tenían las entradas para el ‘Eras Tour’ desde hacía un año, se quedaron varadas en Viena.
Lo que hubiera sido una experiencia traumática, se convirtió en una de las muestras de valentía y solidaridad más grandes (en cuanto a la cantidad de gente implicada) que he visto nunca. Lejos de esconderse en sus hoteles, el jueves, el día que debería haber tenido lugar el primero de los conciertos, miles de ‘swifties’ inundaron el centro de Viena para cantar a capella las canciones de Taylor Swift. Un concierto improvisado que duró más de 8 horas y que se repitió en cada uno de los tres días que correspondían a los conciertos cancelados.
Más de 8 horas diarias cantando, bailando y compartiendo las ‘pulseras de amistad’ con los transeúntes. A golpe de ‘Swift’, miles de adolescentes se ganaron los corazones de toda la ciudad que no tardó en unirse a la ola de solidaridad. Los museos dictaminaron que los fans podían acceder gratuitamente a todas las exposiciones. Las canciones de la cantante americana se reprodujeron en bucle en todos los bares, restaurantes y supermercados del centro de la ciudad. Mientras tanto, dispositivos policiales se repartían aquí y allá para garantizar la seguridad. Sin embargo, tampoco ellos tardaron en imbuirse de la vitalidad de las ‘swifties’ y ya circulan por las redes varios vídeos de adolescentes intercambiando ‘pulseras de amistad’ con los agentes.
Los políticos en Austria andan estos días enzarzados en agrios debates sobre la privacidad de las comunicaciones personales, con los conservadores y la extrema derecha apelando a una mayor intromisión para combatir el terrorismo y los progresistas intentado frenar o debilitar cualquier iniciativa legislativa en esa dirección. Sin embargo, permitidme que en esta crónica deje a un lado la política y me quede con la impronta que las adolescentes dejaron en mi retina, en mi memoria y en mi corazón.
Frente al terror y el miedo que intentaron infundir los terroristas, las ‘swifties’ respondieron cantando las canciones de su ídolo, a pulmón y sin complejos, durante horas e intercambiando muestras de cariño en forma de pulseras con todo aquél que se cruzara en su camino. Así lo atestiguan las cientos de pulseras que todavía hoy cuelgan de los árboles de algunas de las calles de la ciudad y, también, la que rodea mi muñeca.