Influencers gastronómicos: ¿gurús del buen comer o vendidos al mejor postor?
Los ‘foodies’ triunfan en las redes sociales. Cuentas dedicadas a las cocinas suman miles de seguidores creando tendencia y desbancando en popularidad a los tradicionales críticos gastronómicos
Este pasado sábado, la Biblioteca Ventura Gassol de Calafell se llenó de público para la presentación del libro Vermuts i barbuts (La Campana) de la autora Magda Minguet (Calafell, 1977). En el evento, lleno de momentos desenfadados y muy divertidos, la escritora (que aparte de ser profesora, colabora en la revista Foodie Culture Barcelona) explicó que su pasión por los buenos restaurantes y el universo gastronómico que hay a su alrededor le sirvió de inspiración para crear este maravilloso volumen en el que Gemma, la protagonista del libro, se manifiesta harta de no conseguir citas interesantes con hombres y decide crear una aplicación llamada ‘Foodie match’.
Esta aplicación para ligar es totalmente y revolucionaria. Aquí no hay perfiles con las caras de los usuarios, eso no es lo más esencial. Aquí se puede ver en cada perfil platos que identifiquen o describan los gustos de cada uno de los candidatos a estas originales citas a ciegas gastronómicas. Por poner un ejemplo, en un capítulo del libro un usuario adjunta fotografías de piezas de sushi y sashimi de uno de los templos de la comida japonesa en Barcelona. Y es que según la protagonista, si la cita va mal no importa, al menos habrá cenado bien y eso ya es un punto a favor.
En el libro se entra en una espiral de citas surrealistas, divertidas y accidentadas en algunas ocasiones que la llevaran a encontrar los mejores restaurantes. Y claro por el camino se critican diversos temas, uno de ellos; los influencers gastronómicos. En un capítulo concreto la protagonista tiene una cita con uno de ellos que se presenta en uno de los restaurantes más exclusivos con la intención de cenar gratis a cambio de colgar unas fotos y unos videos en su canal de Instagram. Era un foodie gastronómico que no está tan interesado en la gastronomía sino en subir cada día más el número de seguidores.
Y es que ser influencer gastronómico puede ser algo muy rentable. Hace unos días, uno de los foodies más seguidos en las redes explicaba en una entrevista a El País que «subiendo videos a YouTube con 150.000 suscriptores me puedo pagar la hipoteca de mi casa en La Barceloneta» aunque reconocía que ganaba más con los patrocinios y las colaboraciones. Y es que al tener una legión de fans que llega al millón, lo convierte en un objetivo muy apetecible para las marcas y las empresas de marketing y comunicación.
La pregunta es: ¿Son todos ellos correctos prescriptores del buen comer y son honestos con su trabajo a la hora de recomendar un buen restaurante o un buen menú, o más bien se venden al mejor postor mintiendo a cambio de cenar gratuitamente en todo tipo de espacios gastronómicos? Yo soy fan empedernido del experto gastronómico de toda la vida. Por ejemplo, al estilo ‘El comidista’ de El País y que dice verdades como puños si los restaurantes estaban en un buen nivel o no. No hay miedo a represalias, la verdad siempre por delante. Es el caso de revistas especializadas como la mencionada Foodie Culture Barcelona y que siempre da detalles certeros de lo que se encuentran en cada establecimiento gastronómico que visitan.
Pero esta nueva generación de influencers gastronómicos, con algunas excepciones obviamente, están más interesados en el show, la rapidez en el mensaje (videos de 15 a 30 segundos) y en mostrar las caras del propio influencer ‘desgustando’ un plato. Y si, algunos mienten a cambio de no pagar una cena o bien lo hacen porque una agencia de publicidad les organiza un viaje gastronómico con todos los gastos pagados. Con lo cual, ‘estafan’ de alguna manera a sus followers que se creen a pie juntillas a su gurú gastronómico y que en realidad falsea la realidad de sus opiniones. No deja de ser un creador de contenido que solo quiere seguir viviendo del cuento a cambio de vender como el mejor restaurante a establecimientos que no lo son en absoluto. Con una original edición de video, unos efectos, una buena música y unos mensajes muy manidos tal vez le están vendiendo gato por liebre. Vaya con ojo, lo mejor es fiarse de los profesionales. De momento, lean Vermuts i barbuts de Magda Minguet. Es una delicatessen en forma de libro, se lo prometo.