España arrasa en Turismo, porque se lo merece

Está previsto que este año nos lleguen cien millones de visitantes. De este modo el país superará por primera vez a potencias turísticas como Francia, Italia o Estados Unidos

Este año van a ser...¡Cien millones! los turistas -y varios millones en nuestras comarcas tarragoninas- que se espera vayan llegando, según las previsiones oficiales, a España, que de este modo, supera por primera vez a potencias turísticas como Francia, Italia o EE.UU.

¿Cuál es el secreto de tanto éxito? Infraestructuras. Los españoles hemos estado pagando durante las tres últimas décadas impuestos para sufragar, por ejemplo, la mayor red de trenes de alta velocidad del mundo en estrecha competencia con China. O autovías -ahora gratuitas- que compiten en calidad y distancias con las de los grandes países de la UE. Y, además, me temo que las comisiones a menudo desveladas en los casos de corrupción a los partidos y dirigentes a cambio de que eligieran una determinada constructora y no otra para llevarlas a cabo.

Nuestras constructoras e ingenierías se han convertido así en gigantes mundiales de la ingeniería capaces de culminar con éxito, por ejemplo, la ampliación del Canal de Panamá o el ferrocarril de alta velocidad a la Meca. Nuestros hoteles, además, superan en cantidad, calidad y servicio en todas las categorías a la media de los países de nuestro entorno, como podrá atestiguar cualquiera que viaje a menudo. Y baste un dato para dejar constancia de nuestra excelencia gastronómica: de los 50 mejores restaurantes del mundo más de la mitad son españoles y solo tres estadounidenses.

Este éxito no es improvisado sino el resultado del trabajo, el esfuerzo y la tribuación de generaciones de españoles del franquismo y el postfranquismo que supieren convertir la excelencia turística en nuestra marca de calidad.

Al dispararse la inversión en obra pública se ha disparado también nuestra deuda pública que a su vez lastra nuestra capacidad de atraer inversiones. El resultado despierta la innovación de algunos profesionales; el espíritu emprendedor de otros y las protestas de numerosos colectivos vecinales que en Barcelona, Mallorca e Ibiza denuncian la marea turística como indeseable y causante de la carestía de alimentos, bares, restaurantes y de la vivienda, cada vez más inaccesible.

Y deberíamos enfrentarnos al desafío de la masificación turística que gentrifica nuestros centros urbanos y convierte pisos en turísticos ergo más caros y menos asequibles para todos con un plan claro de incentivos y desincentivos para no convertir la ciudad en una extensión de puerta aventura con algunas piedras romanas.

Es curioso, por ejemplo, el observar como los locales desiertan poco a poco delos barris antes más populares porque ahora ‘están llenos de guiris’ y prefieren diviertirse o pasear por otros. Si todos contribuimos durante años con nuestros impuestos a construir esas infraestructuras que maravillan a los viajeros, también deberíamos tener alguna ventaja al disfrutar de ellas. Y, del mismo, modo, descuentos en los parkings, tasas municipales de todo tipo, por ejemplo de basuras en los barrios tensionados.

Ya sé que la sola mención del concepto de reducir impuestos genera repulsa ideológica en la izquierda: pero es muy progresista cuando incentiva que los locales no abandonen los barrios más populares. También sería de desear una mayor inversión en equipamientos culturales, de transporte, parques, sanitarios... Incentivos de todo tipo para que no abandonemos nuestras calles de siempre a los pisos turísticos. Y no abandonar ninguna área de la ciudad reservada a los turistas: coincidir con ellos y dejar claro con nuestra presencia que nadie tiene derecho a cobrarnos la cerveza a cinco euros, cuando antes del verano valía cuatro.

Algunos vecinos han iniciado protestas masivas contra lo que consideran invasión turística y ocupan calas en Mallorca o se manifiestan en Tenerife o llenan de pintadas Barcelona. Los técnicos turísticos suelen advertir de que el turismo es un negocio cíclico y que cualquier día lloraran por los turistas que no han llegado ese año y la depresión económica arrasará con empleos que ahora mismo sobran, más de 800.000, porque no tienen quien los ocupen.

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