El riesgo de retar a los medios occidentales

Entender y respetar sociedades con culturas informativas no occidentales es fundamental, y defenderlas es legítimo; pero no suprimiendo derechos humanos

Acabo de volver de Abu Dhabi, la capital de los Emiratos Árabes Unidos. Me invitaron a participar en el Congreso Global de Medios, una iniciativa que financia y promueve el gobierno emiratí y que pretende ser una «plataforma para conectarse con líderes de opinión globales, aprender sobre las últimas tendencias y colaborar en nuevas ideas». Si bien se presenta como global, una cosa me quedó clara tras mi participación: la presencia de medios occidentales era mínima, y los que estaban tenían, en general, una aspiración de retar la preeminencia global que tienen los grandes medios anglosajones –particularmente estadounidenses– en explicar la actualidad. Dicho en otras palabras, terminar con la omnipresente perspectiva centrada en Occidente, una perspectiva que prioriza –consciente o inconscientemente– los valores, normas y experiencias occidentales, interpretando los problemas globales a través de una lente occidental.

La internacionalización de la cultura occidental tiene su explicación en décadas de poderío estadounidense, país que ha logrado presentar sus valores y modelo de sociedad como un referente aspiracional para millones de ciudadanos en el mundo, destacando sus bondades y ocultando o ignorando sus flaquezas. Lo cierto del caso es que fue muy evidente la voluntad de periodistas, empresarios y medios representados en unirse a esa causa que cuestiona la omnipresencia Occidental.

Hoy, tras algunos días de reflexión, entiendo esas legítimas aspiraciones por parte de quienes han crecido en sociedades marcadas por referentes culturales o religiosos distintos; y me refiero a sociedades de raíz cultural cristiana ortodoxa, islámica, hinduista... con todas sus derivadas regionales. Creo que es legítima la voluntad de, no solo evitar una colonización cultural invasiva, sino –y como consecuencia de esta– una regresión de la cultura y tradición local. El problema llega cuando las normas locales atentan contra los derechos humanos fundamentales como la libertad de expresión o la libertad de prensa.

En el congreso moderé una conversación con una periodista conocida en los países árabes que trabajaba para una filial de una gran cadena de noticias estadounidense (aclaro que la filial era independiente de la casa matriz y que, si bien cumplían los criterios de rigor informativo, la línea editorial la definían desde sus oficinas regionales, no desde EE UU), además de un empresario de medios africano y un relacionista público indio experto en los países árabes y el norte de África. Preparando el guion de la conversación (nunca comparto las preguntas antes pero sí los temas que quiero abordar con los invitados para que se preparen) me llamó la atención un comentario que recibí: entre los puntos principales, yo quise abordar el tema de la libertad de prensa, porque si bien entiendo que los medios regionales están retando la perspectiva occidental, defiendo el valor de la libertad de quienes cuentan qué pasa y el derecho de los ciudadanos a recibir información veraz. «Este puede ser un tema sensible para esta audiencia», me dijeron.

No tengo espacio en este momento para destacar el valor que tiene para los occidentales conocer esas otras perspectivas culturales de sociedades distantes con referentes culturales y religiososque no sean los judeocristianos. No es necesario compartirlos para entenderlos, pero sean occidentales o de cualquier parte del mundo, hay valores que trascienden al concepto de cultural regional, y son valores que están asociados al individuo, a la persona; que les confieren dignidad y respeto. Y entre ellos están la libertad de pensamiento y de expresión que deben ser reconocidas y aceptadas por muy sensibles que sean.

Guste o no la cultura occidental, guste o no el estilo de vida y los valores que conforman el modelo social estadounidense, es claro que la libertad de prensa y de expresión sí es parte esencial de esa cultura; y que querer retarla no puede implicar llevarse por delante otros valores fundamentales como estos. Occidente llegó antes a defenderlos y no podemos privárselos a quienes no los tienen por razones culturales históricas.

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