El Mediterráneo, una trampa mortal

El Mediterráneo es la última esperanza para miles de migrantes que se echan al mar para huir del hambre, de conflictos o de las consecuencias del cambio climático. Pero también es una trampa mortal. En lo que va de año, más de 2.300 personas han perdido la vida en el agua intentando cruzar de África a Europa. Un centenar eran menores.

La ruta hacia Europa es la más mortífera: seis de cada diez migrantes fallecidos o desaparecidos en este 2023 cubrían este trayecto. Las islas griegas de Lesbos y Samos y, en menor medida, las Islas Canarias y los países que hacen frontera con Bielorrusia son otros destinos marcados en este trágico mapa. En julio apareció en una playa de Roda de Berà el cadáver de una niña argelina de ocho meses que viajaba con sus padres en patera. «Las cifras de muertes son insoportables», alerta la ONU.

Los Veintisiete debaten para cerrar un pacto migratorio empujados por el aumento de llegadas irregulares por vía marítima –se han triplicado respecto a 2022–. Detrás de este drama hay un gran negocio: «Más del 90% de los desplazados que llega a Europa ha recurrido a traficantes», denuncia el ministro de Interior italiano, Matteo Piantedosi. ¿Hasta cuándo va a hacer la UE la vista gorda?

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