Por qué los pobres votan a Trump
«Quien gana el centro gana las elecciones». Cuando cubría la campaña que llevó a Clinton a la Casa Blanca, era fácil adivinar a quién iban a votar mis entrevistados. Clinton se impuso por su capacidad para ocuparlo
Cuando cubría para La Vanguardia la campaña que llevó a Clinton a la Casa Blanca era fácil adivinar a quién iban a votar mis entrevistados. Los ricos más listos y los pobres más tontos votaban republicano; y los ricos mejor educados y los pobres que querían educarse para dejar de serlo votaban demócrata.
Una frase resumía todo el sentido de la campaña: «Quien gana el centro gana las elecciones». Y Clinton se impuso por su capacidad para ocuparlo. Hoy lo único seguro en EEUU y aquí es que al poder se llega desde los extremos y la radicalización en campaña, aunque luego se gobierne -miren a Meloni en Italia- desde el centro.
Lo que no ha cambiado es que todos los humanos deberíamos votar en las elecciones de EEUU, porque nos afectan de pleno incluso más que lo que puedan decidir nuestros gobernantes.
Pero sin entrar en pánico, porque el presidente de los EEUU se define más por lo que no puede que por lo que sí puede. De ahí, que por ser predecible y seguro EEUU sea el mayor destino de inversiones y el más predecible del planeta. Y gane quien gane en estas elecciones lo seguirá siendo.
Menos diferencias
Por lo demás, las diferencias enormes, que las hay, entre Trump y Kamala durante la campaña serán menos relevantes cuando uno de los dos llegue a la Casa Blanca. El Congreso, el Senado y un empresariado con un poder ingente vehiculado por los lobbies que los controlan irán recordando a la presidenta o al presidente que tiene todas las pantallas para lucirse, pero no para mandar.
Ya sé que así rebajo expectativas, diluyo emociones y me voy a quedar sin clicks; pero prefiero no engañarles. En el fondo, asistimos a un pulso entre dos modelos de capitalismo: el que encarna Elon Musk para Trump de las grandes plataformas que han convertido a Europa en su colonia digital (mientras China se aproxima); y el clásico industrial y financiero que encarnarían, con Kamala, Jamie Dimon de JPM y George Soros. Si Musk y Zuckerberger montan una buena plataforma, adiós a los bancos de América y de todo el planeta.
Lo demás es un teatro de gesticulaciones y símbolos en el que Kamala Harris sería la primera mujer presidenta de la Historia, además mestiza, y Donald Trump su reverso machista y blanco.
Los más pobres y menos educados han votado a Trump, porque creen que los inmigrantes les pueden quitar el trabajo. Algo que no preocupa al profesor de Yale. También los productos chinos más baratos que los Made in USA pueden dejar en el paro a los obreros de la Ford, como dejan a los de Volkswagen aquí; pero no a los abogados o médicos.
Recursos de campaña
Por eso, la retórica trumpista de encarecer con aranceles las importaciones de productos extranjeros tiene éxito entre las clases más bajas y los machitos blancos acongojados por el empuje woke (concienciado). Las feministas en cambio, ya saben que jalean a Kamala, porque creen que evitaría que se prohíba el aborto en los estados que ya controlan los senadores evangelistas maga (Make America Great Again) pro Trump.
Pero son solo recursos de campaña, porque el taxista blanco o el obrero de la Ford que votan a Trump no quieren darse cuenta de que Elon Musk les va a convertir el taxi en un robot sin conductor y la cadena de montaje de la Ford en otra gigantesca máquina digitalizada en la que sobrarán. Y que si Trump vuelve a gobernar no querrá líos en el Senado ni la Cámara, porque lo del aborto, en el fondo, le da igual. Así que pronto veremos quien gana en un choque de símbolos poderosos en el que todo cambiará para seguir igual.
Lluís Amiguet es autor y cocreador de ‘La Contra’ de ‘La Vanguardia’ desde que se creó en enero de 1998. Comenzó a ejercer como periodista en el ‘Diari’ y en Ser Tarragona. Su último libro es ‘Homo rebellis: Claves de la ciencia para la aventura de la vida’.