Una suma multiplicadora
Las causas que propiciaron la impugnación del sistema bipartidista, al calor del 15M y el movimiento de los indignados, siguen más vivas que nunca: puertas giratorias que llevan a políticos a consejos de administración, oligopolios energéticos que nos crujen cuando llega la factura de la luz, corrupción sistematizada por parte de las principales constructoras en las licitaciones, abusos de la banca ante los más débiles, desahucios sin alternativa habitacional, escasez de recursos para combatir la pobreza, aumento de las desigualdades, emergencia climática y energética... todo ello acarrea una democracia y un estado social débil.
Estas causas favorecieron, hace ya 8 años, la irrupción y el fulgurante ascenso de una formación disruptiva e irreverente como Podemos. No obstante, los errores propios, las guerras fratricidas y el acoso y derribo de los poderes fácticos, más evidentes que nunca tras la publicación de los audios entre Villarejo y Ferreras, datados cuando la formación estaba en plena cresta de la ola, han conseguido quemar la marca y a buena parte de sus figuras más relevantes.
Como decía el jefe de campaña de Adolf Hitler, Joseph Goebbels, reconocido por su trascendencia en el proceso de ascenso de Hitler al poder y por el impacto de sus estrategias mediáticas en la creación de la identidad anti-semita, «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad». Cabe reconocer el éxito del Deep State en crear una identidad anti-podemita mediante este método.
A estas alturas resulta muy difícil negar la existencia de una suerte de poder en la sombra que practica cierto lawfare y que está dispuesto a hacer lo que sea para que nadie pueda desatar aquello que durante la Transición quedó atado y bien atado. Parece obvio que existe una maquinaria que ha derribado adversarios políticos con recursos públicos. La existencia de las cloacas y de la policía patriótica, junto a la connivencia de ciertas personas que enturbian el digno oficio del periodismo, no solo malmeten una formación política concreta sino que daña la democracia en su conjunto. Sin embargo, sería de una miopía supina centrarse exclusivamente en las cloacas para justificar el descenso de popularidad de la organización morada.
Pese a todo, lo cierto es que, contra viento y marea, Unidas Podemos - En Comú Podem ha conseguido formar parte del primer gobierno del Estado como socio minoritario. El primer gobierno de coalición desde la Segunda República. Con todo, la entrada de la formación morada no ha permitido cambiar aquello para lo que había nacido. Los vicios del denominado Régimen del 78 siguen intactos.
La capacidad de incidencia de Unidas Podemos en el Gobierno se ha traducido principalmente en medidas reformadoras. Si bien son iniciativas que han permitido apaciguar las condiciones existenciales de los más vulnerables, no se han conseguido cambios estructurales. Ser el socio minoritario de un partido del establishment, las cloacas del estado profundo, la pandemia y la coyuntura inflacionaria derivada de un contexto de guerra y crisis económica no están ayudando. Difícilmente se puede cambiar el rumbo del velero cuando se está permanentemente achicando agua.
En este contexto de extremada dificultad tan solo una figura ha sabido mantenerse a flote dentro del espacio confederal y erguirse, a su vez, como uno de los principales referentes del Gobierno en su conjunto. Mientras la inflación sube cerca de un 10%, las medidas impulsadas por Yolanda Díaz desde el Ministerio de Trabajo han conseguido incrementar ostensiblemente el salario mínimo interprofesional y situar la tasa de paro 10 puntos por debajo, alcanzando niveles anteriores a la crisis de 2008. Asimismo, ha conseguido reducir la temporalidad laboral a niveles nunca antes conocidos.
Mientras los índices de popularidad de los morados caen, la capacidad de llegar a acuerdos entre diferentes, el temple en las situaciones más convulsas, una oratoria elocuente, un planteamiento más transversal y una más que demostrada capacidad de gestión han permitido a la Vicepresidenta Segunda capear las vicisitudes del Estado profundo y consolidarse como la política mejor valorada en la gran mayoría de los sondeos. Este buen hacer ha propiciado que el espacio político en su conjunto, no sin resistencias, le otorgara, prácticamente por aclamación, el rumbo del velero.
Si bien ya se intuía, la experiencia en el poder de Unidas Podemos demuestra que gobernar no es suficiente para transformar. Mucho menos siendo socio minoritario. El político es una arista más en la configuración del poder real. Para plantar cara al Deep State conviene ensanchar la democracia y empoderar la ciudadanía. Solo así se pueden desencorsetar las rígidas costuras que impiden los principales avances sociales que nuestro país necesita.
Es por ello que la Vicepresidenta Segunda no quiere lanzarse al vacío sin paracaídas. Para construir un país mejor, rico, solidario y diverso, son necesarias todas las manos y toda la inteligencia colectiva. El proceso de escucha abierto persigue eso: crear un nuevo movimiento ciudadano capaz de poner todo su talento al servicio del bien común y recuperar la ilusión en la cosa pública haciendo de la política una cosa útil. Esto no será posible sin la generosidad de los partidos. Deberán aportar su granito de arena sin salir en la foto. Solo así se podrá conseguir que Sumar sea una suma multiplicadora.
De momento sabemos poco más puesto que todo está por escribir.
«Nadie conoce su propia fuerza mientras
no se ha encontrado con la necesidad».