Ajedrez

El espectáculo en el que se ha convertido la política llega estos días a su máximo esplendor. Con las fichas sobre el tablero, el poder las mueve a su antojo, pareciendo que el rédito y los propios intereses son su único fin o, si más no, el más importante. Sinceramente, no es difícil comprender la desazón social que existe en los últimos años con respecto a este mundo.

Porque la representatividad de la política actual está en tela de juicio. Palabras como «democracia», «libertad» y un largo etcétera se han convertido en armas arrojadizas que se pronuncian con el único ánimo de atacar al considerado como el ‘enemigo’.

Crispación, polarización, populismo, mentiras... La estrategia de decir lo que la gente quiere escuchar está a la orden del día y no entiende de ideologías. La de poner –de verdad– los problemas sociales en el centro parece que todavía está por llegar.

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